miércoles, 9 de marzo de 2011

Yoani Sánchez: qué clase de coraje…

› Imagen cortesía del blog Islamia

Por Ernesto Pérez Castillo

El gobierno de los Estados Unidos, el mismo que le regaló dos bombas nucleares a los civiles de Hiroshima y Nagasaki y entre las dos ciudades logró el récord de 180 000 muertes instantáneas, el mismo que defolió medio Vietnam con el agente naranja –una mezcla de dos herbicidas hormonales: el 2,4-D y el 2,4,5-T con un alto contenido de tetraclorodibenzodioxina, un cancerígeno que produce malformaciones en los descendientes de las personas expuestas, dejando un total de cuatro millones de víctimas en la tierra de los anamitas–, el mismo que en 1999 sembró el suelo de Kosovo con hasta 35 000 proyectiles calibre 35 mm con 800 gramos de uranio-238 casi puro cada uno, el mismo que mintió alevosamente sobre unas supuestas armas de destrucción masiva en Irak para justificar su invasión al costo de por lo menos un millón de muertos hasta la fecha, el mismo que secuestró cientos de personas en todo el mundo y ordenó el uso de la tortura, el mismo gobierno que todavía hoy incumple su promesa de cerrar en cien días el campo de torturas de Guantánamo y mantiene ilegalmente retenidos allí a 172 personas acusadas de nada, el mismo gobierno que espía al mundo online y en vivo y en directo acaba de regalarle un premio a Yoani Sánchez. Y ella lo agradece, porque se lo merece, y porque ella es parte del equipo.
El asunto, para empezar, apesta. En principio, aunque nadie todavía lo ha dicho, tal desatino representa un conflicto de intereses, pues resulta que el gobierno de los Estados Unidos le ha entregado a la blodeguera un premio por hacer precisamente aquello por lo que le paga.
Yoani, al tiempo de sentirse orgullosa por el hueso que le tira su amo, advierte que como respuesta en La Habana: “Van a usar la televisión pública por la noche, en el horario de máxima audiencia cuando hay 11 millones de cubanos frente a la pantalla, para contar mentiras sobre nosotros”. Esa sola frase vale sobre todo por su grandilocuencia, tan desmedida como su ego… ya quisiera la televisión cubana, aunque fuera por solo media hora, tener una audiencia tal, solo que es imposible que en una isla de 11 millones de personas, todos, a la vez, se sienten frente a la pantalla: ello implicaría tener ante los televisores desde los bebes recién nacidos hasta a aquellos que morirán en el segundo después. Incluso los que hacen la televisión deberían al tiempo estar mirándola, para cumplir con la cifra de Yoani, que debería estar, a su vez, mirando la televisión.
La Yoani, que porque se graduó de filología se cree filóloga aunque nunca de los jamases haya publicado un ensayo o un artículo ni ninguna otra cosa que valga o no la pena, y que porque logra conectar un disco duro a una motherboard se las da de informática, no satisfecha (eso nunca) ahora también la emprende de agorera y vaticina para Cuba: “lo mismo la explosión social puede tardar un año que ocurrir mañana mismo, cuando alguien va a comprar un kilogramo de papas y resulta que ha subido el precio”.
Hay que ser torpe pero muy torpe (y esto no es una ofensa ni un ataque verbal, sino apenas una observación objetiva) para pretender que las revueltas populares de Túnez, Egipto o Libia se puedan reproducir en Cuba a propósito del precio de las papas. La blodeguera nunca ha podido testimoniar peor su visión de los males de la Isla, según su perspectiva un infierno donde lo grave, lo inadmisible, es que escasean los paraguas, la ropa de invierno y los canisteles.
Claro que lo dice en entrevista para la pagina web de las miamenses Radio y TV Martí, que ya en los noventa tanto machacaron con aquella canción de Willy Chirino cuyo estribillo aseguraba “ya vienen llegando” y nunca llegaron, pues los sueños… sueños son, en especial ese de los batistianos que en 1959 huyeron de la Isla con la esperanza puesta en que la revolución sería cosa de tres semanas.
Pero a Yoani, si quiere seguir recibiendo pagos y premios (especialmente premios que camuflan los pagos) no le queda de otra y debe ser repiqueteando hasta el hartazgo con el mismo guión.
Ella, que se la pasa agarrada a golpe y porrazo con el Granma (como si lo que ella hace fuera mejor), ahora en la misma entrevista ha dicho: “recuerdo que cuando estaba en la universidad, una colega mía, filóloga, hizo un estudio sobre la utilización de los verbos en Granma y todos los verbos negativos estaban referidos a noticias internacionales. El mundo de afuera, para Granma, es un desastre y todos los verbos positivos eran sobre temas nacionales”.
Al respecto de ello no hay mucho que decir: esa categorización que ella establece de “verbos positivos y negativos” recuerda lo peorcito del realismo socialista, que después de todo Yoani parece llevar en sangre, al punto que solo desde esa óptica se atreve a mirar el mundo. Yo, por si las moscas, entré a Google, y allí escribí en el buscador: filología “verbos positivos”, y al momento Google me advirtió: La búsqueda de filología "verbos positivos" no obtuvo ningún resultado.
Suerte que es la propia Yoani quien en otra entrevista reciente alerta sobre sus competencias como filóloga: “Confieso también que nunca se me dieron bien las especialidades lingüísticas, la fonética, la fonología y la sintaxis las sobrellevé a pesar de mis gustos.” Si estuviéramos hablando de cocina, sería como hacer un arroz con pollo, pero sin pollo y sin arroz.
Esa lógica explica por qué ahora el Departamento de Estado del Gobierno de los Estados Unidos le entrega el premio Mujer Coraje: es un premio que le regalan precisamente por ser todo lo contrario.

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