miércoles, 6 de marzo de 2013

La euforia indecente de la reacción



Por Fernando Rojas

Ahora intentarán una ofensiva. Ya comparten acentos los periódicos españoles de gran tiraje, los congresistas norteamericanos, los neoliberales derrocados por la urnas en América Latina, algún que otro gobierno vasallo de los Estados Unidos. Más que condolencias por la muerte del Presidente Chávez, se apresuran a juzgar el proceso bolivariano y a ponerle condiciones para la convivencia, a sugerir la rendición. Rápido andan los albarderos de la revancha, tan rápido que parecen indecentes. No comparten el dolor que está en la calle, por supuesto, pero tampoco lo respetan.
La prisa es la consecuencia de la actuación de los últimos meses. No les importaba la legitimidad constitucional ni el orden democrático, hoy se ve claro. Solo intentaban tener pretextos para enfrentar, con alguna razón aparente, a la revolución victoriosa. Temían tanto a Chávez, que se les cayó la careta  apenas el gigante se durmió. Vuelven a equivocarse: nunca entenderán que el gigante somos muchos. Su visión antidemocrática de este mundo los conduce siempre a sobrevalorar las individualidades. Despedimos a un grande, sí, pero sobre todo, porque forjó, como muchos otros, pueblos enteros. Y no lo hizo solo ni tanto por su genio o su pericia. La grandeza es más porque es la de la opción por los pobres y la de la segunda y definitiva independencia de América Latina y el Caribe.
Ya no toman las armas cual ridículos soldaditos de plomo manipulados como en Girón. Ahora parlotean sobe el proceso democrático y la mejoría de relaciones con los Estados Unidos. La esencia es la misma: persisten en desconocer la voluntad popular. Y tienen la desfachatez de hacerlo en nombre de la democracia. El desprecio por los sentimientos humanos los delata. Sencillamente, quieren gobernarnos a todos, porque se creen que pueden y deben hacerlo, que merecen tener mucho aunque otros no tengan nada. Esa fanfarronería conducirá a lo mismo que condujo ya tantas veces. Seremos menos ilusos, más consecuentes y más radicales. Es una pena que repitan tantas veces el mismo error. Parce que no pueden evitarlo, que una inercia infinita los moviliza, sin ninguna perspectiva medianamente comprensiva o realista. Peor para ellos. Hoy todos queremos vivir en paz, convivir, intercambiar, conocernos mejor, comerciar, edificar juntos…Pero nos tienen que respetar. Tienen que respetar a Chávez y a los suyos, que son muchos, tienen que respetar a pueblos enteros si les interesa convivir honrada y pacíficamente con ellos, señores y señoras poderosos.

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