Por M. H. Lagarde
Que la explosión de una lata de spray para el cabello dentro de una valija haya causado "pánico" hoy en el aeropuerto internacional de la ciudad estadounidense de Miami, sí es noticia.
Autoridades del aeropuerto, citadas por la filial local de la cadena televisiva NBC, precisaron que el alerta se activó a las 11.30 locales (16.30 GMT), cuando estalló la lata dentro de la maleta que voló a bordo del avión de American Airlines, procedente de Boston.
Según una nota de ANSA ninguno de los trabajadores encargados de descargar el equipaje resultó herido, pero uno de ellos terminó con una esquirla de metal en el zapato, según relataron los encargados de seguridad del aeropuerto.
La explosión motivó el llamado a los expertos del escuadrón de bombas, que después de una revisión concluyeron que el estallido se debió a la lata de spray y no a una bomba.
Si la novedad hubiese ocurrido en algún otro aeropuerto de la Unión no habría tenido la mayor relevancia, o sea no hubiera sido noticia. Sobre todo, si se tiene en cuenta que el pánico antiterrorista, desde el el 11/9 de 2001, ha devenido en un resorte diversionista que en ocasiones sustituye la explosividad de problemas sociales y económicos.
Pero que la explosión de una lata de spray ponga en pánico a la capital del terrorismo de los Estados Unidos, la misma ciudad donde se le rinden homenajes públicos a connotados terroristas como los Posada y los Bosch, quienes durante décadas sembraron el pánico en ese urbe, si es algo digno de ser dado a conocer a las grandes mayorías.
Los profesores de periodismo tienen ahora la oportunidad de librarse del viejo clichet que asegura que "si un perro muerde a un hombre no es noticia, pero que si un hombre muerde a un perro, sí" y sustutuir la manida fórmula por la de "si la explosión de una lata de spray pone en pánico al JFK de New york no es noticia, pero si la explosión de una lata causa un efecto similar en el aeropuerto de Miami, sí".
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