Hace cinco años se inició una serie de protestas en Medio Oriente conocidas como la Primavera Árabe. Estos movimientos, como sus predecesoras “Revoluciones de colores”, ocasionaron el derrocamiento de los jefes de Estados en los países por medio de revueltas, levantamientos, protestas e intervenciones encubiertas.
Se gestaron en Europa Oriental, pero lograron expandirse hacia otras zonas como Oriente Medio.
¿Por qué Revolución de colores?
Se relaciona con el uso simbólico de colores o nombres de flores adoptados por los manifestantes. Por ejemplo, la Revolución de las Rosas en Georgia (2003), la Revolución Naranja en Ucrania (2004), la Revolución de los Tulipanes en Kirguistán (2005), entre otros.
¿Quién fue su creador?
El creador del movimiento fue el filósofo, político y escritor anticomunista estadounidense, Gene Sharp.
Según el periodista y activista político francés, Thierry Meyssan, por encargo de la estadounidense Agencia Central de Inteligencia (CIA), Sharp debía crear un mecanismo que permitiera a un golpe de Estado parecer una revolución.
Para su objetivo se sirvió de las investigaciones del sociólogo francés Gustave Le Bon, quien logró demostrar que los adultos se comportan como niños cuando están envueltos en la emoción colectiva y, aunque sea por un momento crítico fugaz, son susceptibles a las sugerencias de un líder que para ellos encarna una figura paterna.
Sharp sumó además conocimientos de Sigmund Freud y concluyó de que también era posible explotar el “complejo de Edipo” en los adolescentes para dirigir a una multitud de jóvenes en contra de su jefe de Estado, como una figura paterna simbólica.
El estadounidense aplicó sus conocimientos y su experimento inicial para este tipo de operación intervencionista con fachada de revuelta popular pacífica en el derrocamiento de Slobodan Milosevic en Serbia y Montenegro en el año 2000.
¿De qué se tratan?
La médula ideológica de este movimiento se basa en el principio de la acción directa “no violenta”. Sharp parte de la idea de que el poder se apoya en la obediencia de los ciudadanos. Asegura que si no hay obediencia, los líderes no tienen poder.
De este modo, creó un guión de tres etapas para llevar a cabo una revolución de color:
1.Organizar protestas, manifestaciones con piquetes, mítines. Persuadir a los ciudadanos con la idea de que el gobierno es ilegítimo y, de esta manera, crear un movimiento antigubernamental.
2.Convocar a huelgas, disturbios, sabotaje, desobediencia social y desprestigiar a las fuerzas de seguridad.
3.Derrocar de manera “no violenta” al gobierno.
Las revoluciones de colores que han tenido éxito lograron la salida del poder de Eduard Shevardnadze en Georgia; la elección de Víktor Yushchenko en Ucrania y la salida del Gobierno de Askar Akayev en Kirguistán.
Los gobiernos que sucedieron tras estas Revoluciones de Colores se consideraban a sí mismos de “conciliación y apertura”, sin embargo, excluyeron a las fuerzas políticas que apoyaban a los derrocados y aplicaron medidas económicas neoliberales en sus países, incluso conllevaron al estallido de rebeliones territoriales de corte separatistas, sumiendo así a estos países en prolongados estados de ingobernabilidad.
El mandatario ruso, Vladimir Putin, definió en 2014 estos movimientos como “la instigación de conflictos entre gente con distinto origen étnico o religioso, la promoción de ideologías nacionalistas, las violaciones masivas del orden público o los llamamientos al derrocamiento por la fuerza del régimen en vigor”.
Putin destacó que en el mundo moderno, "el extremismo se usa como herramienta geopolítica para redistribuir esferas de interés". Cabe destacar que históricamente y desde su surgimiento, estos movimientos han apuntado a la instauración de gobiernos de claro acento pro occidental y el distanciamiento de estos países de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) compuestas por los países exsoviéticos.
Manipulación de términos: manipulación de las masas y sus consecuencias
Para el periodista Thierry Meyssan, la manipulación se da cuando se confunde el término revolución.
"Una auténtica revolución implica un trastorno en las estructuras sociales que se lleva a cabo durante varios años, mientras que una 'revolución de color' es un cambio de régimen que se produce en cuestión de semanas. El otro término para un cambio forzado de liderazgo sin transformación social es un “golpe de Estado”, señala.
Meyssan asegura que aludiendo a la perspectiva infantil de los colores se pretenden desdibujar las consecuencias del derrocamiento del jefe de Estado. “Cuando la gente se despierta, ya es demasiado tarde; el gobierno ha sido usurpado por personas que no son de su elección”, explica el periodista francés.
Un claro ejemplo de esto se vive en el Medio Oriente tras la Primavera Árabe. A cinco años después de estas protestas, y pese a las diferencias en cada uno de los países, la situación política, económica y social no se ha adecuado a las exigencias de quienes las iniciaron. En cambio, nuevos grupos revolucionarios han sido silenciados por las fuerzas de seguridad, lo que hace poco probable que se dé una situación similar como la vivida entre finales de 2010 y principios de 2011.
Tomado de Telesurtv
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