Por M. H. Lagarde
En su programa cuatrienal el Departamento de Defensa estadounidense identificó el terrorismo, los ciberataques y el cambio climático como algunos de los desafíos estratégicos que enfrentará EE.UU. en los próximos años.
Aunque durante casi un cuarto de siglo, el Pentágono ha construido su estrategia en torno a una hipotética situación de que se produjeran dos guerras convencionales en dos lugares diferentes al mismo tiempo, y su principal objetivo ha sido estar equipado y preparado para afrontarlos, los militares norteamericanos han replanteado su capacidad de respuesta ante un nuevo escenario mundial en donde han aparecido nuevas "amenazas" como los ataques cibernéticos, así como los grupos terroristas y la existencia de más naciones con armas nucleares.
Al considerar el cambio climático, como un factor potencial de inestabilidad o conflicto en el mundo, el Pentágono, en su nueva estrategia, tiene en cuenta realizar operaciones en las que el aumento de los niveles del mar o la reducción de hielo en el Ártico sean un factor más en la planificación militar.
Cabría preguntarse si el Pentágono sabe que los Estados Unidos, un país que consume más de 20 millones de barriles diarios de petróleo, es el primer emisor de gases contaminantes a la atmósfera. No sería acaso más práctico que realizar grandes gastos en desplazamiento de tropas y armamentos, encaminados a detener la elevación de las temperaturas y otros posibles fenómenos naturales, subscribir tratados internacionales como el Protocolo de Kyoto y no achacarle la culpa a terceros como sucedió en la reciente Cumbre de Copenhague.
En cuanto a los ciberataques, el Pentágono debía precisar mejor cuál es el concepto en que enmarca este nuevo peligro. ¿Considerarán los militares estadounidenses el derecho de los países a defender su soberanía al impedir que la red de redes -por cierto, creada en el propio Pentágono-, sea usada como un arma de propaganda y subversión para desestabilizar a aquellos gobiernos que no son del agrado de Washington?
Respecto a los grupos terroristas “que pueden atacar con armas biológicas, químicas o materiales nucleares” el Pentágono debía, primero que nada, indagar entre las muchas agencias de seguridad e inteligencia de ese país si ya existe un acuerdo de cuáles son los rasgos faciales de Osama Bin Laden, o si conocen de la existencia de organizaciones terroristas en el propio territorio de Estados Unidos. ¿Volar aviones civiles en el aire, como sucedió en Barbados en 1976, estará considerado como una amenaza en la "Revisión de Defensa Cuatrienal 2010"?
Y qué decir de la cada vez mayor existencia de armas nucleares. Estados Unidos no solo se lleva la primacía mundial en poderío atómico, al contar con 5.576 ojivas y 1.198 portadores, sino que además es el único país que las ha empleado en dos ocasiones.
¿Quién garantiza que algo similar no volverá a suceder ante alguna nueva amenaza definida por el Pentágono como una prioridad en materia de defensa?
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