sábado, 31 de enero de 2009

Entre piezas blancas y negras


Por Enrique Ubieta Gómez

En estos días del nuevo año, suelo pasar por el coliseo Kid Chocolate, inaugurado en 1991 para los Juegos Panamericanos de La Habana, frente al majestuoso y subutilizado (así me parece) Capitolio. Mi sobrina, de 12 años, ocupa un asiento en el torneo provincial de ajedrez de su categoría. En realidad, no podemos seguir los movimientos de su partida, porque los niños juegan en un saloncito sin acceso al público, conformado como es lógico por padres y familiares. Ni yo la puedo ver, ni ella a mí. Así que mi presencia solo tiene el propósito de calmar el nerviosismo de mi hermano, que heredó los excepcionales genes de padre consagrado que la naturaleza había depositado en nuestro progenitor. Lo he visto sucesivamente aprendiendo ballet, piano, ajedrez, junto a sus hijas, como si fuesen metas propias.
Pero esta vez la conversación de todos giraba en torno a la hombrada de un compatriota de Güines, el GM Leinier Domínguez, que en uno de los torneos ajedrecísticos más fuertes del planeta, el Wijk aan Zee, de Holanda, acababa de derrotar al líder y único invicto y regresaba a la cima, cuando solo faltan dos rondas. Es el primer cubano en rebasar la línea de los 2 700 puntos ELO que define al grupo elite del ajedrez mundial, el tercero de mejores resultados en el continente americano de todos los tiempos, después del también cubano José Raúl Capablanca y del norteamericano Bobby Fischer, ambos campeones mundiales entre los años 1921 – 1927 y 1972 – 1975, respectivamente.
Hace algunos meses fui a su casa en el pequeño poblado habanero donde nació, junto a Daynet, una joven periodista que colabora con La Calle del Medio, la revista cultural que dirijo, para entrevistarlo. Entonces nos hablaba del equilibrio como aspiración: “No soy avaricioso ni deseo demasiado –dijo entonces--. Simplemente pienso en el equilibrio en todas las facetas de la vida, en la familia, en la carrera. Creo que al final eso conlleva una satisfacción espiritual que es a la que aspiro como premio máximo”. Pero ante una provocadora pregunta de la periodista sobre si se sentía capaz de alcanzar el campeonato mundial, respondía con otra pregunta: ¿y por qué no? Unos meses después obtenía el campeonato mundial de partidas rápidas en Dresde, Alemania. Pero falta mucho por ver.

En la Kid Chocolate hablábamos de él con admiración, entre padres y tíos devotos de nuestros descendientes en pugna ajedrecística. Recordé entonces que El País, madrileño periódico del Grupo PRISA, había seleccionado a fines del 2008 a las cien personalidades más destacadas de Iberoamérica, entre las que aparecían dos cubanos: una bloguera contrarrevolucionaria y un músico emigrado. Y me preguntaba en silencio por qué excluían del listado a otros excepcionales músicos cubanos que vivían en la Isla (entre ellos al hijo del emigrado), y –para solo citar a figuras del deporte--, al guantanamero Dayron Robles, recordista mundial y campeón olímpico ese año en la especialidad de 100 metros con vallas, y a Leinier, el joven Gran Maestro que vivía en el pequeño poblado de Güines.

Entrevista con Leinier Domínguez > Cubasí

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