jueves, 5 de octubre de 2017

Huracán Irma: Libertinaje de la "prensa"

Rescatistas cubanos durante las inundaciones del huracán Irma

Por Michel E. Torres Corona

Septiembre fue un mes difícil para Cuba, signado por el paso del ciclón más poderoso formado en el Atlántico: Irma, un coloso huracanado de lluvia, viento y marejada. La Defensa Civil, veterana de mil batallas frente a la Madre Naturaleza, tomó, de conjunto con las máximas autoridades del país, todas las medidas para asegurar un mínimo de daños materiales y salvaguardar la vida humana. No se logró: Irma dejó un saldo de diez fallecidos y cuantiosos destrozos, a todo lo largo y (poco) ancho de nuestra isla. Imágenes sobran en la prensa escrita y digital.

Sin embargo, ni siquiera un fenómeno natural de este tipo, ajeno por completo a las veleidades humanas, se escapa de tergiversaciones y manipulaciones con fines políticos. Aun cuando Irma azotó en su paso a Antigua y Barbuda (Barbuda llegó a declararse inhabitable), Puerto Rico y la Florida, el impacto mediático del paso del huracán por el territorio cubano no tuvo paralelo. Y es válido decir que el ánimo de tal cobertura fue, muchas veces, malsano.

Cuando numerosas publicaciones exaltaban la solidaridad de la comunidad cubana en la Florida, o la maravillosa preparación de las autoridades a la hora de dar refugio o ir al rescate de personas en peligro en cualquier latitud azotada por Irma, un buen número de notas (sobre todo, en los sitios destinados a la guerra mediática contra Cuba) se hacían eco de una campaña difamatoria que se propuso atacar la respuesta del gobierno cubano ante el embate del ciclón y las medidas adoptadas para la recuperación.

Se obviaban los fallecidos en otras latitudes, y se hacía hincapié en los decesos de cubanos, con enfoques que iban desde la caracterización de individuos en pobreza extrema y sin amparo ninguno por parte del Estado cubano, que morían por sus paupérrimas condiciones de existencia y no por fuerza de viento alguna; hasta la pasmosa injuria de acusar a los rescatistas y bomberos de no acudir a llamados de emergencia.

Cuando se lanzaban mensajes de optimismo, de fe en la recuperación para las demás islas caribeñas o para el territorio estadounidense afectado, estas parecían trastocarse en cuanto se dirigían hacia las costas cubanas: aparecía entonces un paparazzi con su móvil en mano, entrevistando dos o tres personas de la Centro Habana más golpeada; una crónica sobre la desesperanza en la población, que súbitamente había perdido la confianza en las instituciones públicas del Estado cubano; un reportaje sobre como la culpa de Irma y de toda su devastación no debía recaer en un centro de baja presión atmosférica, sino en la administración pública socialista y en la ineficiencia del aparato estatal.

Cuando se habla, en ocasiones con soberana ingenuidad, de las bondades de Internet y de cómo los blogs vienen a ser paladines de las libertades de prensa y expresión, muchas veces se obvia que numerosos de estos sitios (si no todos) obedecen a una política editorial, dictada por el bolsillo que financia todos sus propósitos. El que paga tiene intereses particulares (políticos, económicos, de esencia clasista) y esos intereses condicionan siempre la redacción de cualquier medio de prensa. Los medios “alternativos” que pululan en el ciberespacio no son una excepción.

Por ello, cuando muchos de estos blogueros y periodistas “independientes” se alzan con la bandera de la libertad y del profesionalismo, con el pundonoroso estandarte de la objetividad periodística y la verdad más preclara, uno pudiera ponerse a pensar en los miles de linieros que estuvieron semanas, noche tras noche, trepados en un poste, trabajando incansablemente para reestablecer el servicio eléctrico; o en las brigadas que con picos y palas sostuvieron las labores de recuperación en las termoeléctricas; o en los muchachos y muchachas de las FAR, que apenas unas horas después del paso de Irma transitaban por las calles, despejando la vía de escombros y árboles caídos; en aquellos paramédicos que cargaron en brazos a una niña, con el agua por la cintura, luego de haberla rescatado del peligro en su hogar.

Uno pudiera ponerse a pensar en todo eso, en lo que Irma significó para Cuba, para su pueblo, en lo que se hizo para contrarrestar su efecto; uno pudiera pensar en los errores, pero también en los aciertos; uno pudiera pensar que la población merece una información que le brinde todas las aristas de la verdad, y no una condicionada por capitales privados o intereses foráneos. Uno pudiera pensar que, en nombre de la libertad de prensa, no se debiera izar la manchada bandera del libertinaje periodístico, la difamación y la manipulación.

Irma no venció a Cuba. Nada lo hará.

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