domingo, 28 de agosto de 2011

Como Cuba podría aligerar la crisis de EE.UU.


Por  Manuel E. Yepe*

La pequeña isla vecina podría hacer una modesta pero valiosa contribución a la solución de la crisis económica de Estados Unidos.
Ha habido (y hay) congresistas y líderes políticos de ese país que abogan por la disminución de los dineros de los contribuyentes que Washington dedica, desde hace medio siglo, a promover el derrocamiento del gobierno y el fin de la revolución en Cuba.
Lamentablemente, la mayor parte de ellos no fundamenta su posición en la defensa de principios humanitarios ni los del derecho internacional, sino en la evidencia de que la superpotencia mundial no ha podido deshacerse del pequeño vecino irreverente que insiste en ser independiente y, peor aún, constituye un mal ejemplo que cunde de múltiples maneras por el continente y los demás países “en vías de desarrollo”.
Hay también quienes se basan en la demostración de que los recursos destinados a perjudicar a Cuba van a parar a manos de corruptos oportunistas de extrema derecha - de origen cubano o nativos norteamericanos- que así han llegado a amasar grandes  fortunas personales que acrecientan sin cesar y son multiplicadores de la corrupción en la sociedad estadounidense.
Pero, ante la gravedad de la crisis financiera que sufre Estados Unidos, hay quienes comienzan a enfatizar en lo que le cuesta a la nación norteña esa guerra inútil para someter al pueblo cubano.
Para los ciudadanos de la isla, los perjuicios del bloqueo, que se inició inmediatamente después de la victoria de la revolución en 1959 y se hizo oficial en 1960, han sido siempre evidentes. El daño económico directo a Cuba se calcula en más de $750 mil millones, al valor actual de esa moneda, que podrían haberse invertido en proyectos de desarrollo económico y social sostenibles.
Cualquiera puede calcular cómo estaría Cuba hoy si no hubiera habido bloqueo. Considerando los impresionantes avances en la educación, las ciencias, la técnica y la cultura, sería ya un país desarrollado, aunque los cubanos hablan de un futuro de desarrollo que no descanse en la explotación de otros países desde una relativamente mejor situación económica sino en las relaciones de solidaridad con los pueblos del resto del mundo, que son las que en realidad han hecho internacionalmente fuerte a su revolución.
Pero, sin apelar a cifras que pudieran ser secretas o falsas, piénsese cuánto dejan de ganar los estadounidenses por las prohibiciones de comercio e inversión con uno de sus vecinos más cercanos, cuya economía le es complementaria y podría serlo más.
Calcúlese cual sería el escenario si Washington reorientara para fines pacíficos los recursos que actualmente emplea contra Cuba en diversos frentes de la defensa, como el espionaje y la inteligencia; la subvención de traidores y de supuestos “disidentes”; el sostén de la militarmente inoperante y obsoleta base naval de Guantánamo (convertida hoy en vergonzoso centro de torturas a sospechosos); la implementación del bloqueo que eufemísticamente llaman “embargo” y la vigilancia de la prohibición de los viajes a Cuba por la Oficina Federal para el control de activos (OFAC); el empleo de su diplomacia para la persecución de sucursales o socios de entidades estadounidenses en cualquier parte del mundo para evitar que hagan negocios con Cuba, y amenazar a las de terceros países con la represalia norteamericana para obstaculizar nexos de éstas con la isla caribeña.
El costo económico de la campaña mediática contra Cuba en Estados Unidos y el mundo, así como el costo político de mantener a la Isla en todas las listas de odio que genera Washington para perjudicarla en sus vínculos con otras naciones, son sumamente  elevados.
A ello se agrega que los aportes financieros aprobados por el Congreso para la subversión interna en Cuba quedan, en su mayor parte, en cuentas de organizaciones vinculadas a la “hate industry” o “industria del odio” operada por elementos de la extrema derecha de Estados Unidos y su similar cubanoamericana.
Podría argumentarse, con razón, que las guerras de Estados Unidos fomentan empleos en sus industrias militares y que la que mantiene contra Cuba no significa gran cosa en ese sentido. Pero en momentos de grave crisis como los que vive la superpotencia, con perspectivas de ceder a corto plazo su lugar al frente de la economía capitalista mundial, no debían descartar una opción cuyo único costo sería reconocer la independencia de Cuba.
He oído a muchos estadounidenses culpar de la situación a los grupos cubanos de presión de Miami, pero en los niveles superiores del gobierno y el Congreso se reconoce que este inconveniente se resolverá con facilidad cuando esa sea la voluntad política de la oligarquía.

*Manuel E. Yepe, periodista cubano, especializado en temas de política internacional.

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