Carlos Otero, el que aprendió historia escuchando a Oscar Haza |
Todos los días repito en la radio de Miami que yo creo que la gente se ubica según el compromiso con las ideas. Si me fuerzan, digo que también por la constancia y habilidad con que las defienda. Ya esto es cosa de voluntad y de suerte. Por eso quiero comentar un poco sobre la historia de algunos artistas, periodistas y comunicadores cubanos llegados al Miami reciente. Precisamente sobre la suerte de esos que alguna vez fueron exitosos en Cuba gracias a su talento y al cariño de su pueblo, y después aquí se dedicaron a politiquear contra su país. Por casi nada.
El trompeta Arturo Sandoval es uno de ellos. Sandoval integró en Cuba una orquesta elite como Irakere, fue un destacado militante del Partido Comunista, obtuvo o le dieron casa, carro y rodaba una moto japonesa en La Habana en época prohibitiva. Sandoval tuvo en sus manos, y muy bien que lo usó en su beneficio, el Festival Jazz Plaza. En tertulias y fiestas ostentaba su amistad con altos oficiales del MININT y una foto junto a Dizzy Gillespie y el Comandante en Jefe Fidel Castro, que publicó el periódico Granma. Y todavía Sandoval aprueba desde Miami una película sobre su vida, llena de mentiras, donde le presentan como un opositor muy crítico del gobierno; además de reunirse con los políticos más oscuros de la ciudad y hablar mal de su país donde quiera que puede. Quizás por eso Paquito de Rivera se niega a coincidir con Sandoval bajo un mismo techo. Por cierto Paquito, otro ex Irakere que disfrutó similares privilegios y se manifiesta públicamente como el Sandoval en contra del intercambio cultural con Cuba, terminó afinándole el violín o el piano al maestro Chucho Valdés para que le permitiera acompañarlo en el escenario. Como consta por todos lados, Paquito y Sandoval eran ya músicos hechos cuando vinieron a EEUU; ambos son productos de las escuelas de arte y conservatorios de la Revolución que constantemente difaman.
Pero mucho menos se entiende el raro concubinato con la derecha extremista de artistas y periodistas más jóvenes, graduados y captados por centros e instituciones de la Revolución; comunistas o castristas, como se les dice en Miami. Es incomprensible que Carlos Otero, que tuvo fama nacional en Cuba gracias a la Televisión, con acceso personal a altos dirigentes del ICRT, tenga que hincarse de rodillas a su llegada a Miami y decirle a Oscar Haza que todo lo que sabe de historia de Cuba se lo debe a su programa. Hay que ser cretino. Pero Otero no se conformó, después de eso se convirtió en Damo de Blanco y se coló en la marcha de los Estefan en la Calle 8. En su programa en el Canal 41 no pasa un día sin que diga o haga algo contra Cuba; o que use trampas para poner en entredicho a invitados residentes en la isla, como bochornosamente hizo con el cantante Cándido Fabré. Es culpa del propio Otero que ni Cándido ni otros artistas le quieran ver cuando visitan Miami. Prefieren irse con Alexis Valdés a su show, un conductor que generalmente ha mantenido su compostura ética antes las presiones de la politiquería de Miami, apoyando limpiamente el intercambio cultural, y recibiendo a los artistas cubanos sin trampa, aunque ocasionalmente ha hecho tontadas para complacer a la extrema derecha, como cuando lazó huevos contra la imagen del Presidente cubano Raúl Castro, solo para imitar a unos vulgares humoristas argentinos del canal de la competencia.
Sin embargo, todo esto es poco comparado con las declaraciones recientes de la actriz Ana Lidia Méndez, al programa de Pedro Sevcec en el Canal 41 de Miami, donde intentó rebajar la calidad artística y moral de la agrupación La Colmenita reconocida en el mundo entero, criticando sin rigor a su director Juan Carlos Cremata y cuestionando a Los 5 luchadores antiterroristas cubanos prisioneros en EEUU. ¿Sabrá Ana Lidia Méndez que Cremata era un niño cuando su padre fue asesinado como parte de la tripulación del avión explotado por Posada Carriles frente a las costas de Barbados? No lo sé. Lo que sí me consta es que Ana Lidia Méndez fue en Cuba una actriz triunfadora, conocida en los círculos del teatro, el cine y la televisión a nivel nacional.
No debe ser casual que el programa de Pedro Sevcec donde participó Ana Lidia sea dirigido por el una vez periodista y ahora reportero y activista anticastrista Wilfredo Cancio Isla. Un humilde guajiro de Sancti Spíritus a quien al Revolución becó en La Habana, le hizo periodista, lo empleó como profesor universitario y le pagó un doctorado en el extranjero. El mismo Cancio Isla que citando una fuente dudosa dijo que Los 5 eran dirigidos por telepatía desde La Habana cuando vio que ninguno se iba a doblegar, y que Cuba guardaba armas biológicas para usar contra EEUU. El mismo Cancio Isla que presentó a Antonio de la Cova como escritor, sin aclarar que además había sido convicto de la justicia norteamericana por terrorismo. El mismo Cancio Isla que después de ser descartado de la prensa escrita de Miami, empezó a editar un blog llamado Café Fuerte para seguir haciendo las mismas fechorías. La amplia nómina anticubana del Canal 41 no está completa si no menciono a Alejandro Ríos, en Cuba especialista en crítica cinematográfica del ICAIC, regularmente publicado en revistas culturales y que hoy en Miami se dedica, además de imitar a Zoe Valdés, a pasar materiales filmados en la isla, públicos o muy fáciles de obtener, que muestra a la teleaudiencia de Miami como producidos en clandestinidad y facilitados exclusivamente a él por una red de colaboradores. Es decir, una estafa cultural y una falta de respeto a los televidentes.
Miami se ha convertido en un reservorio ideológico de derecha para célebres vedettes como Mirtha Medina y Annia Linares, que llenaban los teatros América, Mella y Karl Marx de La Habana y no salían de la radio, la TV y las placas de la EGREM. ¿Es necesario convertirse en un objetor de su país para sobrevivir en Miami? No siempre. Leonor Zamora, por ejemplo, no ha llegado a extremos bochornosos. Ni Maggie Carles, que lucha en discreto y viaja incansablemente con su conocida y solicitada versión del Ave María de Schubert a donde le llamen. Farah María tampoco. Farah pasó de visita por Miami y ciertamente complació a su público, pero sin desaguacatarse. Y eso que un gran converso, el reportero de Univisión Mario Vallejo, el golden boy de Univisión para servir sopa anticubana a la derecha, le apretó la garganta a la Farah en busca de una declaración política. Es hasta gracioso porque este periodista, que hoy se disputa con Nelson Rubio la sucesión a Silvio Armando Pérez Roura y a Ninoska Lucrecia Pérez Castellón, presentaba a muy altos dirigentes revolucionarios en los actos públicos. Un día en la escalinata de la Universidad de La Habana, donde Fidel se acompañaba del entonces canciller Robertico Robaina, rompió un coro de “el que no brinque es yanqui” donde Mario Vallejo alarmó a los escoltas por la altura que alcanzaba; y de paso a Javier Sotomayor, que por entonces acababa de poner el record mundial en salto alto. Ese mismo Mario Vallejo, el saltarín, es el que hoy busca desde Miami a un cambio de régimen en Cuba.
Sobre el otro pretendiente a dirigir la Caverna Mambisa, Nelson Rubio, la cosa es seria. Resulta que el gran comentarista, que no deja dirigente ni institución cubana sin criticar, es graduado de la Escuela Antonio Briones Montoto de la Policía Nacional Revolucionaria, destacado miembro de la estación policial de El Bosque de La Habana, ex Secretario de la UJC de la Sección Política 1900 de la Brigada Especial. En cuanto a su currículo profesional, Nelson Rubio era conductor del programa “Juventud 2000” dedicado a ganar jóvenes para la propia Policía Nacional Revolucionaria.
Se entiende que a artistas como Celia Cruz y Olga Guillot, no les gustara el proyecto revolucionario; ellas ya tenían una carrera en alza cuando el triunfo popular de 1959. Y se comprende además que otros como Willy Chirino, Gloria y Emilio Estefan, guarden su distancia: ellos tienen raíces cubanas pero son producto de otra circunstancia. Lo que sí carece de lógica es que un joven artista como Amaury Gutiérrez, continuador del Movimiento de la Nueva Trova, que nunca tuvo un problema para componer y cantar en Cuba, ni para viajar al extranjero donde finalmente se quedó, se convierta en la nueva voz del anticastrismo miamense, llegando a homenajear al terrorista Luis Posada Carriles.
Varios de estos artistas y otros no nombrados en este artículo han participado gratuitamente en actividades en el Miami Dade County Auditorium con el objetivo de recaudar fondos para el US-CUBA DEMOCRACY PAC. Este grupo es un comité político derechista que se dedica a hacer presión en Washington DC para prohibir viajes y remesas y poner sanciones a Cuba. Acciones como estas demuestran que dichos artistas están desconectados de la base social que debería resultarles más cercana, de su público natural, representado por esa mayoría de cubanos llegados en los últimos tiempos al sur de la Florida y que desean una relación normal con su país de origen.
En esta galería miamense me queda por mencionar, por ahora, al grupo más penoso, más triste. Inmensas figuras del arte cubano que en Miami han tenido que realizar trabajos sin relación alguna con su profesión, o de muy poca relevancia en el mundo del arte. Me refiero a los casos de Orlando Casín, Reynaldo Miravalles y Carlos Cruz, actores de primera que se merecen mucho más y que, como nunca es tarde, están dando pasos para reencontrarse con su público y lograrlo.
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