martes, 30 de junio de 2009

Los fantasmas del pasado


Por Agustín Alcalá

Si el jefe de la estación de la CIA no sabía que los militares hondureños preparaban una asonada contra Manuel Zelaya, debe ser despedido por Leon Panetta, el director de la Agencia Central de Inteligencia. Y si este mismo espía con base en Tegucigalpa conocía los intentos de los generales de Honduras de derrocar al mandatario de ese país y no hizo nada para evitarlo, debería ser despedido por el presidente Barack Obama.
Porque este golpe militar vuelve a despertar los fantasmas de las muchas tramas golpistas en América Latina, y en especial en Centroamérica, en las que los militares estadounidenses participaron con el apoyo y conocimiento de la Casa Blanca.
Ahora Obama se pone al lado de la democracia y asegura que la asonada es "ilegal" y sienta un "terrible precedente" para una región que ha obtenido tantas ganancias democráticas en los últimos 20 años. El afroamericano debe aclarar, sin embargo, si la CIA conocía de antemano los intentos de los generales hondureños de derrocar a su presidente elegido democrácticamente, y si lo sabía por qué no hizo algo para evitarlo.
Los funcionarios norteamericanos señalan que intentaron por todos los medios que cualquier medida que se tomara contra Zelaya fuera constitucional y democrática aunque parece claro que hubo contactos con los militares ahora implicados en la asonada para disuadirlos de que dieran un golpe. Lo que garantiza que el espionaje estadounidense tenía informaciones previas sobre sus intenciones.
Washington no simpatizaba con Zelaya, al que ahora apoya, y a Obama y a Hillary Clinton les gustaría que asuma el poder de nuevo pero sin que su regreso garantice que vuelve con poderes absolutos. Y cortando cabezas y acusando, como su gran amigo y modelo Hugo Chávez, a los estadounidenses de estar detrás de su derrocamiento.
Son esos viejos fantasmas que acompañan la política exterior de Estados Unidos en "el patio de atrás" y que ahora vuelven a volar sobre la cabeza de Obama. Demócrata donde los haya pero que tiene que acomodar los intereses diplomáticos, militares y comerciales en el hemisferio americano.
Honduras es un país importante como "puente" de paso y rotación de muchas tropas norteamericanas, allí afincadas para luchar contra la droga en la región, y también de estacionamiento, listas para responder a cualquier catástrofe natural como terremotos o huracanes.
Varios generales hondureños, incluidos el golpista Romeo Orlando Vasquez Velasquez, fueron invitados la pasada semana a Miami a los actos de toma de posesión del nuevo comandante en jefe del comando sur, el Southcom, la jefatura del Pentágono que coordina la ayuda militar estadounidense en Centroamérica. Vasquez no viajó a Florida porque estaba muy ocupado, se excusó, y ahora parece claro en lo que trabajaba.
Este general asistió en los años setenta y ochenta a las clases de la Escuela de las Américas de Panamá, ahora bendecida con el nombre del Instituto para la Cooperación y la Seguridad del Hemisferio Sur. Allí se entrena, parece que nuevamente sin demasiada suerte, a los militares latinoamericanos para no dar golpes y derrocar a los civiles que no les caen bien.

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