Washington, 15 ene (EFE).- Barack Obama accedió a la Casa Blanca hace un año con un gran respaldo popular y un aura de unidad, pero hoy es una figura polarizante que tiene al país dividido entre los defensores de sus triunfos y los decepcionados por las concesiones que ha hecho en el camino.
Al tomar posesión, Obama se presentó al mundo como un presidente que iba a transformar la sociedad estadounidense y el papel de su país en el exterior, unos objetivos demasiado ambiciosos que, para muchos de sus seguidores, ha sido incapaz de cumplir.
"Pensar que sería capaz de cumplir su promesa de cambio y unidad, de crear consenso, era descabellado. Pero, por otro lado, sin este mensaje no hubiera podido ganar ni las primarias ni las elecciones.
Por tanto, estamos de nuevo ante un presidente que ha prometido lo que no puede cumplir", explica David Brady, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Stanford.
Cuando juró el cargo, hace ahora un año, Obama tenía dos grandes promesas pendientes, la retirada de las tropas de Irak y la extensión universal de la cobertura sanitaria, además de un compromiso ineludible: sacar al país de la recesión más grave de los últimos 80 años.
Hoy, las tropas no sólo siguen en Irak, sino que van a aumentar en 30.000 unidades en Afganistán para hacer frente a la insurgencia talibán, además de los compromisos inesperados que deberán asumir para combatir los nuevos refugios de Al Qaeda, como Yemen.
Su propuesta de crear un seguro público de salud se ha quedado en el camino, pero el Congreso trabaja intensamente para elaborar un proyecto de ley que extienda la cobertura a casi el 95 por ciento de los estadounidenses.
La economía ha comenzado a crecer, tras un año de contracciones en que se han invertido miles de millones de dólares en salvar la banca y estimular el consumo. No obstante, el mercado laboral sigue siendo el 'talón de Aquiles' de la economía, con una tasa de desempleo que no se conocía desde hace un cuarto de siglo, en torno al 10 por ciento.
De cara al exterior, Obama lanzó al mundo una llamada de consenso y entendimiento que le mereció el premio Nobel de la Paz, pero que no le ha servido para avanzar en la búsqueda de la paz en Oriente Medio o convencer a Irán de que abandone sus ansias nucleares.
Si la gestión que ha hecho Obama en el último año ha sido o no fructífera en los doce primeros meses, es algo que mantiene dividido al país en dos mitades idénticas.
Según una encuesta de la Universidad Quinnipiac publicada esta semana, un 45 por ciento de los encuestados piensa que Obama ha fracasado en su primer año, frente a un 45 por ciento que piensa que ha logrado éxitos.
Otra encuesta de CNN Opinion Research da un resultado similar, con un 48 por ciento en contra, frente un 47 por ciento a favor.
Además, su nivel de aprobación, que era de cerca del 70 por ciento cuando tomó posesión, ha comenzado a hacer aguas en los últimos meses, aunque nadie niega que el actual presidente sigue siendo popular entre los estadounidenses, mucho más que sus acciones políticas.
El sondeo de CNN le da un índice de popularidad del 51 por ciento, todavía por encima de la barrera crucial del 50 por ciento, aunque por debajo de hace tres meses.
Para Peter Brown, director adjunto del Centro de Encuestas de Quinnipiac, a los estadounidenses "les sigue gustando Obama personalmente, y lo ven como alguien honrado y en quien se puede confiar, aunque no comparten sus puntos de vista".
La base de votantes que movilizó durante su campaña, la mayor parte jóvenes progresistas e independientes, es hoy un colectivo decepcionado que ve que el presidente ha fallado en algunas de sus promesas de cambio.
Así, se sienten desilusionados por su decisión de incrementar las tropas en Afganistán, por no haber cumplido su promesa de cerrar Guantánamo en un año, y por haber respaldado el rescate de los banqueros de Wall Street.
Otro punto de decepción es el hecho de que haya renunciado prácticamente a implantar un seguro público de salud y que haya evitado enfrentamientos con países que violan los derechos humanos, como cuando declinó entrevistarse con el Dalai Lama en octubre pasado, lo que se interpretó como una concesión a China.
Hoy, Obama es visto por los observadores como un presidente que se ha movido en el centro del espectro político, lo que ha causado furor entre sus votantes de izquierdas, pero también entre los situados a la derecha, que le critican haber descuidado la seguridad nacional y de haber hecho posible el intento de atentado del Día de Navidad en Detroit.
"Obama hizo una gran campaña, pero en enero de 2009 tuvo que empezar a gobernar", apunta el profesor David Brady. "Gobernar es un ejercicio de trueque. Las expectativas estaban demasiado altas y es imposible cumplirlas". EFE
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