Por M. H. Lagarde
-En una entrevista a la Televisión en Noviembre pasado, catalogabas a Memorias…..como crónicas.
-No sé. Es muchas cosas a la vez, puede ser crónica también. Como te decía al principio, no hay ningún género que pueda definirla, porque al hacerlo la encoge. Todo lo que achica la realidad no sirve. Lo que la multiplica sirve en términos generales. La palabra humana, sí es multiplicadora de la realidad de la realidad y reveladora de las dimensiones escondidas de esta, sirve, pero no si la achica. Decir crónica es una facilidad de lenguaje. Está bien, es una crónica, pero otras cosas también. Esto es peligroso, porque alguna gente de mala leche considera que el periodismo existe en los bajos fondo de la literatura. Es una suerte de suburbios de la literatura, subliteratura podría decirse. Si se trata de un trabajo periodístico bien intencionado y Memorias…trata de hacer literatura, por supuesto, porque yo creo que el periodismo es literatura. Y no se avergüenza de ser una crónica. Solo que es mucha crónica, es también, muchas cosas además de esto, y en el fondo, lo que es, es una tentativa de recuperación del pasado como tiempo presente.
- No parece que Memorias…..es una epopeya de espacio más que nada. Es más bien toda la historia Latinoamericana.
-En Inglés la propaganda la hicieron como novela, pero ahora me dieron en el Uruguay el premio de Historia. Premio Nacional de Historia por Memorias del Fuego. No de novela, sino de historia. Me parece bien que me hayan dado el de historia sobre todo, porque, un año antes, había prohibido Las Venas….como texto los mismos que me han dado el premio de historia. América Latina es, entre otras cosas, un manicomio. Desafortunadamente, no tiene mucha coherencia el sistema. Pero te iba a decir que todo es posible porque Memorias… es todas esas cosas a la vez. Yo quisiera que se manejara como texto de historia. O sea, que la historia fuera revelada a los ojos de las nuevas generaciones como una maravilla posible porque es una voz de voces y es un libro que recoge una enorme cantidad de documentos, testimonios de visiones del mundo a través de la visión que el autor tiene de esa realidad de conjunto. Yo recreo los materiales que recojo y les digo, a mi modo y manera, con entera libertad poética. A sabiendas, de que todo lo que es hecho con amor no puede traicionar. Creo que no hay ningún pedacito de Memorias… en que se pueda hablar de violación de la realidad por parte del autor. Yo no violo nada. Trato con mucho amor. Y entonces, claro, me escapo de las normas establecidas.
-De la de los historiadores?
-Y la de los antropólogos y e los sociólogos y de los economistas y de los novelistas, de todos porque tiene mucho de antropología también. Memorias… se puede leer como un libro de antropología de cabo a rabo. Lo que pasa es que escapa de las normas tradicionales del trabajo antropológico, de lo clásico, sin embargo no traiciona. Traiciona la forma pero no el contenido. En teoría uno no puede andar recreando los mitos indígenas con esa libertad poética sin cometer un pecado de lesa ciencia. Sin embargo, esos mitos creo que a nadie se les puede ocurrir que traicionan a los pueblos de los que provienen porque han sido recreados con mucho amor. Muy desde adentro, aunque, por supuesto, yo no he compartido la vida de cada una de las comunidades indígenas que los generaron. Y el mito es una metáfora colectiva que, en el fondo, brinda claves en su mayor parte secretas, insondables, para asomarse al alma de una comunidad humana determinada. Pero bueno, sí está hecho con amor, por lo menos, permite asomarse un poquito; ayuda a develar un poquito una realidad que es muy compleja, inabarcable, pero a la que uno, de algún modo, puede irse aproximando, porque lo otro, es condenarnos a la impotencia. Si la realidad nuestra es tan compleja y tan ambigua que todo lo que es malo no es del todo malo y todo lo que es bueno no lo es del todo tampoco. Estamos condenados a la niebla perpetua y por ello a andar iluminándonos con linternas ajenas. Pues no estamos condenados a la niebla y por muy compleja y ambigua que sea la realidad, de ningún modo es legítimo, ni moralmente, ni culturalmente, que esa ambigüedad termine siendo una coartada de la cobardía. La neutralidad para mí es una forma de la cobardía. Por eso Memorias….toma partido. No es una obra neutral. El autor lo hace subjetivamente y se mete entero en todo lo que cuenta. Toma partido todo el tiempo con lo cual también estoy violando otro de los sacrosantos principios de las obras antropológicas, sociológicas o económicas que se supone, tiene que tener objetividad. No es una obra objetiva. Las venas…..tampoco, tampoco es una obra subjetiva. Memorias…es mucho más subjetiva todavía que las Venas… pero una y otras son subjetivas. Fue coronel Urtecho quien me dio la clave. En una entrevista yo lo conté. No sé si en esa misma.
Cuando el viejito coronel Urtecho, en Nicaragua, a la orilla del río San Juan, me dijo que no me preocupara de que fuera subjetivo: si los objetivos -dice- en realidad lo que quieren no es ser objetivos sino ser objeto para salvarse del dolor humano. O sea, que toda esa especie de religión de la objetividad lo que enmascara su miedo de vivir. Y Memorias…tiene todo el júbilo dolorido de vivir, el gozo malherido de vivir, pero vino al fin. Son tres libros llenos de horror y de infamia. Ahí se cuentan las cosas más atroces.
› Una vieja entrevista con Eduardo Galeano (I)
-En una entrevista a la Televisión en Noviembre pasado, catalogabas a Memorias…..como crónicas.
-No sé. Es muchas cosas a la vez, puede ser crónica también. Como te decía al principio, no hay ningún género que pueda definirla, porque al hacerlo la encoge. Todo lo que achica la realidad no sirve. Lo que la multiplica sirve en términos generales. La palabra humana, sí es multiplicadora de la realidad de la realidad y reveladora de las dimensiones escondidas de esta, sirve, pero no si la achica. Decir crónica es una facilidad de lenguaje. Está bien, es una crónica, pero otras cosas también. Esto es peligroso, porque alguna gente de mala leche considera que el periodismo existe en los bajos fondo de la literatura. Es una suerte de suburbios de la literatura, subliteratura podría decirse. Si se trata de un trabajo periodístico bien intencionado y Memorias…trata de hacer literatura, por supuesto, porque yo creo que el periodismo es literatura. Y no se avergüenza de ser una crónica. Solo que es mucha crónica, es también, muchas cosas además de esto, y en el fondo, lo que es, es una tentativa de recuperación del pasado como tiempo presente.
- No parece que Memorias…..es una epopeya de espacio más que nada. Es más bien toda la historia Latinoamericana.
-En Inglés la propaganda la hicieron como novela, pero ahora me dieron en el Uruguay el premio de Historia. Premio Nacional de Historia por Memorias del Fuego. No de novela, sino de historia. Me parece bien que me hayan dado el de historia sobre todo, porque, un año antes, había prohibido Las Venas….como texto los mismos que me han dado el premio de historia. América Latina es, entre otras cosas, un manicomio. Desafortunadamente, no tiene mucha coherencia el sistema. Pero te iba a decir que todo es posible porque Memorias… es todas esas cosas a la vez. Yo quisiera que se manejara como texto de historia. O sea, que la historia fuera revelada a los ojos de las nuevas generaciones como una maravilla posible porque es una voz de voces y es un libro que recoge una enorme cantidad de documentos, testimonios de visiones del mundo a través de la visión que el autor tiene de esa realidad de conjunto. Yo recreo los materiales que recojo y les digo, a mi modo y manera, con entera libertad poética. A sabiendas, de que todo lo que es hecho con amor no puede traicionar. Creo que no hay ningún pedacito de Memorias… en que se pueda hablar de violación de la realidad por parte del autor. Yo no violo nada. Trato con mucho amor. Y entonces, claro, me escapo de las normas establecidas.
-De la de los historiadores?
-Y la de los antropólogos y e los sociólogos y de los economistas y de los novelistas, de todos porque tiene mucho de antropología también. Memorias… se puede leer como un libro de antropología de cabo a rabo. Lo que pasa es que escapa de las normas tradicionales del trabajo antropológico, de lo clásico, sin embargo no traiciona. Traiciona la forma pero no el contenido. En teoría uno no puede andar recreando los mitos indígenas con esa libertad poética sin cometer un pecado de lesa ciencia. Sin embargo, esos mitos creo que a nadie se les puede ocurrir que traicionan a los pueblos de los que provienen porque han sido recreados con mucho amor. Muy desde adentro, aunque, por supuesto, yo no he compartido la vida de cada una de las comunidades indígenas que los generaron. Y el mito es una metáfora colectiva que, en el fondo, brinda claves en su mayor parte secretas, insondables, para asomarse al alma de una comunidad humana determinada. Pero bueno, sí está hecho con amor, por lo menos, permite asomarse un poquito; ayuda a develar un poquito una realidad que es muy compleja, inabarcable, pero a la que uno, de algún modo, puede irse aproximando, porque lo otro, es condenarnos a la impotencia. Si la realidad nuestra es tan compleja y tan ambigua que todo lo que es malo no es del todo malo y todo lo que es bueno no lo es del todo tampoco. Estamos condenados a la niebla perpetua y por ello a andar iluminándonos con linternas ajenas. Pues no estamos condenados a la niebla y por muy compleja y ambigua que sea la realidad, de ningún modo es legítimo, ni moralmente, ni culturalmente, que esa ambigüedad termine siendo una coartada de la cobardía. La neutralidad para mí es una forma de la cobardía. Por eso Memorias….toma partido. No es una obra neutral. El autor lo hace subjetivamente y se mete entero en todo lo que cuenta. Toma partido todo el tiempo con lo cual también estoy violando otro de los sacrosantos principios de las obras antropológicas, sociológicas o económicas que se supone, tiene que tener objetividad. No es una obra objetiva. Las venas…..tampoco, tampoco es una obra subjetiva. Memorias…es mucho más subjetiva todavía que las Venas… pero una y otras son subjetivas. Fue coronel Urtecho quien me dio la clave. En una entrevista yo lo conté. No sé si en esa misma.
Cuando el viejito coronel Urtecho, en Nicaragua, a la orilla del río San Juan, me dijo que no me preocupara de que fuera subjetivo: si los objetivos -dice- en realidad lo que quieren no es ser objetivos sino ser objeto para salvarse del dolor humano. O sea, que toda esa especie de religión de la objetividad lo que enmascara su miedo de vivir. Y Memorias…tiene todo el júbilo dolorido de vivir, el gozo malherido de vivir, pero vino al fin. Son tres libros llenos de horror y de infamia. Ahí se cuentan las cosas más atroces.
› Una vieja entrevista con Eduardo Galeano (I)
(Continuará...)
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