Si alguien todavía duda que la guerra terrorista contra Cuba durante los últimos 50 años fue financiada y dirigida por los Estados Unidos solo tiene que leer El Nuevo Herald. Si antes el terrorismo de la potencia del norte contra la Isla se realizaba de una manera encubierta, en una suerte de secreto a voces que lograba engañar solo a unos pocos, hoy los ejecutores de los crímenes contra el pueblo cubano no vacilan en confesar sus “hazañas” de manera pública.
En un artículo que aparece en la página de opinión de El Nuevo... titulado: “Sin plumas y cacareando”, firmado por Nicolás Pérez, puede leerse:
"Lo que vino después lo conocen al dedillo los actores del drama. Se crean grupos clandestinos y el gobierno norteamericano nos entrega armas, C4, blasting caps, mechas, fósforo vivo y nos enseña la CIA a utilizar toda esta maldita parafernalia. Pero fue una ayuda mediatizada. Ellos mandaban y nosotros obedecíamos. Éramos el arma de fuego, y ellos apuntaban y apretaban el gatillo. Nunca tuvimos independencia. Nos facilitaban los suministros exactos para alimentar el paredón y las cárceles, pero nunca el suficiente para poder tomar el control de una lucha que era nuestra. Cuando algún grupo se rebelaba y escogía trazarse un rumbo libre y soberano, como cuando Luis Fernández Rocha y Julio Hernández Rojo se infiltraron en Cuba, por la calle 40 de la playa de Varadero bajo una lluvia de balas el 20 de mayo de 1962, o cuando Juan Manuel Salvat y otros muchachos del Directorio Revolucionario Estudiantil bombardearon el Rosita de Hornedo en el Juanín I, días después, la CIA decomisaba el barco y desmantelaba la organización. Así de sencillo. Si no me obedeces ciegamente, te destruyo".
"Se creó un Escambray heroico. Pero las armas que la inteligencia norteamericana lanzaba en aviones raramente caían en manos de los alzados, siempre en manos del gobierno cubano. La falta de profesionalismo de la agencia de espionaje más sofisticada del mundo movía al asombro".
"Y llegó Bahía de Cochinos y cerca de 2,000 hombres fueron abandonados a su suerte sin apoyo aéreo de Washington. Y lucharon como bravos hasta el final. Y a nadie se le pidió responsabilidad dentro de los estamentos de poder en Washington de este desastre. A nadie. Aunque vamos a ser honestos, es cierto que cuando Castro buscó ayuda de la NKVD soviética, a nosotros no nos quedó más remedio que buscarla en la Agencia Central de Inteligencia, pero, ¿cómo pudimos los cubanos demócratas ser tan ingenuos y ciegos que sin desconfiar de las trampas que tiende la política internacional a los incautos actores secundarios de cualquier drama mundial, entregamos atada de pies y manos la suerte de nuestra patria al capricho y a las necesidades de una potencia extranjera?”
“Pero quejarnos a esta altura es de tontos. Y hoy, con más madurez, entendemos que los intereses nuestros siempre fueron diferentes a los de Washington. Y nos han utilizado. Nos han abandonado. Nos han traicionado. Pero debemos conservar la cabeza encima de los hombros, ellos son inevitables. Tratar de entendernos con los que dirigen este país es algo que revienta, pero no es una opción, es una necesidad. Están ahí. A 90 millas de nuestras costas. Y es la potencia más formidable del planeta Tierra. Hoy son los dueños del casino, y este exilio no tiene ni una sola ficha para apostar sobre el tapete verde, ni al número de la paz porque no le interesa a La Habana, ni al de la guerra porque el FBI y la CIA nos enviarían a la cárcel a patadas”.
La confesión, proveniente de Miami, como es de esperarse, no está exenta de una buena cuota de mentiras como esa de que la CIA le sirvió a la gusanera como alternativa para enfrentar a los soviéticos, algo que en el propio texto el autor desmiente cuando afirma que cuando alguien proponía un acto de terrorismo independiente la CIA "decomisaba el barco y desmantelaba la organización. Así de sencillo. Si no me obedeces ciegamente, te destruyo". Los mercenarios, ya se sabe, solo obedecen.
Igualmente falso resulta que Washington se haya desentendido de la labor de los "ejecutores" de actos de terrorismo que hoy residen impunemente en Miami, asi como que si optan por la guerra “el FBI y la CIA nos enviarían a la cárcel a patadas”.
La confesión, proveniente de Miami, como es de esperarse, no está exenta de una buena cuota de mentiras como esa de que la CIA le sirvió a la gusanera como alternativa para enfrentar a los soviéticos, algo que en el propio texto el autor desmiente cuando afirma que cuando alguien proponía un acto de terrorismo independiente la CIA "decomisaba el barco y desmantelaba la organización. Así de sencillo. Si no me obedeces ciegamente, te destruyo". Los mercenarios, ya se sabe, solo obedecen.
Igualmente falso resulta que Washington se haya desentendido de la labor de los "ejecutores" de actos de terrorismo que hoy residen impunemente en Miami, asi como que si optan por la guerra “el FBI y la CIA nos enviarían a la cárcel a patadas”.
Si bien es cierto, como apunta el articulista, que hasta ahora la gusanera de Miami ha sido utilizada, la CIA, y sucesivas administraciones norteamericanas, ni la ha abandonado y, mucho menos, traicionado. Más bien, todo lo contrario. El amparo a terroristas confesos como Orlando Bosch y Posada Carriles así lo demuestra.
Al mantener lejos del brazo de la justicia a sus "armas de fuego", los que “apretaban el gatillo” -esos que, supuestamente, hoy luchan por acabar con el terrorismo internacional-, no hacen otra cosa que poner a salvo su propio pellejo.
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