domingo, 18 de enero de 2009

La Habana que espera a CFK


Por Victoria Ginzberg
Desde La Habana
Carlos tiene 77 años y trabajó en el Ministerio de Transporte. “Fui dirigente”, dice. Ahora está jubilado y, además, llena los tanques de nafta de los autos en una pequeña estación de servicio ubicada frente a la tribuna antiimperialista, la plaza que está pegada a la Oficina de Intereses Especiales de Estados Unidos, el sustituto de la embajada norteamericana. “El problema no es Barack Obama, sino los intereses. Ellos luchan por la hegemonía, nosotros por la libertad”, asegura Carlos como quien enuncia una obviedad.
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner llegará hoy a una Habana donde muchos están pendientes de lo que ocurrirá esta semana en los Estados Unidos. La mayoría, sin embargo, no parece tener muchas esperanzas en que la asunción del nuevo presidente norteamericano signifique un gran cambio para la isla. “Cuba ha sido muy fuerte, no nos van a rendir, aquí hay un pueblo decidido a dar pelea”, sigue Carlos, mientras se levanta de su silla para inflar las gomas de un Lada rojo y cuadrado que acaba de detenerse. De anteojos grandes, gorro con visera, sentado al lado del surtidor de diesel cuenta que desde allí ve pasar las manifestaciones que se realizan cada vez que los cubanos protestan por alguna medida tomada en el Norte.
La Oficina de Intereses Especiales de Estados Unidos es un edificio moderno con grandes ventanas espejadas. “Bush se despide”, “Lula apoya a Evo”, se alcanza a leer en su anteúltimo piso, donde una pantalla difunde breves noticias. Hay que hacer esfuerzo para descifrar lo que dice. Es que delante hay 138 mástiles. Una placa colocada en 2006 anuncia que igual cantidad de banderas “ondearán dignas frente a los ojos del imperio para recordarles desde hoy cada uno de los años de lucha del pueblo cubano desde que nuestros padres fundadores dieron el grito de la independencia en 1868. Como entonces, ante la sombra luminosa de este gran monte de banderas continuamos peleando como hombres y mujeres libres”. Siguiendo por el malecón, a pocos metros del Monte de las Banderas y luego de la tribuna antiimperialista, hay una estatua de José Martí con un niño en brazos y su índice apuntando acusador a la representación norteamericana. Es una especie de memorial del caso de Elián González, el balserito que en Estados Unidos no querían dejar regresar a Cuba.
Bien informados
En esta isla donde el argentino más famoso no es Maradona sino el Che, es fácil encontrar gente informada. “Esto (la visita de Cristina Kirchner) se da a partir del evento en Brasil (el ingreso de Cuba al grupo Río). Es un momento idóneo en el Cono Sur, es positivo para Cuba y para toda América latina”, señala Manuel Reyes detrás del mostrador del paladar Nerei, que funciona en el patio delantero y el living de la casona de su cuñada, en el barrio Vedado. Manuel tiene 62 años y antes trabajaba en el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos. Tampoco se quiere hacer muchas ilusiones con Obama ni con la posibilidad de que durante su gestión se levante el bloqueo sobre la isla que mantiene Estados Unidos desde 1962, pero espera que “cumpla con alguna de las cosas de su plataforma, como eliminar las restricciones de los viajes y el envío de dinero”.
En La Habana Vieja, ese callejero de casas antiguas –ahora muchas restauradas y pintadas de amarillo, celeste, o rojo– declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, Juan Salerno, de 63 años, es empleado de un restaurante. Sentado delante del mural de los trabajadores del lugar –-fotos de Fidel, un afiche por el aniversario 50° de la Revolución, recortes de prensa sobre el Che Guevara y Camilo Cienfuegos– también se revela escéptico. “Dijo que va a eliminar la cárcel de Guantánamo pero que llevaría tiempo. ¿Cuánto será? Dijo que va a retirar las tropas de Irak, pero manda más a Afganistán...”, enumera como para dejar en claro que su desconfianza en el futuro presidente norteamericano tiene una base sólida. A pocas cuadras de allí, donde el sonido del piano del coqueto Hotel Ambos Mundos no llega y el guía turístico alemán que levanta un cartel para que unos treinta rubios y rubias muy altos lo sigan es como una realidad paralela, Leswi ayuda a su papá a manejar el mercado agropecuario estatal Unidad. Es una casa vieja con la fachada descascarada muy cerca de los turistas que compran remeras y postales del Che. Los cubanos van allí a proveerse de frutas y verduras a precio módico. “Esto era un almacén de abastecimiento, donde había solo productos de la canasta básica pero después de los huracanes, los mercados particulares subieron los precios y la población no podía comprar, por eso nos proveen de otras cosas a precios bajos”, cuenta Leswi y señala los tomates y calabazas. Tiene 29 años, es moreno, usa un aro dorado en la oreja y es la comprobación de que la edad influye al momento de expresar las expectativas sobre la isla. “Sería bueno que haya algunos cambios, que no haya dos monedas (los pesos cubanos y los pesos convertibles que usan los extranjeros o los que están en contacto con ellos) y sería bueno poder viajar”, enuncia. Y agrega: “Los jóvenes estamos atrancados”.
En la calle, donde los Lada soviéticos y los Buick, Cadillac y Chevrolet clásicos conviven con autos modernos, se percibe que el cambio de Fidel a Raúl no ha sido traumático y que Cuba se prepara para el futuro. “Es un ser humano como cualquiera, algún día se tiene que ir”, es la frase de Carlos, el de la estación de servicio, aunque nadie sabe si el líder revolucionario está tan grave como afirman en Miami.

El Martín Fierro cubano

La visita oficial de Cristina Kirchner fue anunciada ayer en la tapa del Granma, el único periódico de la isla. “Su presencia –dice el artículo– contribuirá a estrechar los lazos de amistad y cooperación que caracterizan las relaciones entre los gobiernos y pueblos de ambas naciones.”
En La Bodeguita del Medio, el bar famoso porque allí tomaba sus mojitos Ernest Hemingway, el Martín Fierro cubano –así se presenta– dice que el viaje de la Presidenta argentina “es parte de la unidad que se dio en Brasil entre todos los pueblos de Latinoamérica, sin injerencia de nadie”. El Martín Fierro cubano se llama Orlando Laguardia y reparte poemas en el bar más famoso de La Habana, donde las paredes están repletas de mensajes en marcador de personas de todas partes del mundo. El lleva una solapa y un sombrero repleto de pins y prendedores que le dan los turistas. “A la derecha Europa, a la izquierda Estados Unidos y arriba América latina, así no entran en conflicto”, bromea. Luego aclara que las banderas de Estados Unidos son obsequio de “unos médicos progresistas, que no tenían nada que ver con su gobierno”.
“Anote –le dice a Página/12– le voy a dedicar algo a la Presidenta. ‘Cristina Fernández, ser mujer/ y estar gobernando/ es estar inmortalizando/ como sexo a la mujer./ La mujer para el placer,/ la mujer para el hogar,/ la mujer para engendrar/ un hijo y dárselo al mundo/ tiene su feliz segundo/ cuando llega a gobernar”, recita. Y Página/12 anota sin decirle que, tal vez, aun con buenas intenciones, se puede herir susceptibilidades del género femenino.

Tomado de > Página12

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