Yoani Sánchez: pelando la cebolla

Por Ernesto Pérez Castillo

Yoani Sánchez, la personalidad más influyente del mundo (en su casa, después de su esposo) acaba de ver publicada la entrevista que concedió, según sus palabras, a “un periodista extranjero que había escrito un largo artículo contra mí”.
Este periodista extranjero resultó no ser otro que Salim Lamrani, el periodista y escritor francés, especialista en el tema de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, encargado de cursos de la Universidad Paris-Sorbonne -Paris IV y en la Universidad Paris-Est Marne-la-Vallée, que acaba de publicar un libro titulado Cuba: lo que los medios no le dirán jamás… o sea, que de ninguna manera la Yoani iba a dar pie en aquella entrevista, pues por una vez en su vida tenia delante a un intelectual de cuerpo entero.
Vale la pena leer la sarta de disparates que deshilvana la muchachita, ante cada pregunta de su entrevistador, que termina por descaracterizarla del todo, sin él opinar jamás… ni falta que le hace, pues la Yoani, tras cada metedura de pata, logra siempre el imposible de superarse a sí misma y soltar en la respuesta siguiente algo todavía peor… Y lo mejor, ella ni se da por enterada del tamaño ridículo que está representando.
Por ejemplo, que algunos detalles son inmejorables, como cuando Lamrani le recuerda que la mafia de Miami ha cometido actos de terrorismo contra Cuba, la Yoani solo atina a responder: “Los cubanos del exilio tienen el derecho a pensar y a decidir”. Y ese “pensar y decidir”, incluye, digamos, cañonear desde el mar un hotel en Varadero, desatar un incendio en una guardería infantil, o hacer estallar en pleno vuelo un avión civil cuyos pasajeros son mayormente deportistas casi adolescentes…
En otro momento inmejorable, esta muchacha que de sí misma confiesa: “me considero como una figura de Internet”, ella habla de que la propaganda cubana siempre alude a una posible invasión norteamericana a la Isla, entonces el entrevistador la interrumpe y dice: “pero hubo una”, y nuestra primerísima filóloga extraoficial solo atina a asombrarse: “¿Cuándo?”.
Pues, sí, Yoani, aunque tú no te hayas enterado, el gobierno de los Estados Unidos financió, organizó, reclutó, y entrenó a los mercenarios que invadieron a esta Isla, por Playa Girón, en 1961. Y así mismo, y con las mismas intenciones, continúa financiando y entrenando a sus mercenarios hasta el sol de hoy.
Luego Yoani se bota de batistiana y afirma: “El régimen (de Batista) era una dictadura pero había una libertad de prensa plural y abierta”, a lo que su interlocutor le informa: “No es cierto. La censura de la prensa también existía. Entre diciembre de 1956 y enero de 1959, durante la guerra contra el régimen de Batista, la censura se impuso 630 días sobre 759. Y a los opositores se les reservaba una triste suerte.” Ante lo cual, Yoani tiene que reconocer: “Es verdad que había censura, intimidaciones y muertos al final”.
Entonces qué: ¿con Batista había o no había censura?
Ella, que publica sus parrafadas contra el gobierno a los cuatro vientos, todos los días, 24 por 24, en dieciocho idiomas, ¿puede afirmar que sucede lo mismo a los “opositores” de hoy? ¿Dónde están ahora los “muertos al final”?
Alguien le jugó una mala pasada a la Yoani, alguien debió advertirle, y no lo hizo. Que no es lo mismo escribir sobre la escasez de papas y sombrillas que debatir ideas con un peso pesado.
Esta vez la Yoani se perdió una buena oportunidad de quedarse tranquilita en la sala de su casa, twiteando boberias, sobre las cebollas, por ejemplo, que cuando uno las pela, descubre de pronto que adentro no hay nada que encontrar.