viernes, 6 de febrero de 2009

Ayudando a Rahm Emanuel

En la foto: Los Diaz-Balart y Ros-Lehtinen, los dueños del cementerio

Por M. H. Lagarde

Ahora que, bajo el gobierno de san Obama (el santo de los desesperanzados), soplan aires conciliatorios por qué no echarle una mano al Jefe del Gabinete de la Casa Blanca, Rahm Emanuel.
Rahm, justo ayer, dijo que su gobierno estaba interesado en analizar los cambios en la comunidad cubana. La verdad, amigo Rahm, que no hay que analizar mucho. Sin ánimos de burocratizar la investigación aquí le dejo algunas cifras que, indiscutiblemente, representan algo nuevo.
Debe tener en cuenta que de los cubanos que votaron en la últimas elecciones, lo hicieron por Obama un 46 por ciento de los que tienen ahora de 30 a 49 años y un 65 por ciento entre los menores de 30 años.
De igual forma, es bueno conocer que entre los llegados a Estados Unidos en la década del 90, un 49 por ciento votó por su presidente, cifra que alcanza un 58 por ciento entre los que llegaron después del 2000.
Pero no vaya a ilusionarse, amigo Rahm, con números tan alentadores porque, como usted debe saber bien, los que apostaron por el necio de McCain, todavía cuentan, y bastante, en la política que se hace en la Florida. Son los viejitos que después de salir huyendo de Cuba en 1959 y asentarse en Miami al amparo de anteriores administraciones, organizaron invasiones, bandas de alzados, agresiones biológicas, actos terroristas y magnicidios contra la Isla.
¿Qué es cosa del pasado? Para nada, amigo Rahm. Sirva de ejemplo dos noticias de hoy mismo para ilustrar que los viejitos (más conocidos como la mafia) continúan detentanto el poder político y mediático, cual férrea dictadura, al sur de la Florida.
Según un reporte de EFE, un tribunal de Apelaciones de EE.UU. falló que la retirada, en 2006, de las bibliotecas públicas del condado de Miami-Dade del polémico libro "Vamos a Cuba" no violó la Constitución.
La nueva decisión revoca la orden de un juez que impedía retirar las 49 copias de dicho libro de las estanterías de las bibliotecas escolares, por el simple hecho de mostrar en sus páginas a los niños cubanos, con sus pañoletas rojas y sus libros gratuitos, asistiendo a la escuela.
Ahora el undécimo Tribunal de Apelaciones de Atlanta falló porque la junta no había quebrantado la Primera Enmienda de la Constitución estadounidense y ordenó que se levantara la orden que obligó a colocar de nuevo el libro en las estanterías.
¿Qué cómo son capaces de tales patrañas?. La verdad es que nadie sabe a ciencia cierta. Se especula que Miami es una república bananera independiente, con su propia constitución y leyes. Es quizás el único modo de explicar que sea el único sitio donde se condene a varias cadenas perpetuas a alguien por luchar contra el terrorismo mientras los terroristas que violan espacios aéreos de otros países y hacen estallar aeronaves civiles en pleno vuelo, se pasean impunemente por las tabernas del pueblo. ¿Conoce el caso de los Cinco, amigo Rahm?
De igual forma, los viejitos, ilustres descendientes de los esbirros de Batista que asesinaron a 20 mil jovenes en la Cuba prerrevolucionaria, padecen de una inmoralidad sin límites. Luego de implantar la llamada Ley de Ajuste Cubano, alentar agresiones y apoyar un bloqueo de medio siglo que intenta rendir por hambre a los cubanos de la Isla, le endilgan a la revolución las víctimas de una guerra desatada por y desde Estados Unidos.
Son ellos, amigo Rahn, quienes no permiten, para así poder hablar mal de Cuba en los periódicos, que cese la sangrienta regata que tiene como escenario el estrecho de la Florida.
El colmo del cinismo es la payasada de colocar en un parque de Miami, como sucederá este fin de semana, cerca de 10.000 cruces blancas para recordar a las "víctimas del régimen castrista".
No falta quien piense que el tal camposanto de lechada no es otra cosa que una maqueta a tamaño real de lo que será algún día el cementerio particular de los Lethinen y los Díaz Balart. Pero nadie dice nada. Ya sabe usted, amigo Rahm, de qué modo se interpreta allí la primera enmienda.

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