El escritor colombiano Gabriel García Márquez, premio Nobel 1982, fue espiado por policías de México entre 1967 y 1985. Lo reveló ayer el diario mexicano El Universal basado en archivos que recién se han dado a conocer y que pertenecían a la ya disuelta Dirección Federal de Seguridad (DFS), la antigua policía política del gobierno. La causa del espionaje se debería, entre otras cosas, a la relación estrecha que hay entre García Márquez y el líder cubano Fidel Castro.
Para la policía, y según establecieron en sus archivos, García Márquez se vinculó ina-decuadamente con Cuba. Los documentos de aquella policía lo acusan de ser “un agente de propaganda al servicio de la dirección de inteligencia de ese país”. Ese país, por cierto, es la Cuba revolucionaria.
El primer documento del espionaje data de 1967. Ese año se celebró el Segundo Congreso Latinoamericano de Escritores en tres ciudades de México. Y García Márquez, el intelectual colombiano que a ojos de la policía resultaba ser un peligroso constructor de ficciones, tuvo un rol protagónico. El siguiente archivo de los espías sucede en 1981, cuando el entonces presidente francés, François Mitterand, preparaba su visita a México, con motivo de la cumbre Norte-Sur que se realizó en ese país en 1982. Los espías detectaron que, antes de la cumbre de Mitterand, García Márquez se reunió con los secretarios generales de los partidos comunistas de México, Arnoldo Martínez Verdugo, y de Chile, Luis Alberto Corvalán Lepe. Esa reunión resultó preliminar de un suceso histórico: el 22 de mayo de 1982, Francia y México, en una declaración conjunta sin precedentes, reconocieron como “fuerza política representativa del pueblo salvadoreño”, al Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN). La declaración otorgaba a la guerrilla cobertura política para su acción diplomática. Y, para la policía mexicana, García Márquez estaba entremedio. Además, tal cual advierte El Universal, el espionaje tuvo una fuerte intensidad en los años setenta, durante las presidencias de México de Luis Echeverría (1970-76) y José López Portillo (1976-82). Los espías, entre todas las pesquisas, lograron detectar otro delito del escritor: era amigo de un intelectual francés. García Márquez tenía un estrecho contacto con Régis Debray.
Los servicios mexicanos finalmente escribieron su conclusión en un informe que era secreto hasta ayer. Determinaron, tras años de seguimiento desde sus vehículos y tras observar a García Márquez incurrir, al interior de su casa, en el delito de la conversación, lo siguiente: “Gabriel García Márquez, escritor de nacionalidad colombiana radicado en México, informó a Jorge Timossi, director (en México) de la agencia de noticias cubana Prensa Latina, que todos los derechos de su libro Crónica de una muerte anunciada pertenecen a Cuba porque él se los obsequió”. A la policía le bastó esta información para que García Márquez sea catalogado, además de procubano y prosoviético, como un activista de la propaganda comunista. Lo paradójico es que el escritor espiado por México pidió, en 1981, es decir, aún en los años en que era vigilado, asilo político en México. Lo que sucedía era que García Márquez estaba sufriendo un espionaje elevado al cuadrado. El gobierno de Colombia también lo había empezado a espiar: García Márquez, que hasta entonces sólo era de peligro al exagerar con adjetivos una escena de amor en sus libros, había sido señalado como un colaborador de la guerrilla colombiana.
Estos archivos de la desaparecida Dirección Federal de Seguridad contemplan un espionaje de casi veinte años. La vigilancia no llegó a penetrar el círculo más íntimo de Gabo, pero sí se llegó a identificar a su entorno de familiares y amigos. Y, también, su teléfono fue constantemente intervenido. Y, para remate, fuera de esos archivos, aún están en resguardo los documentos de la vigilancia sostenida de la que García Márquez ha sido víctima desde 1985 hasta la actualidad.
Para la policía, y según establecieron en sus archivos, García Márquez se vinculó ina-decuadamente con Cuba. Los documentos de aquella policía lo acusan de ser “un agente de propaganda al servicio de la dirección de inteligencia de ese país”. Ese país, por cierto, es la Cuba revolucionaria.
El primer documento del espionaje data de 1967. Ese año se celebró el Segundo Congreso Latinoamericano de Escritores en tres ciudades de México. Y García Márquez, el intelectual colombiano que a ojos de la policía resultaba ser un peligroso constructor de ficciones, tuvo un rol protagónico. El siguiente archivo de los espías sucede en 1981, cuando el entonces presidente francés, François Mitterand, preparaba su visita a México, con motivo de la cumbre Norte-Sur que se realizó en ese país en 1982. Los espías detectaron que, antes de la cumbre de Mitterand, García Márquez se reunió con los secretarios generales de los partidos comunistas de México, Arnoldo Martínez Verdugo, y de Chile, Luis Alberto Corvalán Lepe. Esa reunión resultó preliminar de un suceso histórico: el 22 de mayo de 1982, Francia y México, en una declaración conjunta sin precedentes, reconocieron como “fuerza política representativa del pueblo salvadoreño”, al Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN). La declaración otorgaba a la guerrilla cobertura política para su acción diplomática. Y, para la policía mexicana, García Márquez estaba entremedio. Además, tal cual advierte El Universal, el espionaje tuvo una fuerte intensidad en los años setenta, durante las presidencias de México de Luis Echeverría (1970-76) y José López Portillo (1976-82). Los espías, entre todas las pesquisas, lograron detectar otro delito del escritor: era amigo de un intelectual francés. García Márquez tenía un estrecho contacto con Régis Debray.
Los servicios mexicanos finalmente escribieron su conclusión en un informe que era secreto hasta ayer. Determinaron, tras años de seguimiento desde sus vehículos y tras observar a García Márquez incurrir, al interior de su casa, en el delito de la conversación, lo siguiente: “Gabriel García Márquez, escritor de nacionalidad colombiana radicado en México, informó a Jorge Timossi, director (en México) de la agencia de noticias cubana Prensa Latina, que todos los derechos de su libro Crónica de una muerte anunciada pertenecen a Cuba porque él se los obsequió”. A la policía le bastó esta información para que García Márquez sea catalogado, además de procubano y prosoviético, como un activista de la propaganda comunista. Lo paradójico es que el escritor espiado por México pidió, en 1981, es decir, aún en los años en que era vigilado, asilo político en México. Lo que sucedía era que García Márquez estaba sufriendo un espionaje elevado al cuadrado. El gobierno de Colombia también lo había empezado a espiar: García Márquez, que hasta entonces sólo era de peligro al exagerar con adjetivos una escena de amor en sus libros, había sido señalado como un colaborador de la guerrilla colombiana.
Estos archivos de la desaparecida Dirección Federal de Seguridad contemplan un espionaje de casi veinte años. La vigilancia no llegó a penetrar el círculo más íntimo de Gabo, pero sí se llegó a identificar a su entorno de familiares y amigos. Y, también, su teléfono fue constantemente intervenido. Y, para remate, fuera de esos archivos, aún están en resguardo los documentos de la vigilancia sostenida de la que García Márquez ha sido víctima desde 1985 hasta la actualidad.
Tomado de Crítica de la Argentina
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