Por Hatuey
El poder monopólico de los grandes consorcios de la información vuelven ,una vez más, a revelar su infinita capacidad de paralizar el mundo. Ayer con la boda real del príncipe Guillermo y la princesa Catalina, hoy, con “la muerte” de un terrorista.
Osama bin Laden ha muerto, ha muerto el hijo descarriado de la CIA. Obama, el Presidente de los Estados Unidos ha comunicado la noticia al pueblo norteamericano:
“Esta noche puedo anunciar al pueblo estadounidense y al mundo que Estados Unidos ha dirigido una operación que ha causado la muerte de Osama bin Laden…”
Pasará a la historia la fecha de la muerte de Osama bin Laden, quien ahora comenzará a vivir en otra dimensión. Hollywood disputará con el Pentágono los derechos de autor de un thriller que tendrá asegurada su taquilla. La producción cinematográfica deberá contribuir a elevar la moral combativa de un ejército de hombres que, paradójicamente, sueña con el día en que las nuevas tecnologías les eximan de cumplir con los rigores y peligros que se diriman en los campos de batalla.
No faltará el avezado analista político que vaticinará el reacomodo de la figura de Osama bin Laden en las lides electorales de los Estados Unidos. El fantasma del “peligro Osama” en las elecciones, ya no podrá ser esgrimido.
Para muchos, no han pasado por alto las enfáticas palabras del discurso de Obama al dar a conocer la noticia de la muerte de Bin Laden “…Hoy, bajo mi dirección, Estados Unidos ha lanzado una operación contra el complejo en Abbottabad, Pakistán. Un pequeño grupo de estadounidenses llevó a cabo la operación con extraordinaria valentía y capacidad…”.
Los despachos de prensa ofrecen una amplia cobertura de la añorada muerte. Las trasnacionales de la información revelan su gran capacidad de concertación en el ejercicio de la libre opresión. El guión preestablecido debe resaltar: el poderío del ejército norteamericano, la efectividad de los interrogatorios realizados en la ilegal base en Guantánamo, el respeto de la tradiciones islámicas con el entierro en el mar del cuerpo sin vida de Bin Laden y el eterno compromiso de EEUU de preservar la “libertad” al precio que sea necesario.
Los despachos de prensa ofrecen una amplia cobertura de la añorada muerte. Las trasnacionales de la información revelan su gran capacidad de concertación en el ejercicio de la libre opresión. El guión preestablecido debe resaltar: el poderío del ejército norteamericano, la efectividad de los interrogatorios realizados en la ilegal base en Guantánamo, el respeto de la tradiciones islámicas con el entierro en el mar del cuerpo sin vida de Bin Laden y el eterno compromiso de EEUU de preservar la “libertad” al precio que sea necesario.
Es la hora de recordar solo las víctimas del “terrorismo de Al Qaeda” y está prohibido llamar la atención de los cientos miles de inocentes que han muerto y que mueren en la cruzada norteamericana contra el terrorismo.
Un jubiloso periodista de un diario español, al tomar como referencia las palabras pronunciadas por el Presidente Obama al dar a conocer la noticia sentenció “… queda claro que el mensaje para el mundo entero es que, más tarde o más temprano, el que la hace la paga y una vez más se ha hecho justicia.”
Pero en este mundo rebelde, al borde de la extinción de la especie humana, no siempre el que la hace la paga. Ha muerto un símbolo del terrorismo malo, siguen lamentablemente con vida las políticas que alimentan la apología al terrorismo bueno.
Osama, después de nueve años de una frenética búsqueda fue encontrado en un recóndito paraje en el poblado de Abbottabad, a unos 65 kilómetros de la capital paquistaní de Islamabad. Sin embargo, Luis Posada Carriles, transcurridos más de treinta y cuatro años de haber hecho explotar un avión civil en pleno vuelo, sigue disfrutando en Estados Unidos de la protección del gobierno norteamericano.
Recientemente murió en la ciudad de Miami el connotado terrorista Orlando Bosch, en Cuba no hubo júbilo. Nunca la muerte de un adversario ha llenado de regocijo a un combatiente. No es la muerte de los hombres, sino el fin de las políticas o su derrota, las que alegran la vida de un revolucionario. Con la muerte de Osama no desaparecerá el flagelo del terrorismo, Obama tiene en sus manos la solución: Muerte a las políticas de doble rasero en la lucha contra el terrorismo.
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