Por Antonio Rodríguez Salvador
Empecemos cortando por lo sano. Según algunos post colgados en Internet, y también correos electrónicos que llegan la bandeja de entrada de mi computadora, debo convertirme yo en un crítico a ultranza del sistema socialista cubano: si no cumplo esa exigencia, sería una suerte de pordiosero literario que solo coquetea con el poder dada mi condición de testaferro; desde luego, también podría estarlo haciendo como única manera de acceder a ferias del libro, presentaciones literarias o viajes al extranjero. No me salvo, incluso, si guardo discreto silencio, porque entonces mi culpa sería semejante a la de quien mata la vaca, porque estaría aguantando la pata.
En fin, me decido a escribir sobre el asunto porque veo que de pronto se me invita a firmar una carta que es presentada como conciliadora, pero en la que percibo cómo los efectos del hecho han sido despojados de las causas que le dan origen.
Es más, en ella resultan fácilmente apreciables diversos recursos que forman parte de la muy conocida retórica de la desinformación:
· Apelación al miedo, al deslizarse conceptos como “poder político y militar en Cuba” y señalarse la posibilidad de que cualquiera pudiera ser futura víctima de ese estado de cosas.
· Apelación a la autoridad, al venir inicialmente firmada por un grupo de conocidos escritores.
· Testimonio, al estar precedida de abundante información sobre otros supuestos ejemplos similares ocurridos antaño.
· Efecto acumulativo, porque el despliegue mediático preliminar pretende persuadir de que hay unanimidad en la condena, y se presenta el hecho como un incuestionable ejercicio de brutalidad paramilitar, todo lo cual, por muy diversas razones, cae en el terreno de las conjeturas y las especulaciones.
· Redefinición o revisionismo, porque también en el despliegue anterior se tergiversan hechos que no ocurrieron de la manera que ahora son presentados.
· Manipulación de la virtud mediante el uso de la retórica, porque se apela a valores de carácter general, que resultan caros a la moral y la ética. De no cumplirlos, se pretende crear conflictos con la conciencia.
· Imprecisión intencional, al deformarse hechos mediante diversas vías retóricas: sacándolos de contexto, generando sesgos y falsos demonios.
· Simplificación exagerada, porque se pretende mostrar lo particular como general, porque los efectos son desligados de sus causas, porque hechos muy concretos son manipulados mediante el empleo de abstracciones.
· Quidam, o sea, el uso de maneras comunes para expresar cercanía al lector. Se acude a la apelación familiar para que el lector perciba el asunto con un carácter íntimo, lo cual no es así.
· Estereotipar o etiquetar, por el inmediato y coordinado despliegue de prejuicios contra instituciones estatales, incluyendo de la cultura, o contra quien expresaron un discurso desemejante.
· Chivo expiatorio, al lanzarse anatemas sobre grupos de individuos a quienes se responsabiliza sin que se aporten verdaderas pruebas.
· Uso escolástico de eslóganes. Frases cortas y sentenciosas. Algunas de ellas, siglo y medio atrás, hubieran angustiado al mismísimo padre Félix Varela. Por ejemplo, “es uniendo y no dividiendo como vamos resolver los problemas” y, sin embargo, todo el despliegue mediático anterior, al que ya me referí, es modelo de cómo se pueden generar conflictos entre los escritores. En este caso, y por lo mucho ya visto, unir no significa promedio democrático, establecer puntos comunes; significa adhesión a las ideas que pretenden imponer algunos. Significa seguir un dictado.
· Persuasión adulatoria, porque se usan calificativos agradables al oído con el objetivo de conseguir firmas.
· Exclusión condenatoria de quienes no sigan este dictado, porque sobran ejemplos para probarlo. Ahora mismo están los ataques contra los escritores Jorge Ángel Hernández, Ernesto Pérez Chang y M. H. Lagarde, solo porque aportan aristas distintas, y válidas por supuesto, sobre este particular.
En fin quiero decir que sin titubear yo suscribiría la carta de solidaridad con Ángel Santiesteban si quienes solicitan mi firma me evacuan primero unas cuantas dudas.
1- Por qué muchos de los que firman esta carta, que como ya vimos viene en tonos conciliatorios, en otros espacios —blogs por ejemplo— utilizan un lenguaje distinto, para nada tolerante. ¿Qué se oculta tras este doblepensar, si se permite el concepto orweliano?
2- Ahora bien, como necesito ganar claridad, y sacudirme de otras contradicciones que percibo, pregunto por qué muchos de estos que rompen lanzas contra las instituciones “oficiales” de la cultura, tienen un muy pobre currículo de publicación en el extranjero, y para descongestionar de algún modo el contenido de su gaveta literaria deben seguir acudiendo a las bondades del sistema editorial del Instituto Cubano del Libro.
3- A ver, y cómo es posible que yo haya conseguido conocer personalmente a la mayoría de estos escritores en diversos eventos, llámese ferias del libro, encuentros de talleres literarios, jornadas de poesía y narrativa, adonde han asistido invitados por cuenta de los presupuestos de las diversas instituciones culturales, y, valga la apostilla, hasta en hoteles donde hay agua caliente y CNN incluida.
4- Cómo es que atacan y se demarcan de esas instituciones “oficialistas”, y eran —o muchos siguen siendo— miembros de la “oficialista” UNEAC. Cómo es que si revisamos sus currículos, vemos que la inmensa mayoría de estos han sido generados mediante méritos obtenidos en esas instituciones oficiales.
5- Cómo es que la mayoría consiguió salir del país gracias a que realizaron trámites, y obtuvieron pasaportes “oficiales” en los departamentos de relaciones internacionales del Ministerio de Cultura o la UNEAC.
6- Cómo es posible, en fin, que varios fueran en su momento abanderados de esas ideas oficiales, y ocupaban tribunas y fueran homenajeados en múltiples eventos.
7- Como me convencen de sus intenciones “democráticas”, si veo que el escritor Jorge Ángel Hernández escribe un artículo para expresar solidaridad con otros escritores que son presentados como indigentes literarios; autores, incluso, con una obra de gran reconocimiento nacional e internacional —amén de que igualmente protesta porque el injurioso concepto parece estar dirigido también a la mayoría de los escritores que viven en la isla y no atacan al gobierno— y entonces recibe una andanada de insultos. Cómo entender el doble rasero de pedir solidaridad por un escritor, y atacar al que se solidariza con otros escritores.
Empecemos cortando por lo sano. Según algunos post colgados en Internet, y también correos electrónicos que llegan la bandeja de entrada de mi computadora, debo convertirme yo en un crítico a ultranza del sistema socialista cubano: si no cumplo esa exigencia, sería una suerte de pordiosero literario que solo coquetea con el poder dada mi condición de testaferro; desde luego, también podría estarlo haciendo como única manera de acceder a ferias del libro, presentaciones literarias o viajes al extranjero. No me salvo, incluso, si guardo discreto silencio, porque entonces mi culpa sería semejante a la de quien mata la vaca, porque estaría aguantando la pata.
En fin, me decido a escribir sobre el asunto porque veo que de pronto se me invita a firmar una carta que es presentada como conciliadora, pero en la que percibo cómo los efectos del hecho han sido despojados de las causas que le dan origen.
Es más, en ella resultan fácilmente apreciables diversos recursos que forman parte de la muy conocida retórica de la desinformación:
· Apelación al miedo, al deslizarse conceptos como “poder político y militar en Cuba” y señalarse la posibilidad de que cualquiera pudiera ser futura víctima de ese estado de cosas.
· Apelación a la autoridad, al venir inicialmente firmada por un grupo de conocidos escritores.
· Testimonio, al estar precedida de abundante información sobre otros supuestos ejemplos similares ocurridos antaño.
· Efecto acumulativo, porque el despliegue mediático preliminar pretende persuadir de que hay unanimidad en la condena, y se presenta el hecho como un incuestionable ejercicio de brutalidad paramilitar, todo lo cual, por muy diversas razones, cae en el terreno de las conjeturas y las especulaciones.
· Redefinición o revisionismo, porque también en el despliegue anterior se tergiversan hechos que no ocurrieron de la manera que ahora son presentados.
· Manipulación de la virtud mediante el uso de la retórica, porque se apela a valores de carácter general, que resultan caros a la moral y la ética. De no cumplirlos, se pretende crear conflictos con la conciencia.
· Imprecisión intencional, al deformarse hechos mediante diversas vías retóricas: sacándolos de contexto, generando sesgos y falsos demonios.
· Simplificación exagerada, porque se pretende mostrar lo particular como general, porque los efectos son desligados de sus causas, porque hechos muy concretos son manipulados mediante el empleo de abstracciones.
· Quidam, o sea, el uso de maneras comunes para expresar cercanía al lector. Se acude a la apelación familiar para que el lector perciba el asunto con un carácter íntimo, lo cual no es así.
· Estereotipar o etiquetar, por el inmediato y coordinado despliegue de prejuicios contra instituciones estatales, incluyendo de la cultura, o contra quien expresaron un discurso desemejante.
· Chivo expiatorio, al lanzarse anatemas sobre grupos de individuos a quienes se responsabiliza sin que se aporten verdaderas pruebas.
· Uso escolástico de eslóganes. Frases cortas y sentenciosas. Algunas de ellas, siglo y medio atrás, hubieran angustiado al mismísimo padre Félix Varela. Por ejemplo, “es uniendo y no dividiendo como vamos resolver los problemas” y, sin embargo, todo el despliegue mediático anterior, al que ya me referí, es modelo de cómo se pueden generar conflictos entre los escritores. En este caso, y por lo mucho ya visto, unir no significa promedio democrático, establecer puntos comunes; significa adhesión a las ideas que pretenden imponer algunos. Significa seguir un dictado.
· Persuasión adulatoria, porque se usan calificativos agradables al oído con el objetivo de conseguir firmas.
· Exclusión condenatoria de quienes no sigan este dictado, porque sobran ejemplos para probarlo. Ahora mismo están los ataques contra los escritores Jorge Ángel Hernández, Ernesto Pérez Chang y M. H. Lagarde, solo porque aportan aristas distintas, y válidas por supuesto, sobre este particular.
En fin quiero decir que sin titubear yo suscribiría la carta de solidaridad con Ángel Santiesteban si quienes solicitan mi firma me evacuan primero unas cuantas dudas.
1- Por qué muchos de los que firman esta carta, que como ya vimos viene en tonos conciliatorios, en otros espacios —blogs por ejemplo— utilizan un lenguaje distinto, para nada tolerante. ¿Qué se oculta tras este doblepensar, si se permite el concepto orweliano?
2- Ahora bien, como necesito ganar claridad, y sacudirme de otras contradicciones que percibo, pregunto por qué muchos de estos que rompen lanzas contra las instituciones “oficiales” de la cultura, tienen un muy pobre currículo de publicación en el extranjero, y para descongestionar de algún modo el contenido de su gaveta literaria deben seguir acudiendo a las bondades del sistema editorial del Instituto Cubano del Libro.
3- A ver, y cómo es posible que yo haya conseguido conocer personalmente a la mayoría de estos escritores en diversos eventos, llámese ferias del libro, encuentros de talleres literarios, jornadas de poesía y narrativa, adonde han asistido invitados por cuenta de los presupuestos de las diversas instituciones culturales, y, valga la apostilla, hasta en hoteles donde hay agua caliente y CNN incluida.
4- Cómo es que atacan y se demarcan de esas instituciones “oficialistas”, y eran —o muchos siguen siendo— miembros de la “oficialista” UNEAC. Cómo es que si revisamos sus currículos, vemos que la inmensa mayoría de estos han sido generados mediante méritos obtenidos en esas instituciones oficiales.
5- Cómo es que la mayoría consiguió salir del país gracias a que realizaron trámites, y obtuvieron pasaportes “oficiales” en los departamentos de relaciones internacionales del Ministerio de Cultura o la UNEAC.
6- Cómo es posible, en fin, que varios fueran en su momento abanderados de esas ideas oficiales, y ocupaban tribunas y fueran homenajeados en múltiples eventos.
7- Como me convencen de sus intenciones “democráticas”, si veo que el escritor Jorge Ángel Hernández escribe un artículo para expresar solidaridad con otros escritores que son presentados como indigentes literarios; autores, incluso, con una obra de gran reconocimiento nacional e internacional —amén de que igualmente protesta porque el injurioso concepto parece estar dirigido también a la mayoría de los escritores que viven en la isla y no atacan al gobierno— y entonces recibe una andanada de insultos. Cómo entender el doble rasero de pedir solidaridad por un escritor, y atacar al que se solidariza con otros escritores.
8- Porque, veamos, muchos de los reclamantes de justicia suelen presentarse también como paladines de la lucha antihomofóbica, críticas mediante al sistema cubano por considerarlo enemigo de los homosexuales, y sin embargo también llaman maricón retorcido a Ernesto Pérez Chang, solo porque este ejerció su legítimo derecho a la réplica.
9- Repito, firmaría si me explican que tiene que ver el ataque personal y el tono despótico con el diálogo, con la ética, con el encuentro de la cultura cubana. Acaso la ofensa gratuita, y la injuria por solo expresar una idea, no es también una suerte de terrorismo mediático.
10- Y continuando con el terrorismo y la violencia, si también me explican por qué ninguno condena por ejemplo al autor intelectual de la voladura de un avión de cubana con 73 pasajeros a bordo, cerebro pensante también de una serie de atentados con bombas en La Habana donde murió un turista extranjero —algo que toca hondo la sensibilidad de los cubanos— y en cambio debo firmar una carta de solidaridad por un ataque confuso, milagrosamente claro para quienes estaban a miles de kilómetros del hecho, algo que la propia víctima pide que no sea investigado.
11- Y hablando de cosas sensibles para los cubanos, si me explican por qué ninguno condenó la eyaculación sobre la bandera que realizara otro escritor ¿cubano?, y en cambio parecen recibir el hecho con semejante orgasmo.
12- En este sentido, y viendo el doble discurso, si me convencen entonces de que la palabra ENCUENTRO en verdad está siendo usada con el significado de coincidencia, asamblea, armonía, hallazgo, concurrencia, acuerdo; y no como sinónimo de topetazo, choque, y tropezón.
13- Si me explican porqué es llamado panfletario el discurso que considera idílico a ultranza el proyecto revolucionario cubano, y no el que lo ataca usando igual esencia retórica, pero multiplicándola por menos uno.
14- Si me convencen que el concepto libertad de expresión no está siendo usado como una patente de corso para sustituir la realidad con sesgos tópicos y prejuicios. O peor, para descalificar a quien no comparta el mismo criterio.
15- Llegado a este punto, me parece oportuno señalar que firmaría la carta porque en verdad repudio el acto de violencia cometido contra el escritor Ángel Santiesteban, sin importar la causa que lo originara: lo conozco personalmente y lo considero un importante narrador de mi generación. Ahora bien, no solo este, en realidad repudio todo acto de violencia, ocurra donde ocurra, y en ella también incluyo la mediática. Como es sabido, yo mismo he sido víctima de la violencia electrónica. Por realizar un análisis literario de una novela escrita por uno de los firmantes de esta carta, un análisis elaborado únicamente con herramental técnico, recibí un panfleto anónimo—circuló entre muchos intelectuales de cubanos—, que era un monumento a la grosería, la mentira y la carencia de ideas. Supongo que tal vez fuera hecho con la trasnochada intención de desacreditarme, y eventualmente silenciarme.
16- Ahora bien, tras hacer la salvedad anterior, me permito recordar que en los planes de estudio de la policía de cualquier país del mundo no se evalúan las obras de Gandhi. También quiero hacer recordar que soy de Jatibonico. Digo esto, porque lo que se afirma que pasó con un escritor en Jatibonico, yo lo conozco bien porque también fui invitado a ese evento que organizó la Dirección Municipal de Cultura. Y aunque, como es lógico, desapruebo el par de bofetones propinados por el policía, también afirmo que si ese hecho hubiera ocurrido en Colonia, o en Atlanta —me refiero a la actitud previa del escritor— hubiera salido de la estación no luciendo un moretón en el ojo, si no con un toletazo en la cabeza, amén de la demanda por injurias y desacato.
17- Creo que es momento de preguntar también si no va siendo ya un tópico construirse agresiones de la policía como parte de un buen currículo en el extranjero. Solo basta echar una mirada a la blogosfera cubana para percatarse de que ya este asunto ha formado parte de un sistema de valores y sutiles jerarquías. Además, muchos de estos blog de escritores cubanos también son fuentes de ataque a otros escritores cubanos, y esto también parece aportar puntos al currículo.
18- Para decirlo empleando las palabras técnicas, muchos han perdido la dirección de lo verdaderamente axiológico y deontológico. Mediante la sustitución del análisis y el pensamiento por el desdén y la grosería, se tacha la obra de importantes artistas y escritores, y, en cambio, se pondera hasta el éxtasis la de otros, como la del grupo punk Porno para Ricardo, cuyas letras de canciones asesinan el arte. Unas letras que no solo dan una puñalada por la espalda a la virtud y la estética, sino que también atacan por ejemplo a otros escritores, tal es el caso del poeta Alpidio Alonso Grau, algo que en vez de solidaridad generó maliciosa complacencia. Entonces pregunto: ¿Por qué a unos escritores no y a otros sí? ¿Cuál es la diferencia? ¿Acaso tiene más valor la vulgaridad que el verso? Si no se es coherente con esto, no se puede hablar de unidad, de valores, de ética.
En fin, voy a ser mucho más meridiano en mis criterios. Vuelvo al origen del debate, y declaro que no voy a enfrentarme a las autoridades del Instituto Cubano del Libro, que en realidad es lo que creo persigue esa carta con su doble discurso. Recordemos que todo empezó al tildarse de menesterosa y negligente esta institución, y yo, en realidad considero lo siguiente:
1- En los últimos diez años la Feria Internacional del Libro ha conseguido convertirse en el suceso cultural más importante de Cuba. Involucra a más de treinta ciudades del país, y consigue una enorme repercusión intelectual y de público.
2- En estas ferias participan cientos de escritores en condiciones excepcionales de atención: hospedaje, alimentación y transporte, y para ser invitado nadie pone como condición que se hagan apologías al sistema.
3- Igualmente en ellas nadie impide la participación ni expulsa a quien escriba textos críticos sobre la realidad cubana. Lo única condición que se exige es que estos textos clasifiquen en el terreno de lo literario. No voy a poner ejemplos, porque los que estén mínimamente al tanto de la narrativa que se escribe y publica en Cuba lo saben muy bien, así como saben muy bien que por esa clase de literatura hasta se paga derecho de autor. No sé por qué me resulta sospechoso que este hecho se escamotee metódicamente por los “abanderados de la verdad”. Y esto no solo pasa con la narrativa, sino también con la poesía, el teatro, el cine, las artes plásticas; un arte crítico con la realidad cubana. Evidentemente es algo que no conviene ser divulgado para que no se rompa la “fuente de inspiración” que significaría una Cuba de artistas y escritores castrados en lo intelectual, que supuestamente viven acosados por el CDR y la policía, a merced de instituciones culturales presentadas apenas como simples aparatos de censura, de modo que la única versión digna de crédito quede en terreno de quienes consiguieron escapar del “cerco totalitario”.
4- Porque en los últimos diez años se multiplicaron las editoriales en el país, al extremo de que ya casi han desaparecido los llamados colchones editoriales.
5- Porque con un par de conferencias —o un par de lecturas, o un par de presentaciones de libros— sumado esto el importe de un taller, o una peña, un escritor cubano gana más en apenas cuatro horas que un policía en todo el mes.
6- Porque si bien este dinero sigue siendo insuficiente para las múltiples necesidades diarias, con él yo puedo comprar más libros en las librerías cubanas que los que podría comprar ejerciendo de obrero en Madrid.
7- Porque en ese mismo periodo se ha multiplicado por cinco lo que se paga por derecho de autor —importe que, repito, sigue siendo insuficiente— pero sucede que en la inmensa mayoría de las editoriales del mundo pasa justamente al revés: hay que pagar para te publiquen. Y no es un problema de pago, es de respeto al escritor. Yo estoy dispuesto a firmar una carta colectiva de condena a esas editoriales del mundo que pagan al autor sus derechos con apenas veinte ejemplares de su libro, en tanto se embolsan toda la ganancia como buenos capitalistas. Los escritores podríamos empezar por unirnos en eso.
8- Porque se potencian géneros como la poesía y el teatro, y hasta es financiada la participación de estos autores en importantes ferias internacionales, algo que muy raramente hace cualquier editorial del mundo: como es sabido, la poesía y el teatro no venden.
En fin, pudiera dar más razones, pero no sé por qué me parece que estoy expresando lo obvio. Y desde luego, por estas opiniones probablemente seré objeto de escarnio: recibiré el chascarrillo, la retorcida insinuación, la sucia ofensa: no es gratuito el comentario, ya expliqué antes cómo fui objeto de esta suerte de terrorismo mediático, y sé también que ese modus operandi una y otra vez se repite contra cualquiera que disienta de los llamados disidentes. Pero tenga en cuenta el ofensor, si se precia de ser un intelectual, y si habla en nombre de la cultura, y si no quiere parecer que en realidad ejerce como neotirano o camorrista, que con ello no caminaría hacia verdad alguna; serían digresiones del tema que nos ocupa, y acaso un doble subrayado al agujero en las ideas. Se supone que cuando los debates ocurren entre intelectuales, sobre todo cabría esperar coherencia, debate, argumentos.
› Ángel Santiesteban y los perros de Pavlov
9- Repito, firmaría si me explican que tiene que ver el ataque personal y el tono despótico con el diálogo, con la ética, con el encuentro de la cultura cubana. Acaso la ofensa gratuita, y la injuria por solo expresar una idea, no es también una suerte de terrorismo mediático.
10- Y continuando con el terrorismo y la violencia, si también me explican por qué ninguno condena por ejemplo al autor intelectual de la voladura de un avión de cubana con 73 pasajeros a bordo, cerebro pensante también de una serie de atentados con bombas en La Habana donde murió un turista extranjero —algo que toca hondo la sensibilidad de los cubanos— y en cambio debo firmar una carta de solidaridad por un ataque confuso, milagrosamente claro para quienes estaban a miles de kilómetros del hecho, algo que la propia víctima pide que no sea investigado.
11- Y hablando de cosas sensibles para los cubanos, si me explican por qué ninguno condenó la eyaculación sobre la bandera que realizara otro escritor ¿cubano?, y en cambio parecen recibir el hecho con semejante orgasmo.
12- En este sentido, y viendo el doble discurso, si me convencen entonces de que la palabra ENCUENTRO en verdad está siendo usada con el significado de coincidencia, asamblea, armonía, hallazgo, concurrencia, acuerdo; y no como sinónimo de topetazo, choque, y tropezón.
13- Si me explican porqué es llamado panfletario el discurso que considera idílico a ultranza el proyecto revolucionario cubano, y no el que lo ataca usando igual esencia retórica, pero multiplicándola por menos uno.
14- Si me convencen que el concepto libertad de expresión no está siendo usado como una patente de corso para sustituir la realidad con sesgos tópicos y prejuicios. O peor, para descalificar a quien no comparta el mismo criterio.
15- Llegado a este punto, me parece oportuno señalar que firmaría la carta porque en verdad repudio el acto de violencia cometido contra el escritor Ángel Santiesteban, sin importar la causa que lo originara: lo conozco personalmente y lo considero un importante narrador de mi generación. Ahora bien, no solo este, en realidad repudio todo acto de violencia, ocurra donde ocurra, y en ella también incluyo la mediática. Como es sabido, yo mismo he sido víctima de la violencia electrónica. Por realizar un análisis literario de una novela escrita por uno de los firmantes de esta carta, un análisis elaborado únicamente con herramental técnico, recibí un panfleto anónimo—circuló entre muchos intelectuales de cubanos—, que era un monumento a la grosería, la mentira y la carencia de ideas. Supongo que tal vez fuera hecho con la trasnochada intención de desacreditarme, y eventualmente silenciarme.
16- Ahora bien, tras hacer la salvedad anterior, me permito recordar que en los planes de estudio de la policía de cualquier país del mundo no se evalúan las obras de Gandhi. También quiero hacer recordar que soy de Jatibonico. Digo esto, porque lo que se afirma que pasó con un escritor en Jatibonico, yo lo conozco bien porque también fui invitado a ese evento que organizó la Dirección Municipal de Cultura. Y aunque, como es lógico, desapruebo el par de bofetones propinados por el policía, también afirmo que si ese hecho hubiera ocurrido en Colonia, o en Atlanta —me refiero a la actitud previa del escritor— hubiera salido de la estación no luciendo un moretón en el ojo, si no con un toletazo en la cabeza, amén de la demanda por injurias y desacato.
17- Creo que es momento de preguntar también si no va siendo ya un tópico construirse agresiones de la policía como parte de un buen currículo en el extranjero. Solo basta echar una mirada a la blogosfera cubana para percatarse de que ya este asunto ha formado parte de un sistema de valores y sutiles jerarquías. Además, muchos de estos blog de escritores cubanos también son fuentes de ataque a otros escritores cubanos, y esto también parece aportar puntos al currículo.
18- Para decirlo empleando las palabras técnicas, muchos han perdido la dirección de lo verdaderamente axiológico y deontológico. Mediante la sustitución del análisis y el pensamiento por el desdén y la grosería, se tacha la obra de importantes artistas y escritores, y, en cambio, se pondera hasta el éxtasis la de otros, como la del grupo punk Porno para Ricardo, cuyas letras de canciones asesinan el arte. Unas letras que no solo dan una puñalada por la espalda a la virtud y la estética, sino que también atacan por ejemplo a otros escritores, tal es el caso del poeta Alpidio Alonso Grau, algo que en vez de solidaridad generó maliciosa complacencia. Entonces pregunto: ¿Por qué a unos escritores no y a otros sí? ¿Cuál es la diferencia? ¿Acaso tiene más valor la vulgaridad que el verso? Si no se es coherente con esto, no se puede hablar de unidad, de valores, de ética.
En fin, voy a ser mucho más meridiano en mis criterios. Vuelvo al origen del debate, y declaro que no voy a enfrentarme a las autoridades del Instituto Cubano del Libro, que en realidad es lo que creo persigue esa carta con su doble discurso. Recordemos que todo empezó al tildarse de menesterosa y negligente esta institución, y yo, en realidad considero lo siguiente:
1- En los últimos diez años la Feria Internacional del Libro ha conseguido convertirse en el suceso cultural más importante de Cuba. Involucra a más de treinta ciudades del país, y consigue una enorme repercusión intelectual y de público.
2- En estas ferias participan cientos de escritores en condiciones excepcionales de atención: hospedaje, alimentación y transporte, y para ser invitado nadie pone como condición que se hagan apologías al sistema.
3- Igualmente en ellas nadie impide la participación ni expulsa a quien escriba textos críticos sobre la realidad cubana. Lo única condición que se exige es que estos textos clasifiquen en el terreno de lo literario. No voy a poner ejemplos, porque los que estén mínimamente al tanto de la narrativa que se escribe y publica en Cuba lo saben muy bien, así como saben muy bien que por esa clase de literatura hasta se paga derecho de autor. No sé por qué me resulta sospechoso que este hecho se escamotee metódicamente por los “abanderados de la verdad”. Y esto no solo pasa con la narrativa, sino también con la poesía, el teatro, el cine, las artes plásticas; un arte crítico con la realidad cubana. Evidentemente es algo que no conviene ser divulgado para que no se rompa la “fuente de inspiración” que significaría una Cuba de artistas y escritores castrados en lo intelectual, que supuestamente viven acosados por el CDR y la policía, a merced de instituciones culturales presentadas apenas como simples aparatos de censura, de modo que la única versión digna de crédito quede en terreno de quienes consiguieron escapar del “cerco totalitario”.
4- Porque en los últimos diez años se multiplicaron las editoriales en el país, al extremo de que ya casi han desaparecido los llamados colchones editoriales.
5- Porque con un par de conferencias —o un par de lecturas, o un par de presentaciones de libros— sumado esto el importe de un taller, o una peña, un escritor cubano gana más en apenas cuatro horas que un policía en todo el mes.
6- Porque si bien este dinero sigue siendo insuficiente para las múltiples necesidades diarias, con él yo puedo comprar más libros en las librerías cubanas que los que podría comprar ejerciendo de obrero en Madrid.
7- Porque en ese mismo periodo se ha multiplicado por cinco lo que se paga por derecho de autor —importe que, repito, sigue siendo insuficiente— pero sucede que en la inmensa mayoría de las editoriales del mundo pasa justamente al revés: hay que pagar para te publiquen. Y no es un problema de pago, es de respeto al escritor. Yo estoy dispuesto a firmar una carta colectiva de condena a esas editoriales del mundo que pagan al autor sus derechos con apenas veinte ejemplares de su libro, en tanto se embolsan toda la ganancia como buenos capitalistas. Los escritores podríamos empezar por unirnos en eso.
8- Porque se potencian géneros como la poesía y el teatro, y hasta es financiada la participación de estos autores en importantes ferias internacionales, algo que muy raramente hace cualquier editorial del mundo: como es sabido, la poesía y el teatro no venden.
En fin, pudiera dar más razones, pero no sé por qué me parece que estoy expresando lo obvio. Y desde luego, por estas opiniones probablemente seré objeto de escarnio: recibiré el chascarrillo, la retorcida insinuación, la sucia ofensa: no es gratuito el comentario, ya expliqué antes cómo fui objeto de esta suerte de terrorismo mediático, y sé también que ese modus operandi una y otra vez se repite contra cualquiera que disienta de los llamados disidentes. Pero tenga en cuenta el ofensor, si se precia de ser un intelectual, y si habla en nombre de la cultura, y si no quiere parecer que en realidad ejerce como neotirano o camorrista, que con ello no caminaría hacia verdad alguna; serían digresiones del tema que nos ocupa, y acaso un doble subrayado al agujero en las ideas. Se supone que cuando los debates ocurren entre intelectuales, sobre todo cabría esperar coherencia, debate, argumentos.
› Ángel Santiesteban y los perros de Pavlov
Excelente, mejor argumentado imposible.
ResponderEliminarsaludos,
J.