Inocencia de Posada culpa a la Casa Blanca

Por M. H. Lagarde

El mismo día que el Departamento de Estado acaba de emitir su informe mundial sobre los Derechos Humanos, donde le dedica  unas 30 páginas a los pocos avances de Cuba en la materia, la justicia norteamericana acaba de declarar inocente en El Paso, Texas, al connotado terrorista internacional Posada Carriles de los 11 cargos de perjurio, fraude y obstrucción de procedimiento que se le imputaban.
La decisión que, tras una larga farsa judicial, demoró en tomarse tres meses, además de poner en entredicho la supuesta cruzada contra el terrorismo que a nivel mundial lleva a cabo EEUU, deja bien en claro qué es lo que entiende sobre derechos humanos el país que se arroga el papel de juez universal.
Posada Carriles, entre otros muchos crímenes, es el autor intelectual de un atentado contra un avión civil cubano en 1976 que provocó la muerte de 73 personas frente a las costas de Barbados, así como el responsable de una serie de atentados con bombas en hoteles de la Habana, durante 1997, que causaron la muerte del turista italiano Fabio Di Celmo.
Las pruebas sobre la responsabilidad de Posada en tales hechos sobran. Además de los informes de la propia CIA para la que trabajó durante muchos años el connotado terrorista, Cuba le entregó el 15 de junio de 1998 a una delegación del Buró Federal de Investigaciones (FBI) de Estados Unidos que vino a La Habana abundantes datos sobre la actividad terrorista anticubana desde territorio estadounidense.
La Información de la Isla, además de documentar las incontables acciones criminales de Posada, figura también información sobre sus cómplices en Miami.
Las cuatro carpetas entregadas por Cuba al FBI contenían, entre otros datos, 40 fichas de confesos terroristas. Muchos de ellos, junto a los senadores de origen cubano que mantienen secuestrada la política hacia Cuba en Washington, son los mismos que financiaron la defensa del terrorista en El Paso.
La inconcebible inocencia de Posada es un veredicto de culpa contra la Casa Blanca. Ninguna moral le queda ya al gobierno de Estados Unidos para imponer, en ningún lugar del mundo, pautas en materia de terrorismo, justicia o derechos humanos.

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