Ilustraciones: Tomadas del blog de Varela y El Nuevo Herald
Por M. H. Lagarde
Los cubanos contrarrevolucionarios de Miami, frustrados en un cobarde oportunismo que ya trasciende el medio siglo, padecen de una profunda nostalgia de victorias y héroes.
Hasta cierto punto es comprensible. El fracaso ha sido la cruz de su “exilio” desde aquel primero de enero de 1959 cuando comenzaron a partir rumbo a la Florida para esperar allá, como buenos plattistas, que un día los americanos pusieran de nuevo en la Isla las cosas en su lugar.
Después de medio siglo de derrotas, aunque vale reconocer que el negocio de la frustración ha incrementado con creces las arcas de algunos, es lógico que añoren anotarse, de vez en vez, alguna que otra falsa victoria.
El último circo montado con tal propósito es la reciente llegada del mercenario Ariel Sigler a Miami quien, según El Nuevo Herald, ha sido recibido como un héroe en esa ciudad.
Según la misma fuente, después de que el ex preso terminara un discurso solo compuesto por las consignas que rememoran el desengaño miamense: “recibió un cheque por una cantidad no revelada de parte de los líderes de un grupo cubano-estadounidense local”.
Enfermo de polineuropatía -la enfermedad que padecieron en la Isla miles de cubanos cuando, tras la caída del socialismo en Europa, los mismos que hoy reciben a Amaya, incrementaron el cerco económico a Cuba mediante las leyes Torrichelli y Helms Burton-, Sigler Amaya es presentado ante la opinión pública mundial como “un hombre que acaba de salir de un campo de concentración nazi".
El último engendro propagandístico de Miami no puede ser más burdo. Solo contrástese la enferma imagen de Sigler Amaya con la de los rozagantes mercenarios recién acogidos por España.
Cualquier persona con dos dedos de frente pudiera preguntarse ¿Si Sigler Amaya salió de un campo de concentración nazi en Cuba, de qué campo de ceba nazi habrán sacado al obeso mercenario Ricardo González?
¿La comida fría engorda?
Por M. H. Lagarde
Los cubanos contrarrevolucionarios de Miami, frustrados en un cobarde oportunismo que ya trasciende el medio siglo, padecen de una profunda nostalgia de victorias y héroes.
Hasta cierto punto es comprensible. El fracaso ha sido la cruz de su “exilio” desde aquel primero de enero de 1959 cuando comenzaron a partir rumbo a la Florida para esperar allá, como buenos plattistas, que un día los americanos pusieran de nuevo en la Isla las cosas en su lugar.
Después de medio siglo de derrotas, aunque vale reconocer que el negocio de la frustración ha incrementado con creces las arcas de algunos, es lógico que añoren anotarse, de vez en vez, alguna que otra falsa victoria.
El último circo montado con tal propósito es la reciente llegada del mercenario Ariel Sigler a Miami quien, según El Nuevo Herald, ha sido recibido como un héroe en esa ciudad.
Según la misma fuente, después de que el ex preso terminara un discurso solo compuesto por las consignas que rememoran el desengaño miamense: “recibió un cheque por una cantidad no revelada de parte de los líderes de un grupo cubano-estadounidense local”.
Enfermo de polineuropatía -la enfermedad que padecieron en la Isla miles de cubanos cuando, tras la caída del socialismo en Europa, los mismos que hoy reciben a Amaya, incrementaron el cerco económico a Cuba mediante las leyes Torrichelli y Helms Burton-, Sigler Amaya es presentado ante la opinión pública mundial como “un hombre que acaba de salir de un campo de concentración nazi".
El último engendro propagandístico de Miami no puede ser más burdo. Solo contrástese la enferma imagen de Sigler Amaya con la de los rozagantes mercenarios recién acogidos por España.
Cualquier persona con dos dedos de frente pudiera preguntarse ¿Si Sigler Amaya salió de un campo de concentración nazi en Cuba, de qué campo de ceba nazi habrán sacado al obeso mercenario Ricardo González?
¿La comida fría engorda?
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