sábado, 26 de marzo de 2011

Reflexiones de Fidel: Entre la emigración y el crimen


El discurso del Presidente norteamericano Barack Obama en El Salvador, y su posterior conferencia de prensa, me condujeron al deber de publicar estas líneas sobre el tema.
En la Reflexión de marzo 21 le critiqué su falta de ética al no mencionar en Chile siquiera el nombre de Salvador Allende, un símbolo de dignidad y valentía para el mundo, quien murió como consecuencia del golpe de Estado promovido por un Presidente de Estados Unidos.
Como conocía que al día siguiente visitaría El Salvador, un país centroamericano símbolo de las luchas de los pueblos de nuestra América que más ha sufrido como consecuencia de la política de Estados Unidos en nuestro hemisferio, dije: "Allí tendrá que inventar bastante, porque en esa hermana nación centroamericana, las armas y los entrenadores que recibió de los gobiernos de su país, derramaron mucha sangre."
Le deseaba buen viaje y "un poco más de sensatez." Debo admitir que en su largo periplo, fue un poco más cuidadoso en el último tramo.
Monseñor Oscar Arnulfo Romero era un hombre admirado por todos los latinoamericanos, creyentes o no creyentes, así como los sacerdotes jesuitas cobardemente asesinados por los esbirros que Estados Unidos entrenó, apoyó y armó hasta los dientes. En El Salvador, el FMLN, organización militante de izquierda, libró una de las luchas más heroicas de nuestro continente.
El pueblo salvadoreño le concedió la victoria al Partido que emergió del seno de esos gloriosos combatientes, cuya historia profunda no es hora de construir todavía.
Lo que urge es enfrentar el dramático dilema que vive El Salvador, del mismo modo que México, el resto de Centroamérica y Suramérica.
El propio Obama expresó que alrededor de 2 millones de salvadoreños viven en Estados Unidos, lo cual equivale al 30% de la población de ese país. La brutal represión desatada contra los patriotas, y el saqueo sistemático de El Salvador impuesto por Estados Unidos, obligó a cientos de miles de salvadoreños a emigrar a aquel territorio.
Lo nuevo es que, a la desesperada situación de los centroamericanos, se une el fabuloso poder de las bandas terroristas, las sofisticadas armas y la demanda de drogas, originadas por el mercado de Estados Unidos.
El Presidente de El Salvador en el breve discurso que precedió al del visitante, expresó textualmente: "Le insistí que el tema del crimen organizado, la narcoactividad, la inseguridad ciudadana no es un tema que ocupe sólo a El Salvador, Guatemala, Honduras o Nicaragua y ni siquiera México o a Colombia; es un tema que nos ocupa como región, y en ese sentido estamos trabajando en la construcción de una estrategia regional, a través de la Iniciativa CARFI."
"¼ le insistí en que este es un tema que no sólo debe ser abordado desde la perspectiva de la persecución del delito, a través del fortalecimiento de nuestras policías y nuestros ejércitos, sino que también enfatizando en las políticas de prevención del delito y por lo tanto, la mejor arma para combatir en sí la delincuencia, en la región, es invirtiendo en políticas sociales."
En su respuesta el mandatario norteamericano dijo: "El Presidente Funes se ha comprometido a crear más oportunidades económicas aquí en El Salvador para que la gente no sienta que debe enrumbarse al norte para mantener a su familia."
No necesito una palabra más para expresar la esencia de una situación dolorosamente triste.
La realidad es que muchos jóvenes centroamericanos han sido conducidos por el imperialismo a cruzar una rígida y cada vez más infranqueable frontera, o prestar servicios en las bandas millonarias de los narcotraficantes.
¿No sería más justo —me pregunto— una Ley de Ajuste para todos los latinoamericanos, como la que se inventó para castigar a Cuba hace ya casi medio siglo? ¿Seguirá creciendo hasta el infinito el número de personas que mueren cruzando la frontera de Estados Unidos y las decenas de miles que ya están muriendo cada año en los pueblos a los que usted ofrece una "Alianza Igualitaria"?› Leer Más

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