Por Ernesto Pérez Castillo
No recuerdo, pero creo que fue en Bohemia, y hace mucho tiempo, donde leí una nota curiosa. Comentaba que alguien había dicho a la prensa, en algún país: “la mitad de los miembros del Congreso son unos ladrones”.
Aquel señor, presionado a rectificar, ofreció una extraña disculpa, pues apenas dijo: “bueno, la mitad de los miembros del Congreso no son ladrones”.
Algo similar acaba de suceder, ahora que Rahm Emanuel, el jefe de gabinete de Obama, calificó de “malditos retardados mentales” a los demócratas que se han atrevido a cuestionar la gestión del Premio Nóbel de la Guerra.
Sus palabras fueron hechas públicas el lunes por el Wall Street Journal, e inmediatamente recibió una andanada de críticas que obligaron a retractarse a Emanuel, a quien algunos llaman “pitbull” y otros llaman “Rambo”, y ninguno de esos apelativos hace pensar que sea un personaje dado a soltar prenda y sí alguien con muy malas pulgas.
Es el caso que para su disculpa, este nuevo “Rambo” –no hay que olvidar que en 1991 Emanuel se alistó como voluntario civil en el ejercito israelí, durante la primera Guerra del Golfo– telefoneó a Tim Shriver, quien preside los Juegos Paralímpicos y desde hace tiempo encabeza una campaña en contra del uso de la palabra retardado, y su disculpa fue aceptada.
Pero jamás se le pasó por la mente disculparse con los demócratas, los ofendidos en primer lugar, más bien lo que hizo fue verter vinagre a borbotones sobre la herida. Y con ello dejó bien sentado que los seguidores de Obama no necesitan a los republicanos para que los ataquen, pues desde ya los demócratas se bastan para darse papazos a sí mismos.
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