Por Julian Assange
En 1958 un joven Rupert Murdoch, que más tarde sería dueño y editor del periódico The News[1], escribió: “En la carrera entre el secreto y la verdad, parece inevitable que la verdad siempre gane”.
Su observación quizás reflejaba lo que su padre, Keith Murdoch, sacó a la luz un tiempo antes: las tropas australianas estaban siendo sacrificadas de forma innecesaria por los incompetentes comandantes británicos en las costas de Gallipoli. Los británicos intentaron silenciar la polémica pero no consiguieron acallar a Murdoch, cuyos esfuerzos llevaron a fin la desastrosa campaña de Gallipoli.
Casi un siglo más tarde, Wikileaks está también revelando sin temor hechos que deben hacerse públicos.
Crecí en una ciudad rural en Queensland[2], donde la gente decía lo que pensaba sin rodeos. Allí se desconfiaba de los grandes gobiernos porque se creía que podían corromperse con facilidad si no se les observaba meticulosamente. Los oscuros días de corrupción en el gobierno de Queensland, que terminaron con la investigación de Fitzgerald[3], son un testimonio de lo que pasa cuando los políticos amordazan a los medios de comunicación que intentan contar la verdad.
Ese tipo de cosas me han marcado. Wikileaks fue creada en base a esos valores fundamentales. La idea, concebida en Australia, era usar las tecnologías que ofrece internet para buscar nuevas maneras de contar la verdad.
Wikileaks ha acuñado una nueva forma de hacer periodismo: el periodismo científico. Trabajamos con otros medios de comunicación para sacar a la luz nuevas noticias, pero también para demostrar que esas noticias son reales. El periodismo científico te permite leer una noticia y a continuación hacer un clic para leer el documento original en el que esa noticia se fundamenta. De esa forma puedes juzgar por ti mismo: ¿Es esa noticia verdad? ¿Ha informado con precisión el periodista?
Las sociedades democráticas necesitan unos medios de comunicación fuertes y Wikileaks forma parte de esos medios. Ayudan a mantener un gobierno honesto. Wikileaks ha revelado algunas verdades muy duras sobre las guerras de Irak y Afganistán y sorprendentes historias acerca de la corrupción en el mundo empresarial.
Hay gente que ha dicho que estoy en contra de las guerras. Para que conste, no lo estoy. A veces las naciones deben entrar en guerra, y hay guerras que están justificadas. Pero no hay nada más incorrecto que un Gobierno mintiendo a su gente sobre esas guerras y después pidiendo a los ciudadanos que pongan sus vidas y sus impuestos en riesgo por esas mentiras. Si una guerra está justificada, contad la verdad y la gente decidirá si la apoya o no.
Si has leído alguno de los registros sobre las guerras de Afganistán o Irak, alguno de los cables filtrados de las embajadas estadounidenses o cualquiera de las historias que Wikileaks ha publicado, te habrás dado cuenta de lo importante que es para todos que los medios de comunicación puedan contar esas cosas libremente.
Wikileaks no es el único medio que ha publicado los cables de las embajadas estadounidenses. Otros medios, como el británico The Guardian, The New York Times, El País en España y Der Spiegel en Alemania han publicado los mismos documentos.
Sin embargo es Wikileaks, como coordinador de todos ellos quien ha copado los ataques más crueles y las acusaciones del Gobierno de los Estados Unidos y sus acólitos. He sido acusado de traición a la patria a pesar de que soy australiano y no estadounidense. Ha habido decenas de peticiones en los Estados Unidos para que las fuerzas especiales del país me quiten de en medio. Sarah Palin dice que debería ser “cazado como Osama Bin Laden”, un proyecto de ley de los republicanos en el Senado trata de que se me declare una amenaza internacional y que por tanto se me trate como tal. Un asesor de la oficina del Primer Ministro canadiense ha dicho en la televisión nacional que debería ser asesinado. Un bloguero estadounidense ha pedido que mi hijo de 20 años que está aquí, en Australia, sea secuestrado y torturado por una única razón: llegar a mí.
Y los australianos deberían observar sin ningún tipo de orgullo la vergonzosa demagogia de la Primera Ministra Gillard o de la Secretaria de Estado Hillary Clinton, que no han tenido ni una sola crítica para los otros medios de comunicación. Eso es porque The Guardian, The New York Times y Der Spiegel son conocidos y están asentados, mientras que Wikileaks es un medio joven y pequeño.
Estamos en desventaja. El Gobierno de Gillard[4] trata de matar al mensajero porque no quiere que la verdad sea revelada, ya que ésta incluye información sobre sus propias relaciones diplomaticas y politicas.
¿Ha habido alguna respuesta por parte del Gobierno australiano a las numerosas amenazas publicas de violencia contra mi y el resto de personas que forman Wikileaks? Uno podria llegar a pensar que el primer ministro australiano defendería a sus ciudadanos contra este tipo de cosas, pero sólo se nos ha acusado infundadamente de criminales. Se supone que el Primer Ministro y, especialmente, el Fiscal General, deben llevar a cabo sus obligaciones moral y dignamente, sin verse envueltos en la refriega. Pero tened por seguro que estos dos están actuando con el único fin de salvarse a sí mismos. No lo conseguirán.
Cada vez que Wikileaks publica la verdad acerca de abusos cometidos por agencias estadounidenses, los políticos australianos cantan a coro con el Departamento de Estado de EEUU falsedades como “¡Estáis arriesgando vidas! ¡Seguridad Nacional! ¡Las tropas estarán en peligro!”. Dicen que no hay nada relevante en lo que Wikileaks publica. No pueden ser ambas cosas, ¿en qué quedamos?.
En ninguna de ellas. Wikileaks ha estado publicando durante cuatro años. Durante todo ese tiempo hemos cambiado gobiernos en su totalidad, no sólo una única persona, y esto, como todo el mundo sabe, ha hecho daño. Pero los Estados Unidos, con la connivencia del Gobierno Australiano, ha asesinado a miles de personas en los últimos meses.
El Secretario de Defensa de Estados Unidos, Robert Gates, ha admitido en una carta enviada al Congreso de los Estados Unidos que ninguna fuente o método del servicio de inteligencia se han visto comprometidos por los documentos divulgados de la guerra de Afganistán. El Pentágono ha afirmado que no existen pruebas de que la información de Wikileaks haya causado daños en Afganistán. Fuentes de la OTAN en Kabul han asegurado a la CNN que no existe una única persona que necesite protección. El Departamento de Defensa de Australia ha dicho lo mismo. No hay tropas australianas ni fuentes afectadas por nada de lo que hemos publicado.
Pero nuestras publicaciones no son ni mucho menos insignificantes. Los cables de la diplomacia de Estados Unidos revelan algunos datos sorprendentes:
* Los Estados Unidos han pedido a sus diplomáticos que roben material personal e información de los oficiales de Naciones Unidas y de grupos pro-derechos humanos, incluyendo el ADN, huellas digitales, escaneo de iris, números de tarjetas de crédito, contraseñas de Internet y fotografías carnet, todo ello violando los tratados internacionales. Presumiblemente, los diplomáticos de Naciones Unidas australianos también han sido objetivo de ello.
* El Rey Abdullah de Arabia Saudí ha asegurado a oficiales estadounidenses en Jordania y el Reino de Bahréin que quiere que el programa Nuclear de Irán se detenga de cualquier modo.
* Las investigaciones del Reino Unido en Iraq fueron manipuladas para proteger los intereses de EEUU.
* Suecia es un miembro encubierto de la OTAN y el intercambio de datos sobre inteligencia con los Estados Unidos se produce desde el Parlamento.
* Los Estados Unidos están trabajando duro para colocar a los presidiarios de Guantánamo en otros países. Barack Obama está de acuerdo en reunirse con el Presidente de Eslovenia sólo si acoge a un prisionero. A nuestro vecino en el Pacífico, Kiribati, le han ofrecido millones de dólares por aceptar prisioneros.
En el histórico fallo de la Corte Suprema estadounidense sobre los Papeles del Pentágono podemos leer lo siguiente: “sólo una prensa libre y sin restricciones puede exponer el engaño del Gobierno”. La tormenta que gira alrededor de Wikileaks deja en evidencia la necesidad de defender el derecho de todos los medios de comunicación a revelar la verdad.
Julian Assange, editor jefe de Wikileaks.
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