miércoles, 11 de octubre de 2017

Trump, las sanciones y la libertad de Cuba


Por MHL

En una ceremonia, celebrada este viernes en la Sala Este de la Casa Blanca en la que participaron más de 200 líderes de negocios, comunitarios y religiosos de la comunidad hispana en EEUU, el presidente Donal Trump volvió a reafirmar su política agresiva contra Cuba.

“No levantaremos las sanciones al régimen cubano” hasta que no haya “libertad” en la isla, y si no se producen “reformas fundamentales” en Cuba. Según él “el comunismo es pasado” y “la libertad es el futuro”.

Al parecer las sanciones a las que se refirió Trump son las del más de medio siglo de bloqueo contra Cuba que, como su antecesor, Barack Obama, reconoció al restablecer las relaciones con Cuba, resultaron una política fallida para acabar con la revolución cubana y nada tienen que ver con las sanciones a la reunificación familiar y al turismo con el pretexto de ciencia ficción de los llamados “ataques acústicos”. Curiosamente, casi al mismo tiempo en que Trump pronunciaba su última anatema contra Cuba algunas agencias de prensa reportaban que algunos turistas norteamericanos se habían declarado "víctimas" de tales "ataques".

Nadie aclaró sin embargo qué tipo de libertad es la que Trump desea para la Isla. Si descartamos que se trata de la conquistada por los cubanos el primero de enero, que, por lo visto, debe ser para él también algo del pasado, el mandatario dejó en el aire la duda si se trataba de la libertad con que cuenta la policía de su país para asesinar negros a mansalva o a la de los "hijos de puta", como él mismo los llamó, atletas de la NFL de hincarse en protesta por tales crímenes al sonar el himno de Estados Unidos al comienzo de los partidos de futbol.

No se sabe tampoco si se refería también a la de apoyar descaradamente a los grupos supremacistas blancos que proliferan en ese país, la de expresarse, rifle en mano, matando a casi 60 personas desde la habitación de un hotel de las Vegas, o la libertad con la que cuenta su propio hijo de aparecer en anuncios para vender armas con silenciador.
Si de esas libertades se trata, demás está decir que al presidente norteamericano, quien padece de los ataques de mentiras de la mafia anticubana de Miami, no le quedará más remedio que resignarse a vivir con el ejemplo de Cuba clavado en la garganta. No será por cierto el primero al que la pequeña y digna Isla del Caribe se le atraganta.

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