martes, 26 de enero de 2010

Dinero para la contrarrevolución en Cuba: ¿por encima o por debajo de la mesa?

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Por M. H. Lagarde


Nuevamente vuelve a hacerse pública la dependencia de la llamada "disidencia" cubana del financiamiento del gobierno de los Estados Unidos. En esta ocasión el tema sale a luz pública a partir de la supuesta “paralización” de los “programas de Estados Unidos para fomentar la democracia en Cuba”, que han provocado la habitual queja de algunas organizaciones contrarrevolucionarias.
Según reporta El Nuevo Herald en su edición de hoy: "La Agencia para Desarrollo Internacional de Estados Unidos (USAID), que entrega la mayor parte de los fondos, no ha solicitado nuevas propuestas de fondos desde marzo, y los grupos que administran los programas se quejan de que les queda poco dinero".
"Si esto sigue igual todo el programa por la democracia va a desaparecer'', dijo Frank Calzón, un connotado agente de la CIA, que dirige el Centro para una Cuba Libre en los suburbios de Washington, entidad que dejó de recibir fondos del gobierno federal el año pasado.
Según sugiere el periódico floridano, entre las razones del retraso de los fondos que sustentan la industria anticubana, tanto en los Estados Unidos como en Cuba, puede estar la detención, el pasado diciembre, por parte de las autoridades cubanas, del subcontratista de la USAID que “repartía” celulares y laptops entre grupos “disidentes” cubanos.
El accionar de dicho subcontratista se enmarca dentro del programa denominado Cuba Democracy Assistance que fue creado durante la administración de Bill Clinton y que se amplió bajo la presidencia de George W. Bush y en el 2008 cuando el Congreso aprobó $40 millones para los dos años que concluyen el 30 de septiembre.
El dinero de dicho programa –afirma El Nuevo Herald- “va a organizaciones no gubernamentales y firmas privadas, que a su vez apoyan a disidentes, periodistas independientes y otros grupos pacíficos de la sociedad civil, y envían artículos como libros, radios de onda corta, receptores de televisión por satélite y teléfonos celulares”.
Aunque, con su habitual estilo manipulador, El Herald señala -en el mismo texto donde pone al descubierto la injerencia norteamericana en los asuntos cubanos-, que: "las autoridades cubanas aumentaron los problemas el 4 de diciembre al arrestar en La Habana a Alan Gross, subcontratista de la USAID"; en realidad ha sido Washington el que, además de dinero, ha decidido incluir a agentes en sus programas "democratizadores". Esto ha llevado, agrega El Herald, a que el arresto " ha provocado que la USAID y el Departamento de Estado suspendan los viajes de este tipo de contratistas y subcontratistas, una de las maneras en las que se ha enviado artículos a la isla en años recientes".
"El 28 de diciembre -sigue diciendo el diario con sede en Miami-, la Sección de Cuba del Departamento de Estado envió un mensaje electrónico "para enfatizar de nuevo nuestra recomendación de suspender temporalmente los viajes a la isla hasta nuevo aviso'', según una copia obtenida por El Nuevo Herald. El mensaje, según los que lo recibieron, equivalió a una orden de suspender los viajes".
El arresto del "subcontratista" motivó también que "el 19 de enero, un funcionario de la USAID enviara electrónicamente un cuestionario a los directores de los programas "preguntándoles'' qué actividades podrían continuar "si no pudieran viajar a la isla'' y "cuáles son los pros y contras de comprar la mayoría o todos los artículos necesarios en la isla''.
La “paralización” de la USAID en su subvención de fondos monetarios y asistencia técnica a la contrarrevolución cubana, es presentada también por El Herald como un reflejo del debate entre los demócratas y republicanos que difieren en cuál es el mejor modo –entre el garrote y la zanahoria- de ayudar a la democratización de la Isla.
Entre los partidarios de continuar el financiamiento de la manera más cínica, tal y como se ha hecho hasta ahora, figuran personajes como el senador George LeMieux, republicano por la Florida, quien se reunió en diciembre con la secretaria de Estado, Hillary Clinton, y Shah, y consiguió la promesa de que acelerarían la asignación de los fondos dirigidos a Cuba.
Según LeMieux: "Necesitamos que ese dinero se libere, que esas organizaciones puedan promover la democracia en Cuba. Si algunos de mis colegas piensan que esto es una provocación, tienen razón. Pero estamos tratando de promover la democracia en un estado totalitario''.
El Nuevo Herald hace referencia también a los partidarios de subversión “blanda” quienes "concuerdan en que la administración de Obama, que ha tomado varias medidas amistosas hacia Cuba, probablemente eliminará algunas de las actividades, como enviar la entrega de equipos de comunicación avanzados".
"Simplemente no habrá el apoyo político necesario para esta clase de estrategia. . . que teníamos'', dijo un ex funcionario de la administración de Bush. Las estrategias de Bush "no se atienen a la intención expresada por Obama de no enfrentarse a nuestros enemigos en el continente''.
"Se espera asimismo –agrega el periódico- una firme resistencia a los aspectos más agresivos de los programas por parte de legisladores demócratas, quienes afirman que sólo alimentaría las quejas de La Habana de que Washington está empeñado en "derrocar'' el gobierno".
Queda por ver ahora cuáles de las dos tendencias acaba por imponerse, si la de la de los partidarios del garrote como LeMieux, para quienes el hecho de que "hayan arrestado y encarcelar [a Gross]. . . es una prueba sustancial de la efectividad del programa de Ayuda Democrática'', o la de aquellos que afirman que la práctica de acciones menos “provocativas, infructuosas y contraproducentes” pueden igualmente conllevar al propósito final de derrocar a la Revolución Cubana.
Lo más probable es que, a partir de ahora, el dinero con que Estados Unidos sufraga la contrarrevolución cubana, en vez de por los canales de la desprestigiada USAID, comience a llegar por otras vias.

› El Nuevo Herald, Yoani Sánchez y la inconsistente defensa de Alan P. Gross

› La mercenaria Yoani Sánchez y la labor del "contratista" estadounidense arrestado en Cuba

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