martes, 31 de mayo de 2011

Quiten sus manos de la primavera árabe

› George W. Bush promueve "primavera árabe" en Cuba

Por Soumaya Ghannoushi*

La primera ola de revoluciones árabes está entrando en su segunda fase al desmantelar las estructuras del despotismo político e iniciar el arduo camino hacia el cambio auténtico y la democratización.
Estados Unidos, en un principio confundido por la pérdida de aliados clave, ahora está decidido a dictar el curso y el resultado de esta revolución en marcha.
Cuando Obama habla de su deseo de “luchar para hacer realidad el mundo tal como debe ser”, no quiere decir de acuerdo con el anhelo de sus habitantes sino de acuerdo con los intereses estadounidenses.
¿Y cómo ha de construirse este nuevo mundo? El modelo es el de Europa oriental y las revoluciones de colores ; se usarán el poder blando y la diplomacia pública de Estados Unidos para moldear la escena sociopolítica de la región.
El objetivo es transformar las revoluciones populares en revoluciones estadounidenses pergeñando un nuevo conjunto de elites dóciles, domesticadas y bien dispuestas hacia EE.UU.
Esto significa no sólo cooptar a los viejos amigos de la era prerrevolucionaria sino también intentar contener a las nuevas fuerzas nacidas de la revolución y largamente marginadas por EE.UU.
Como es habitual, las inversiones y la ayuda están condicionadas a la adopción del modelo estadounidense con el pretexto de la liberalización y la reforma y a vincular las economías de la región aún más a los mercados estadounidense y europeo bajo el estandarte de la “integración comercial”. Uno se pregunta qué quedará de las revoluciones árabes en estas sociedades civiles infiltradas, estos partidos políticos domesticados y estas economías dependientes.
No obstante, aunque el gobierno de Obama tenga éxito con algunas organizaciones árabes, su apuesta a reproducir el escenario de Europa oriental puede estar destinado al fracaso. Praga y Varsovia miraban a Estados Unidos en busca de inspiración pero, para los habitantes de El Cairo, Túnez y Sana’a, EE.UU. es el equivalente a la Unión Soviética en Europa oriental: es el problema, no la solución.
Nadie podría haber dado una prueba más contundente de esta visión que el propio Obama, que comenzó su reciente alocución sobre Oriente Medio con la apología de la libertad y la igualdad de todos los hombres y la terminó con una referencia a la “judeidad de Israel”, negando así los derechos de ciudadanía al 20 por ciento de su población árabe y el derecho de regresar a 6 millones de refugiados palestinos.
En vano trata Estados Unidos de conciliar lo inconciliable: predicar la democracia mientras se ocupa y se ayuda a la ocupación.

*INVESTIGADORA DE LA ESCUELA DE ALTOS ESTUDIOS ORIENTALES Y AFRICANOS, LONDRES


Tomado de Clarín

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