Por
Marcos Roitman Rosenmann/ La Jornada
Hace ya unas décadas el Grupo Prisa, dueño del periódico El País,
conglomerado cultural, ideológico y político, que cuenta con semanarios,
editoriales educativas y literarias, periódicos deportivos, económicos,
cadenas de radio y televisión, mantiene una línea, referente a la
realidad latinoamericana, fundada en la calumnia y la infamia.
La publicación de una foto falsa del presidente Hugo Chávez entubado y
en estado comatoso, en primera plana, cuyo pie de foto alude al
"secreto de la enfermedad de Chávez", es complementada con una noticia
en internacional bajo el titular "La larga y oscura enfermedad del líder
venezolano". La decisión de publicarlo no es un hecho aislado. Es una
acción de las muchas que despliegan en todas las redes del grupo.
Noticieros, tertulias, programas de radio, televisión, editoriales
periodísticas, ediciones de libros. Prisa cuenta con un elenco de
académicos, comunicólogos, firmas literarias y personajes del mundo
político que día a día hacen piña y confabulan en crear un lenguaje de
la desestabilización informativa. Amparados en el rumor, la opinión, las
vaguedades, los tópicos y el secreto profesional, construyen un
imaginario en el que confluyen la descalificación, la tergiversación de
los hechos y la manipulación informativa sobre gobiernos
latinoamericanos.
Respecto a Venezuela son ya años, cuyos equipos dibujan un escenario
de caos, violencia, ingobernabilidad, cuasi guerra civil, donde gobierna
un autócrata. Como dato, sirva el tratamiento de las elecciones
presidenciales de octubre, en el cual aseveraban que las encuestas daban
empate técnico; ahora, remarcando la existencia de un vacío legal y de
poder, al tiempo que hablan del secretismo médico sobre la enfermedad
del presidente Hugo Chávez, tratada de manera obscena y sin ningún
respeto. El que sí tienen cuando informan de la operación de cadera del
rey.
En cualquier caso, no se trata de columnas de opinión cuyos
colaboradores se ceban en insultos a gobernantes que no son del agrado
de los accionistas del grupo. Es una línea editorial diseñada
estratégicamente para sostener a sus aliados naturales. En México,
Chile, Bolivia, Argentina, Colombia, Venezuela o la población hispana en
Florida. Entre sus habituales invitados se cuentan el ex presidente de
Chile Ricardo Lagos, el español Felipe González, el uruguayo Julio María
Sanguinetti, el costarricense Óscar Arias y algún hijo de famoso, como
Álvaro Vargas Llosa, o ideólogos como el mexicano Enrique Krauze o el
venezolano Teodoro Petkoff. Todos, sin excepción, liderados por Juan
Luis Cebrián, quien fue director jefe durante la dictadura del diario
vespertino del movimiento: Pueblo, y posteriormente jefe de informativos
de Radio Televisión Española en la última etapa del franquismo. Su fama
le llega al ser nombrado director del naciente periódico El País,
matutino abanderado de la reforma política e infatigable defensor de
Adolfo Suárez. Así, oculta su pasado. Hoy, Juan Luis Cebrián recibe como
pago a sus servicios a la monarquía un sillón en la Real Academia de la
Lengua y de paso participa en el grupo Bilderberg. De gustos refinados,
presume de ser un demócrata de toda la vida. Sin embargo, quienes lo
conocen y lo han tratado saben que es un anticomunista visceral, y me
consta de primera mano.
Pero volvamos a la inmerecida fama del periódico El País. En los
primeros años de vida fue vocero de la derecha moderna, de quienes se
sumaron a la tarea de reformar el franquismo. Sus avales fueron viejos
falangistas. Dada la censura, la falta de libertad de expresión, su
salida a la calle se tomó como el pistoletazo de salida a la libertad de
prensa. En sus páginas escribieron destacados periodistas
latinoamericanos: Gregorio Selser, poetas y escritores como Mario
Benedetti, Julio Cortázar, Carlos Fuentes o Gabriel García Márquez. Fue
una bocanada de aire fresco. Eran otros tiempos. La guerra fría. El
Grupo Prisa contó con ellos para proyectar una imagen hacia el
continente de compromiso con las luchas democráticas en América Latina.
Pronto se diluyó esta visión idílica, al poco tiempo se produjo la
criba. A principios de los años 80 había apartado a los colaboradores y
periodistas comprometidos, demócratas radicales y de izquierdas. El
periódico miró a la derecha latinoamericana. Los intereses de
Telefónica, Repsol, Iberdrola, Endesa, Santander, BBVA, se convirtieron
en sus aliados. España buscaba la segunda colonización. El Grupo Prisa
toma la delantera.
Con el PSOE en el gobierno, la amistad entre Polanco y Felipe
González, convierte sus páginas en vocero propagandístico de sus
políticas. En los años 90 muchas firmas, desilusionadas por la línea
editorial que toma el periódico, se retiran. Entre otras, Antonio Gala,
uno de los escritores más relevantes del siglo XX en España. Igualmente,
Mario Benedetti decide no escribir más en dicho tabloide, al ver la
deriva neoliberal que asume la dirección tras su polémica con Vargas
Llosa.
El País ha publicado reportajes maniqueos sobre América Latina, en
los cuales no hay una pizca de ética, buen hacer o responsabilidad
profesional. Tras la edición de una foto falsa del presidente Chávez y
de una información manipulada, lo menos que podría hacer su dirección,
si le queda algo de dignidad, es producir el cese inmediato de su
responsable de internacional o pedir su dimisión. Pero temo que no será
ese el camino. Dentro de unos días volverá a las andadas. El País nunca
se ha comprometido con las causas democráticas de América Latina ni lo
hará. Su historia lo demuestra.
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