viernes, 28 de septiembre de 2018

De valor y de valores en un lamentable suceso (incluye nota del Dr.C Carlos García)


Por Rafael Cruz

El pecado no era la manzana como objeto del deseo, sino en el símbolo que lleva: la cuestión del bien y del mal. Así,  un tanto maniquea,  apareció la primera división de la conducta humana y la nueva mirada al mundo insondable, en  ruptura con la comodidad para vivir la aventura de la subsistencia.


Según RT Adan era 15 000 años mayor que Eva y 15 000 mil fueron las manzanas del  pecado. Ahora, con el debate surgido a raíz del incidente de la Tienda la Puntilla y las 150 cajas de manzanas compradas por un adinerado cliente, algunos vuelven a entender que el pecado está en el fruto y no en el significado del suceso. Un asunto que no es puramente mercantil, ni siquiera puramente económico,  es sobre todo ideológico. Otra cuestión, para evaluar el problema hay que ver la sociedad como sistema, donde los fenómenos no se producen aisladamente.

Tengo mucho billete y no dudaré en usarlo

Vamos a partir de un argumento: en una sociedad cuyo ideal es la construcción del socialismo, es decir mayoritariamente se aspira a la eliminación de toda forma de explotación- de las desigualdades sociales,  de la segregación humana entre ricos y pobres- evitar la concentración de la riqueza y del poder económico privado, constituye una cuestión de principios para el sostenimiento del poder político en manos de la mayoría.

Ante esa construcción de un ideal, de una meta, por la que se ha luchado y se ha  sacrificado tanto, el hecho de que una persona pueda ir a una tienda del Estado, y vaciarla de cualquiera de los productos que allí se expenden, al precio de la exclusividad de quién tiene dinero para ello, y en detrimento de los que luego no podrán consumir el producto agotado, no es un asunto menor.

Cuanto menos ratifica algo que ya intuimos: la creciente presencia hoy en Cuba de personas con mucho dinero, que no dudarán en usarlo sin escrúpulos, a fin de incrementar  cada vez más sus riquezas. En la historia de la humanidad están grabados con fuego, los ejemplos de cómo se desespera el capital ante un atisbo de ganancia.

Por otro lado, el gobierno en Cuba hace lo que puede, en las condiciones deformadas de la economía,  para cumplir con su encargo social, de no dejar a nadie desamparado. Esa frase que parece un lugar común, contiene un descomunal esfuerzo de toda una nación, pueblo y gobierno por sostener la justicia social como práctica y ética. Hay quien lo ve  como un derecho indiscutible, sin comprender el enorme peso que implica para un país pobre y acosado, poner techo a quien lo perdió, dar leche a todos los niños. Ante ese gigantesco ejercicio, el asunto de las manzanas se hace pequeño.

No es cuestión personal el negocio es el negocio 

Suponemos que el destino de las 150 cajas de frutas eran algún negocio particular, eso nos obliga mencionar el tema del trabajo privado. El Estado cubano, su gobierno y su sociedad civil, en lo que a cada cual corresponde, busca de manera ordenada mantener un crecimiento de las diversas variantes del trabajo no estatal, una de ellas la cuestión del mercado mayorista.

En muchas opiniones ha salido el asunto de ese mercado. Ciertamente es una necesidad, pero ¿Será que no hay voluntad política para establecerlo? o ¿Será no está en condiciones objetivas el país de abrir esas tiendas? Voluntad hay, pero con ello solo no basta, se necesita de un estable abastecimiento de productos que asegure la función social de ese mercado, y ya sabemos cuan difícil es mantener los inventarios elementales de los productos más necesarios, digamos alimentos, materiales de construcción, por citar sólo dos ejemplos.

Como consumidor no deja de inquietante una duda ¿Servirán realmente estos mercados para regular el precio de los productos y servicios ofertados en los establecimientos privados? Y por otro lado me pregunto ¿El hecho de que no se haya podido abrir mercados mayoristas, legítima que una persona cargue, para su beneficio, con todo el inventario de una tienda del pueblo? No, definitivamente no.

Existe un interés público de evitar la concentración de las riquezas o de la propiedad en unas personas. Ello no niega- como repiten algunos una y otra vez- el sentido de la prosperidad, sino todo lo contrario. Prosperidad no es un concepto meramente económico, ¿Acaso puede haber prosperidad del pueblo, en un país donde unos pocos desbancan una tienda, mientras que la mayoría trabaja duramente por sobrevivir?

En Cuba no hay un retroceso en la apertura al trabajo por cuenta propia- algo que repiten una y otra vez en las matrices de opinión anticubana, dentro y fuera de la nación-  las reglas, el ordenamiento en lo procedimental, impositivo y en lo jurídico, concuerdan con un Estado de derecho, y no deben ser entendidas como una regresión o satanización de ninguna de las formas de propiedad establecidas por la legalidad.

Sobre el Trabajo por Cuenta Propia el presidnete cubano comentó en su entrevista a TeleSur
Crece, que es un complemento de la economía estatal, y no es el sector, digamos, privado, del neoliberalismo, es un sector no estatal, un sector privado que complementa lo que se hace desde la empresa estatal, que tiene relación con la empresa estatal o con el Estado, que está en el Plan de la Economía y en nuestra planificación, cuánto aporta al Producto Interno Bruto ese sector, cuánto hay que invertir en ese sector para que tenga facilidades de producir o de dar servicios y cuánto representa del porcentaje de la fuerza de trabajo en el país. Por lo tanto, está implícito en nuestra programación económica, en todas nuestras proyecciones, y es un sector que yo diría que mayoritariamente está comprometido con la Revolución. 

No considero exista una negación al esfuerzo privado por establecerse, obtener ganancias y solvencias en los límites que regula la ley. Incontables ejemplos hay en Cuba de cuánto se hace para defender el trabajo por cuenta propia, ejercido por más de medio millón de ciudadanos y ciudadanas y cuánto por impedir que el mercado se desboque y arrase con todo vestigio de socialismo.

El ideal  socialista en esta etapa de transito ha de convivir con  una desigualdad digamos “natural” en la distribución de la riqueza, debido a  las dinámicas económicas - las externas y las internas- impuestas por el momento histórico concreto, y ha de sentir la obligación de fomentar los valores que le son afines para impedir que esa asimetría derrote lo humanista del sistema imponiendo el egoísmo.

En la mencionada entrevista el compañero Díaz-Canel dio su opinión sobre el tema de las opiniones de las personas en relación a la concentración de la riqueza y la propiedad y lo que propone el proyecto de constitución:

Aquí creo que no hay un espacio favorable para que haya concentración de propiedad y riqueza, a partir de las cosas que tenemos normadas y que tenemos establecidas y en la manera en que funcionamos. Lo que pasa es que, en medio de la situación económica que tenemos, donde el salario ha perdido un poco su papel, donde tenemos relaciones de salario-precios que son complejas –y todo esto también vuelve al tema, entre otras cosas, del bloqueo–, donde hay personas que reciben determinados ingresos, no precisamente asociados al trabajo, que para nosotros es un aspecto enaltecedor y es la vía principal por la cual los individuos se distinguen en dependencia del aporte y que en función del aporte sea lo que reciban, entonces la gente, con toda esa vocación, con toda esa aspiración legítima, defiende que no haya concentración de la propiedad y que no haya concentración de la riqueza.

El ser humano hace la diferencia

En dos tiendas, personas en iguales condiciones, con iguales carencias sobre sus hombros, igual estrés y necesidades; uno se involucra en la ilegalidad el otro no. Las causas de conductas tan diferentes pueden ser múltiples, pero una primordial, una causa que transversalizan toda la sociedad, es la convicción que hacen estas personas de los valores.

En la conducta, del pudiente comprador, quién no duda en acarrear todo el producto en beneficio personal y de paso contribuir con la malsanidad administrativa de los funcionarios públicos, hay un ejemplo del pragmatismo que roe la sociedad. Esa conducta que se expresa además en quién se apoya en la discriminación racial para seleccionar las muchachas que trabajarán como dependientas de su negocio, esa formulación ideológica de quien cree puede todo contra un Estado, que supone está obligado a servirle y lo imagina a la defensiva, es la misma de los que roban combustible y utilizan en su beneficio, los bienes de la empresa estatal.

Esos valores, esa cultura del consumismo, nunca desaparecieron del todo en Cuba, pero habían sido derrotadas durante las tres primeras décadas de la Revolución. Los cambios impuestos por el Periodo Especial a partir de los años 90, las carestías, las necesidades acumuladas, más la penetracion de la cultura neoliberal lo que Alfredo Guevara llamó “realidades invasoras”, y la creciente brecha de desigualdades impuestas por las deformaciones económicas de la sociedad, condujeron a un  deterioro de los valores, y el florecimiento de las conductas del egoísmo e individualismo.

La cuestión volitiva es esencial en la sociedad humanista, la del humanismo revolucionario, toda tendencia a ese pragmatismo burgués, contiene en sus genes, el desprecio a la mayoría, a los humildes. Percibo mucho de ello en quiénes defienden al acaparador y sus servidores, hay mucha hipocresía en quiénes, desde supuestas posiciones de izquierda, justifican lo ocurrido si esto le sirve para atacar la institución revolucionaria.

Sin embargo la mayoría de los  humildes, el pueblo, no aprueba al acaparador o al revendedor, incluso cuando este le acerca determinado producto. No es casual que esa mayoría  se haya expresado duramente en contra  los acaparadores y al mismo tiempo busquen, una y otra vez, en el debate sobre la Constitución, una redacción que  le proteja de los aspirantes a explotadores.

Leí con cuidado las medidas adoptadas por la gerencia de CIMEX ante la indisciplina. Hice unas pesquisas por las tiendas de esa cadena en mi barrio, con un par de preguntas en amable e informal encuesta a los trabajadores. ¿Conoces de lo ocurrido en La Puntilla? ¿Qué medidas han tomado, al respecto en tu establecimiento? Las repuestas se pueden concentrar en dos breves oraciones: La información sobre el incidente les llegó por los medios de difusión, no por la comunicación institucional. En su tienda nada han dicho, nada ha pasado.

De poco servirán las medidas disciplinarias, si no se hicieron acompañar de un profundo y exhaustivo análisis ideológico entre los trabajadores. El suceso de La Puntilla no es único en cuanto a actividad ilícita en los establecimientos de tiendas en divisas, la calidad de los servicios en nuestro país es una asignatura  suspensa.

Creo que los consejos de dirección, las secciones sindicales y las organizaciones políticas de los centros comerciales, debían debatir causas y consecuencias de ese y otros muchos problemas similares con los trabajadores de las Tiendas Recaudadoras de Divisa. La solución ante esos problemas debe venir desde ángulos diversos, uno de ellos es el control popular.

Eso me lleva a otro asunto del mismo problema, la combatividad ante lo mal hecho. La denuncia hecha por el periodista no debería ser asombro, el pueblo es el mejor velador de sus derechos. La proliferación de una conducta de desidia, de falta de compromiso ante lo mal hecho se considera un mal que la sociedad cubana no puede permitirse. La famosa “atención al consumidor” por ejemplo, es muchas veces un mural de esquina, donde le sube la presión arterial al más calmado monje.

La combatividad no implica sancionar, sino  ante todo, prevenir el mal mayor. Las críticas a  tiempo salvan a muchas buenas personas. ¿Acaso fue la primera vez que esos trabajadores y cuadros sancionados habían cometió errores similares? Probablemente no, pero tal vez no hubo llamadas a tiempo, críticas o alertas. Si cuando vemos una violación, nos hacemos de la vista gorda, porque eso es un problema de otro, entonces será muy difícil la tarea de defender lo que es de todos.

Por último, retomar la idea de que los fenómenos sociales están interrelacionados, los incidentes, como el que motiva está reflexión, no se pueden observar desde un único enfoque, mucho menos cuando se trata de temas de carácter económico. El economisímo tecnocrático es como  el hueso desnudo, pelado al sol, sin una pizca de sustancia, de nada sirve para abordar las complejidades humanas de un sociedad en transición socialista. Hay que enfocarse en el ser humano, él hace la diferencia, mucho más cuando decidió escapar del confortable paraíso heredado y adentrarse en la aventura de hacer su propia historia.

Nota: Lei el post del DrC Juan Triana publicado en Segunda Cita y se lo envié al profesor Carlos García con la idea que opinase al respecto. Esta es su opinión y demás esta decirlo pero me autorizó a hacerla pública.


Estimado Rafael, solo porque eres mi compañero y amigo me animo a hacer unos brevísimos comentarios sobre el  artículo de Triana.

Como de costumbre JT escribe un artículo interesante, que no es sinónimo de bueno, tampoco de malo.

Atribuirle cualidades humanas a la manzana es irrisorio además de innecesario, pero estas “chabacanerías” son tan inmanentes en sus artículos como la profundidad de muchos análisis.
Por eso es mejor  tratar de identificar algunos momentos esenciales del trabajo.

1)    Pienso que tiene dos intencionalidades; la primera justificar el hecho y la segunda tomarlo como pivote para criticar la política económica de racionalizar un grupo de productos e incluso extender la crítica a problemas económicos y sociales de mayor envergadura.

2)     Aunque se basa en la economía política para restarle gravedad al asunto y fundamental su justificación, coincido con tu apreciación que en el fondo el enfoque es economicista por lo que sigue:

3)     No aprecia en su magnitud la gravedad de la especulación y el consecuente  enriquecimiento bursátil distanciado completamente de la producción de bienes y servicios directa. No tiene en cuenta la fuente de esa suma de dinero, si es legal o ilegal. Solo menciona, pero no repara en la violación de la disposición de solo poder  vender (la entidad) hasta  un %de sus inventarios. Eso ya es una ilegalidad que deslegitimiza el acto comercial. Tampoco cuestiona  si ese comprador que el mismo conceptúa de rico tiene licencia para vender esa cantidad de manzanas. De igual forma no incluye entre sus tantas suposiciones que ese hecho que, pudiera ser fortuito, se reproduzca cada vez que la entidad compre manzanas con ese dinero que no proviene del pueblo sino de una o pocas personas que no viven como vive el cubano promedio, e incluso trasladarse la operación a otros productos, lo que estaría creando un mercado paralelo espurio y hasta una verdadera mafia comercial, que tampoco es nueva pero sería más combustible para el fuego.

4)     En resumen no se trata solo de un hecho puramente de mercado sino de un conjunto de actos violatorios de la legalidad socialista además de todas las implicaciones éticas que contiene.

5)     Creo que JT tiene razón en algunas cosas. En primer lugar la ineficacia  de combatir las consecuencias y no las causas del desabastecimiento o limitación de la oferta, aunque no comparto su opinión de cómo afrontarlas; en segundo lugar el problema de la importación de manzanas cuando hay desabastecimiento de otros renglones más importantes para el consumo del pueblo.

6)     Me parece que con todas las debilidades de propensión ideológica que pueda el artículo, es un material que debe ser considerado por las personas e institucional vinculadas con la economía e incluso con el Gobierno. Como expresó el laureado economista Alfredo González “una teoría puede ser falsa y sin embargo reflejar aspectos importantes de la realidad.” La exposición de Juan no llega a ser una teoría pero en esencia cumple con la sentencia de González.
Un abrazo
Carlos.

Tomado de Turquinauta

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