Por Marcos Ávila
Si hay más cables referidos a España o a Europa, ¿no debiéramos estar un poco más interesados? ¿No fue acaso muy relevante que se haya mostrado, blanco sobre negro, cómo actúan tanto la embajada de EU en Madrid, como el propio gobierno de España para obstaculizar la justicia cuando va contra el sucio secretismo de EU? ¿Dónde quedó la secuela del cable que mostraba la intervención del gobierno español, utilizado como punta de lanza de un gobierno extranjero, el gobierno de EU, para descomprimir o anular las prohibiciones de cultivos transgénicos en el ámbito de la UE? ¿Dónde está la investigación sobre el historial del accionar del gobierno español (con el gobierno de EEUU espoleando detrás) en el caso de Monsanto? ¿Y sobre el resto del mundo?
Sería tal vez laborioso, pero nada difícil imaginar, un trabajo que en esto de las filtraciones solo ate cabos sueltos, cruzar cables con noticias de los medios, con declaraciones de los estados en la época respectiva, para evidenciar el carácter sistemático y sincronizado de estas acciones de continuación y extensión de la guerra a otros países y a través de otros medios. Nunca terminará de ser demasiado evidente la contrainformación en un contexto donde la comunicación es cada vez más neutra, en su apariencia imparcial, a la vez que más opalina, hostil y censurada. Con respecto a las nuevas medidas disciplinarias y de silenciamiento que han impuesto a sus cuentas, formas de pago, páginas de las redes sociales el mismo Assange ya señaló su carácter orwelliano. La sociedad totalitaria anticipada por George Orwell en su novela 1984, se ha plasmado en una dimensión global sin precedentes. Y su carácter ultracapitalista es lo único que no parecía previsible en el libro. Los intereses económicos, que no aparecían en la novela como los padecemos actualmente, se han concentrado y ejercen su mandato desde las sombras con toda clase de armas de la más nueva y la más antigua tecnología, como la difamación, es escarnio y el linchamiento públicos. Necesitaríamos una visión narrativa muy competente para describir cómo se articulan las decisiones que mueven a estos fantasmas que se denominan "mercados", que destaparan opiniones y conversaciones secretas de los altos funcionarios de las empresas trasnacionales con poder de veto, y de torcer el brazo a los gobiernos, que son los únicos que consiguen mantener invisibles sus acciones decisivas, sus conversaciones cruciales en este mundo en que se entregan impunemente los datos de privacidad del resto de los ciudadanos al mejor postor, o al poder más contundente. Este grupo de invisibles, intocables, ocultando su mano detrás de sus gerenciadores políticos, ejercen su poder a través del avasallamiento de las débiles y casi extintas instituciones internacionales, y se han autoadjudicado un mandato de intervención y ocupación militar de crecientes zonas del planeta (rápidamente extensibles, por medio de cualquier clase de acuerdos espurios, a todo el mundo). Esta aparición descarada de la mano sucia e impune del Gran Hermano Fascista se amplificó rápidamente primero, a la persecución a todos los que se han atrevido a tener contactos con Wikileaks, cuyos datos personales han sido recabados por un juez ignoto, en una provincia estadounidense, y han sido entregados por estas redes como Facebook o Twitter que, recordemos, partieron priorizando su política de defensa de la privacidad de sus usuarios. Ni siquiera han vacilado en solicitar los datos de una diputada de un país extranjero. La impresión totalitaria de un accionar tan explícito y coordinado de bancos y mega empresariales redes sociales y medios de comunicación, en sintonía con el Departamento de Estado, (en realidad, con los sectores más conservadores y guerristas de EEUU) no ha acabado de desaparecer en nuestras pupilas cuando otro acto de censura coordinada deja su profunda seña de identidad fascista con el ataque a Cubadebate. El apelativo de terroristas, o potencialmente terroristas que habilita a este conjunto de instituciones censoras a actuar clandestinamente, se extiende paulatinamente a nuevas capas, aledañas o no, como lo prueba el atentado a la congresista demócrata en EEUU. El potencial de extensión de este intento de censura solo puede anticiparse en los discursos demenciales de toda clase de fanáticos, fogoneados desde atrás por los únicos que pueden sacar partido de las guerras que nos prometen, los auténticamente invisibles. ¡Es la economía idiota! contestó alguna vez el cínico caso Clinton.
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