viernes, 17 de abril de 2015

¿Ravsberg se va con la primera bola?


Por Yoerky Sánchez Cuéllar

Soy periodista del diario Juventud Rebelde y asistí a la Cumbre de Panamá como miembro de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), una de las 2200 organizaciones de la sociedad civil cubana. No es cierto que  los representantes de la Isla a los Foros paralelos eran solo  «dirigentes de organizaciones de la sociedad civil », como plantea Fernando Rasverg  en su artículo La Sociedad civil y el debate. 

En el grupo también se encontraban campesinos como Yordanis, quien trabaja la tierra en Ciego de Ávila, investigadoras como Yoslaine, especialista del Centro de Estudios de la Juventud. Había, igualmente, cuentapropistas, como Lisandra, quien labora  en un taller de calzado en Camajuaní  o Vicente,  joven trabajador de una paladar en  Manzanillo.

La delegación estaba integrada, además, por importantes intelectuales, científicos, médicos de reconocido prestigio, músicos, artistas de la plástica, líderes religiosos, blogueros, periodistas, presidentes de cooperativas no agropecuarias, actores sociales, entre muchos otros, que expresan la amplia diversidad y  el pluralismo de nuestra sociedad.

Ante la duda de Rasverg sobre quién nos seleccionó,  debo explicar que fue la Red de Derechos Humanos de Panamá, organizadora de los Foros paralelos, la  que nos envío a través del  correo electrónico, luego de llenar varios formularios, la aceptación para participar en el evento. 

« ¿A quiénes representan esos dos grupos que aparecieron en Panamá a nombre de la sociedad civil?», pregunta el autor de Cartas desde Cuba. Es lamentable su confusión. La sociedad civil cubana, la única, la legítima, fue la que viajó desde La Habana con el mandato de millones de hombres y mujeres de bien, expresado en foros previos en suelo patrio. Por tanto, representa lo más autentico de nuestro pueblo. Estaba decidida a contribuir a los resultados de la Cumbre y llevó propuestas de gran valía para los debates, que se pudieron exponer sin dificultad en todos los Foros y en  todas las mesas excepto en las que asistieron los que ofenden la propia tierra que los vio nacer. 

Muchos de estos vendepatrias llegaron a Panamá después de dar giras por varias naciones, conspirando para sabotear la presencia nuestra en el evento. En el mismo momento en que exigíamos que se acreditara a 28 miembros de la delegación,  algunos de los mercenarios, ya con credenciales en su poder,  realizaban la provocación frente a la embajada cubana. Los instigadores del show y los primeros en golpear fueron ellos. Debo decirle al colega de Cartas desde Cuba que ningún miembro de la delegación de nuestra sociedad civil estuvo  presente en ese «lamentable espectáculo» que montaron sin calcular la repuesta de amigos de la solidaridad y de patriotas honrados, muchos de ellos residentes en suelo panameño.
Como miembro de la UPEC, participé en la elaboración del tabloide Mercenarios en Panamá, disponible en  el sitio www.cubaperiodistas.cu. Esos personajes, como lo prueban varios documentos del material, solo sirven a quienes les pagan. Son huérfanos de ideas, no soportan ningún debate. Pretendían legitimarse en Panamá  como los representantes del pueblo cubano y ante esa ofensa los verdaderos patriotas plantamos una y otra vez y volveríamos a plantar las veces que fuese necesario. No dialogamos con mercenarios que se retratan con asesinos como Posada Carriles, autor del crimen de Barbados,  o Félix Rodríguez, el asesino del Che. La respuesta nuestra nunca fueron los golpes, sino el Himno Nacional y la Marcha del 26 de Julio.

Donde ellos no estuvieron el debate fue intenso, aportador. Incluso, el presidente Varela reconoció el aporte de los jóvenes cubanos en su foro, donde estaba la derecha más recalcitrante del continente. La presencia de destacadas personalidad cubanas aportó mucho a las mesas de Salud, Emigración y Seguridad, Medio  Ambiente, etc,

Cuento con las pruebas fílmicas de lo que sucedió en la Mesa de Gobernabilidad Democrática. Aquello estaba orquestado para humillar a Cuba desde los propios organizadores, que al final terminaron yéndose con los mercenarios.

No estuvimos en contra del dialogo respetuoso ni del debate con las ideas contrarias. Nunca nos retiramos del debate. Lo que sí no íbamos a aceptar era que por Cuba hablaran mercenarios, amigos de asesinos y terroristas, y nosotros permanecer impávidos. Mucha sangre se derramó en la Isla  para aceptar esa  desvergüenza colosal. No era una cuestión de ideas, sino de principios, y los principios no son negociables.  

Nos querían obligar a que compartiéramos juntos, en armonía y conciliación. Y recordaba a una colega que me decía al regreso de Panamá: ¿A quien se le ocurriría invitar a una misma mesa de trabajo a las madres de la Plaza de Mayo y a los asesinos y cómplices de la muerte  de sus hijos? 
Sé que los medios nos quieren presentar como los intolerantes, los  salvajes, los promotores de la violencia. Un periodista que se respete debe saber contrastar las fuentes. Espero que Rasverg, quien en esta profesión tiene un largo historial, a estas alturas no se vaya con la primera bola.  

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