Periodistas independientes degustando de la alta cocina de la SINA
Por Salim Lamrani
La disidencia cubana cuenta con una cobertura mediática excepcional en Occidente, muy desproporcionada respecto a su tamaño e influencia. No existe ninguna oposición latinoamericana tan mimada por las transnacionales de la información. Según la prensa, esa disidencia es víctima de una salvaje represión por parte de las autoridades cubanas y no dispone de ningún espacio de expresión. Sin embargo, no pasa una sola semana sin que los medios de comunicación occidentales publiquen alguna entrevista a famosos opositores supuestamente amordazados por el “régimen castrista”. ¿Son representativos de la sociedad cubana? ¿Son independientes de cualquier influencia extranjera?
La disidencia cubana cuenta con una cobertura mediática excepcional en Occidente, muy desproporcionada respecto a su tamaño e influencia. No existe ninguna oposición latinoamericana tan mimada por las transnacionales de la información. Según la prensa, esa disidencia es víctima de una salvaje represión por parte de las autoridades cubanas y no dispone de ningún espacio de expresión. Sin embargo, no pasa una sola semana sin que los medios de comunicación occidentales publiquen alguna entrevista a famosos opositores supuestamente amordazados por el “régimen castrista”. ¿Son representativos de la sociedad cubana? ¿Son independientes de cualquier influencia extranjera?
1. Los “opositores”
La oposición cubana tiene un estatus especial. Por una parte, es muy apreciada por la prensa occidental. En efecto, ningún grupo de opositores en América Latina, excepto tal vez la oposición venezolana, dispone de semejante aura mediática. Por otra parte, recibe colosales sumas de dinero de Estados Unidos, sobre las que los medios de comunicación no dicen ni una palabra y goza de una libertad de acción que escandalizaría a los fiscales de todo el mundo.
El 21 de junio de 2007, la Cámara de Representantes de Estados Unidos decidió aprobar el presupuesto de 45,7 millones de dólares para el año 2007-2008, presentado por el Presidente Bush y destinado a la disidencia cubana. Así, 254 congresistas, entre ellos 66 demócratas, respaldaron la estrategia de la Casa Blanca para derrocar al gobierno cubano. El legislador de Florida, Lincoln Díaz-Balart, descendiente directo del antiguo dictador Fulgencio Batista, acogió esta ayuda con entusiasmo. “Esta victoria representa un apoyo para la oposición política interna” cubana, señaló. “La ayuda a los opositores no es simbólica sino concreta” añadió. Asimismo, hizo pública una carta de algunos insignes disidentes cubanos que afirman que la ayuda estadounidense es “vital para la supervivencia de los militantes (1)”
La Cámara ha aprobado también, para el año 2007-2008, una suma de 33,5 millones de dólares (seis millones más que en 2006) para Radio y TV Martí. Estos dos medios estadounidenses emiten ilegalmente programas subversivos hacia Cuba con la intención de incitar a la población a subvertir el orden establecido (2).
Ese mismo día, el 21 de junio de 2007, el representante de la diplomacia estadounidense en La Habana, Michael Parmly, recibió con gran pompa a los celebérrimos disidentes René Gómez Manzano, Félix Bonne, Martha Beatriz Roque y Vladimiro Roca en su suntuosa residencia privada. Estos últimos venían a agradecer su generosidad al preciado mecenas (3).
Los medios de comunicación occidentales, normalmente tan prolijos con Cuba, permanecieron extrañamente silenciosos sobre estos dos hechos. Las razones son relativamente sencillas. Las personas que se afanan en presentar desde hace años como valerosos militantes en busca de la democracia, en realidad, solo son vulgares mercenarios que se venden al mejor postor. La palabra mercenario no es un término desproporcionado o exagerado. Según el diccionario Littré, se trata de cualquier individuo “que trabaja por dinero, dispuesto a hacer todo lo que le pidan por dinero (4)”. Manzano, Bonne, Roque y Roca encajan perfectamente en esta definición.
Sin embargo, esto no es nuevo. Desde hace decenas de años, Estados Unidos intenta por todos los medios crear y dirigir una oposición interna en Cuba para acabar con el proceso revolucionario cubano. Los archivos de Estados Unidos son elocuentes a este respecto. Además, muchos documentos estadounidenses, oficiales y públicos, dan fe de esta realidad que ningún periodista o analista político digno de ese nombre puede ignorar. La ley Torricelli de 1992, y en particular el artículo 1705, establece que "los Estados Unidos proporcionarán asistencia, a organizaciones no gubernamentales pertinentes, para apoyar a individuos y organizaciones que promuevan un cambio democrático no violento en Cuba (5)”. La ley Helms-Burton de 1996 establece, en el artículo 109, que "el Presidente [de Estados Unidos] está autorizado a proporcionar asistencia y ofrecer todo tipo de ayuda a individuos u organizaciones no gubernamentales independientes para apoyar los esfuerzos destinados a construir la democracia en Cuba (6).
El primer informe de la Comisión de Apoyo a una Cuba Libre, aprobado el 6 de mayo de 2004, contempla la puesta en marcha de un “sólido programa de ayuda que favorezca la sociedad civil cubana”. Entre las medidas propugnadas figura una financiación de 36 millones de dólares destinada al “apoyo a la oposición democrática y a la consolidación de la sociedad civil emergente (7)”. El segundo informe de dicha Comisión, publicado el 10 de julio de 2006, contempla asimismo un presupuesto de 31 millones de dólares para financiar aún más a la oposición interna (8).
En 2003, la justicia cubana condenaba a 75 mercenarios de Estados Unidos, lo que suscitó una reprobación mediática internacional. En cualquier otro país del mundo, individuos como Manzano, Bonne, Roque y Roca se encontrarían actualmente entre rejas (9). Ricardo Alarcón, Presidente de la Asamblea Nacional de Cuba, advirtió a los miembros de la “disidencia” que quienes conspiren con Washington y acepten sus emolumentos deberán “pagar las consecuencias (10)”
“ Mientras exista esta política, habrá personas implicadas [...] que conspirarán con los estadounidenses [y] aceptarán el dinero. Esto, según las leyes cubanas, es un delito. No conozco ningún país que no clasifique esta actividad como delito”, señaló Alarcón. “Imaginen que alguien en Estados Unidos recibiera el apoyo, entrenamiento, equipamiento y asesoramiento de un gobierno extranjero. Eso constituye un delito. En Estados Unidos es un delito muy grave que puede costar muchos años de cárcel, muchos más de los previstos aquí en Cuba", añadió (11).
Sucede lo mismo en Francia y así lo establece el artículo 411-4 del código penal. Un caso acaecido en 2004 refleja de forma elocuente esta realidad. El 28 de diciembre de 2004, las autoridades francesas detuvieron a Philippe Brett y Philippe Evanno, dos colaboradores de Didier Julia. Se les consideraba responsables de un intento fallido de liberar a los dos secuestrados en Iraq, Christian Chesnot y Georges Malbrunot, en septiembre de 2004. Estos dos individuos fueron inculpados por “colaboración con una potencia extranjera con el objetivo de atentar contra los intereses fundamentales de la nación”. Fueron presentados ante los jueces antiterroristas Jean-Louis Bruguière y Marie-Antoinette Houyvet, que se ocupan de los asuntos relacionados con la seguridad del Estado. Se les acusó de haber tenido contactos con la resistencia iraquí y de haber recibido asistencia logística de Costa de Marfil. Brett y Evanno podían incurrir en penas de diez años de reclusión criminal y de 150 000 euros de multa. Didier Julia escapó de la justicia gracias a la inmunidad parlamentaria. La gravedad de los cargos que se les imputaron no provocó ninguna agitación en la prensa internacional (12).
El informe de 2006 contempla asimismo una cantidad de 24 millones de dólares adicionales para Radio y TV Martí, destinados a ampliar la transmisión de programas subversivos hacia Cuba, quebrantando así la legislación internacional. Los miembros de la “disidencia” cubana recibirán una parte de esta suma para adquirir y distribuir equipos radiofónicos y televisivos que permitan captar los programas emitidos desde Estados Unidos. Se ha invitado a otros países a emitir programas subversivos hacia Cuba. El informe prevé también “entrenar y equipar a periodistas independientes de la prensa escrita, radiofónica y televisiva en Cuba (13)”.
La prensa occidental, que censuró este hecho, estigmatizó la respuesta de la autoridades cubanas, denunciando las sanciones contra “militantes pacíficos y periodistas independientes”. Según ella, los inculpados habrían sido castigados por haber expresado abiertamente su desacuerdo con la línea oficial y haber publicado artículos difamatorios en la prensa de extrema derecha de Miami (14).
Es preciso detenerse un momento en estas acusaciones. Los dos “disidentes” cubanos con mayor influencia mediática en el plano internacional, que lanzan las invectivas más agrias contra la Revolución cubana y que gozan de gran simpatía entre los extremistas de origen cubano de Miami son Oswaldo Payá y Elizardo Sánchez (15). Frente a ellos, Raúl Rivero es un opositor casi moderado y tímido (16). Sin embargo, fue condenado a una pena de veinte años de reclusión criminal. Payá y Sánchez no tienen ningún problema con la justicia, aunque sus escritos políticos son mucho más virulentos que los de Rivero. La explicación es sencilla. Hasta ahora, Payá y Sánchez han rechazado siempre la financiación generosamente ofrecida por Washington, mientras que Rivero cometió el error de aprovechar la prodigalidad económica de la administración Bush. Eso fue lo que se condenó y no la producción literaria o política supuestamente heterodoxa.
Pertenecer al mundo de la “disidencia” es un lucrativo negocio. Los beneficios económicos de esta profesión son sustanciosos y despiertan la codicia de individuos poco escrupulosos. Las 75 personas condenadas no tenían ningún oficio y vivían de las retribuciones ofrecidas por las autoridades estadounidenses, a cambio de las tareas realizadas. Los sueldos considerables para el nivel de vida de la sociedad cubana propiciaron que ciertos personajes amasaran pequeñas fortunas personales, que alcanzan hasta los 16 000 dólares en efectivo, mientras el salario medio oscila entre quince y veinte dólares al mes (17). De este modo, llevaban un tren de vida muy superior al de los cubanos y aprovechaban al mismo tiempo los incomparables privilegios que ofrece el sistema social cubano.
Para apreciar con exactitud la importancia de semejante suma es conveniente recordar el valor del dólar en Cuba. Por el equivalente a un dólar, un cubano puede optar entre adquirir: ciento cuatro litros de leche, cuarenta y cinco kilos de arroz, veintiséis entradas para el béisbol, entre cinco y veintiséis entradas para el teatro o el cine, 5200 kilovatios de electricidad o cinco cursos de inglés televisados de ciento sesenta horas cada uno. El resto de alimentos de primera necesidad (pan, judías, aceite) se encuentra en el mismo orden de precios. A esto hay que añadir la gratuidad de los servicios educativos y sanitarios. Dado que el 85% de los ciudadanos cubanos son propietarios de su vivienda, no pagan alquiler. Además, en Cuba no existen los impuestos. Otro hecho que es único en el mundo: los medicamentos adquiridos en las farmacias cuestan dos veces menos que lo que valían hace cincuenta años (18). Todo ello es posible gracias a las subvenciones concedidas anualmente por el Estado cubano, tan vilipendiado por los mismos “disidentes” que no dudan en aprovechar las ventajosas condiciones de vida que ofrece la sociedad cubana.
Tras la intervención diplomática de España, varias personas que estaban encarceladas desde marzo de 2003, entre ellas Raúl Rivero, fueron liberadas a finales de noviembre de 2004 por razones humanitarias (19). Es preciso señalar que Rivero se aprovechó de una mediatizacion internacional, solo porque era, con Oscar Elias Biscet, el único condenado de los 75 que realmente había ejercido la labor de periodista. Su caso es interesante en la medida en que ilustra la envergadura de la campaña de desinformación lanzada contra Cuba. En una entrevista concedida a Reporteros sin Fronteras, Blanca Reyes, la mujer de Rivero, afirmaba que este se encontraba en “condiciones de detención infrahumanas e inaceptables”. Y añadía que Raúl había perdido cuarenta libras (19,5 kilos). “Tiene hambre. Quiero que se sepa [que] Raúl Rivero pasa hambre” se lamentaba en un impulso melodramático de circunstancias (20). Esta información fue retomada a bombo y platillo por toda la prensa internacional.
Sin embargo, al salir de la cárcel, Rivero presentaba un excelente estado de salud, con una corpulencia notable, como mostraron las fotos tomadas por la prensa y como lo proclamaron insistentemente las autoridades cubanas (21). Mientras que Washington y sus voceros denunciaban, con una gran repercusión mediática, las “terribles condiciones de vida” de los prisioneros, el mismo Rivero confesó que podía acceder sin restricciones a la lectura y que había devorado con avidez la última novela del escritor colombiano Gabriel García Márquez, Historias de mis putas tristes , obra difícil de encontrar en ese momento en las librerías francesas (22). En efecto, Rivero no vivió en un hotel de cuatro estrellas, pero tampoco en un “gulag tropical” como las gentes decentes suelen llamar a las cárceles cubanas, como si las penitenciarias del resto del mundo fueran lugares de veraneo (23).
Sin duda, las cárceles de Abú Ghraib en Iraq, donde la tortura a los prisioneros de guerra esta institucionalizada por Washington, son más confortables. Y qué decir de la prisión de Guantánamo, tierra sin ley en donde la tortura aplicada a los detenidos es tal que ha habido numerosas tentativas de suicidio entre personas piadosas, para quienes el hecho de acabar con su vida constituye el peor de los pecados (24). En cualquier caso, muy pocos prisioneros pueden presumir de haber leído la última novela de García Márquez antes incluso de que esta llegara a algunas librerías europeas especializadas.
Pero esto tampoco es nuevo. En efecto, la transformación de criminales en “disidentes” no data de hoy en día. La historia de Armando Valladares, el “poeta paralítico condenado por delito de opinión”, según la propaganda de Washington, es muy instructiva. Detenido en 1960 por terrorismo, este ex oficial de la policía de la dictadura de Batista contó con el apoyo de una gran campaña internacional lanzada por la extrema derecha cubana de Florida a principios de los ochenta. Tras las negociaciones efectuadas por el gobierno francés de François Mitterand, bajo los auspicios de Régis Debray, el prisionero fue liberado y perdió, en es mismo instante, sus talentos de poeta y su hemiplejía. En cambio, conservó con esmero sus dotes de actor y, al obtener la nacionalidad estadounidense, entró al servicio del gobierno de Ronald Reagan y se convirtió en embajador ante las Naciones Unidas. Régis Debray, desengañado, escribe en su libro Les Masques: “El hombre no era poeta, el poeta no era paralítico y el cubano es hoy americano (25)”.
Luis Ortega Sierra es un periodista cubano que se exilió en Estados Unidos en 1959, tras el triunfo de la Revolución. Es un feroz adversario del gobierno de La Habana, como muestran sus escritos. Estuvo vinculado al ex dictador cubano Fulgencio Batista que financiaba sus actividades. En una carta fechada el 22 de septiembre de 1961 para el antiguo hombre fuerte de Cuba, Ortega expresaba su “simpatía” y su “admiración” hacia él (26).
Sobre los opositores cubanos, Ortega declara lo siguiente: "los disidentes en Cuba son gente sin importancia política y todo el mundo comparte esta idea, incluso los que viven a su costa. Son marionetas de la mafia de Miami. Están al servicio de la Sección de Intereses de Estados Unidos que los pasea de un sitio a otro [...]. Son gente que recibe un salario y una orientación ideológica del gobierno americano. Esto no es un secreto para nadie. Es el gobierno estadounidense quien proporciona el dinero para financiar las actividades de estos señores en la isla. Pensar que este grupo pueda constituir un movimiento fuerte de oposición al gobierno es una estupidez (27)".
Si Irán o China financiaran a opositores a Estados Unidos, Reino Unido o Francia, estos caerían inmediatamente bajo el peso de la ley. Si los medios de comunicación occidentales fueran intelectualmente libres, solo utilizarían una palabra para referirse a los que se presentan como opositores al gobierno cubano: mercenarios.
› *Extracto del capítulo 4 del libro de Salim Lamrani,Cuba, Lo que los medios de comunicación no dirán nunca:
La oposición cubana tiene un estatus especial. Por una parte, es muy apreciada por la prensa occidental. En efecto, ningún grupo de opositores en América Latina, excepto tal vez la oposición venezolana, dispone de semejante aura mediática. Por otra parte, recibe colosales sumas de dinero de Estados Unidos, sobre las que los medios de comunicación no dicen ni una palabra y goza de una libertad de acción que escandalizaría a los fiscales de todo el mundo.
El 21 de junio de 2007, la Cámara de Representantes de Estados Unidos decidió aprobar el presupuesto de 45,7 millones de dólares para el año 2007-2008, presentado por el Presidente Bush y destinado a la disidencia cubana. Así, 254 congresistas, entre ellos 66 demócratas, respaldaron la estrategia de la Casa Blanca para derrocar al gobierno cubano. El legislador de Florida, Lincoln Díaz-Balart, descendiente directo del antiguo dictador Fulgencio Batista, acogió esta ayuda con entusiasmo. “Esta victoria representa un apoyo para la oposición política interna” cubana, señaló. “La ayuda a los opositores no es simbólica sino concreta” añadió. Asimismo, hizo pública una carta de algunos insignes disidentes cubanos que afirman que la ayuda estadounidense es “vital para la supervivencia de los militantes (1)”
La Cámara ha aprobado también, para el año 2007-2008, una suma de 33,5 millones de dólares (seis millones más que en 2006) para Radio y TV Martí. Estos dos medios estadounidenses emiten ilegalmente programas subversivos hacia Cuba con la intención de incitar a la población a subvertir el orden establecido (2).
Ese mismo día, el 21 de junio de 2007, el representante de la diplomacia estadounidense en La Habana, Michael Parmly, recibió con gran pompa a los celebérrimos disidentes René Gómez Manzano, Félix Bonne, Martha Beatriz Roque y Vladimiro Roca en su suntuosa residencia privada. Estos últimos venían a agradecer su generosidad al preciado mecenas (3).
Los medios de comunicación occidentales, normalmente tan prolijos con Cuba, permanecieron extrañamente silenciosos sobre estos dos hechos. Las razones son relativamente sencillas. Las personas que se afanan en presentar desde hace años como valerosos militantes en busca de la democracia, en realidad, solo son vulgares mercenarios que se venden al mejor postor. La palabra mercenario no es un término desproporcionado o exagerado. Según el diccionario Littré, se trata de cualquier individuo “que trabaja por dinero, dispuesto a hacer todo lo que le pidan por dinero (4)”. Manzano, Bonne, Roque y Roca encajan perfectamente en esta definición.
Sin embargo, esto no es nuevo. Desde hace decenas de años, Estados Unidos intenta por todos los medios crear y dirigir una oposición interna en Cuba para acabar con el proceso revolucionario cubano. Los archivos de Estados Unidos son elocuentes a este respecto. Además, muchos documentos estadounidenses, oficiales y públicos, dan fe de esta realidad que ningún periodista o analista político digno de ese nombre puede ignorar. La ley Torricelli de 1992, y en particular el artículo 1705, establece que "los Estados Unidos proporcionarán asistencia, a organizaciones no gubernamentales pertinentes, para apoyar a individuos y organizaciones que promuevan un cambio democrático no violento en Cuba (5)”. La ley Helms-Burton de 1996 establece, en el artículo 109, que "el Presidente [de Estados Unidos] está autorizado a proporcionar asistencia y ofrecer todo tipo de ayuda a individuos u organizaciones no gubernamentales independientes para apoyar los esfuerzos destinados a construir la democracia en Cuba (6).
El primer informe de la Comisión de Apoyo a una Cuba Libre, aprobado el 6 de mayo de 2004, contempla la puesta en marcha de un “sólido programa de ayuda que favorezca la sociedad civil cubana”. Entre las medidas propugnadas figura una financiación de 36 millones de dólares destinada al “apoyo a la oposición democrática y a la consolidación de la sociedad civil emergente (7)”. El segundo informe de dicha Comisión, publicado el 10 de julio de 2006, contempla asimismo un presupuesto de 31 millones de dólares para financiar aún más a la oposición interna (8).
En 2003, la justicia cubana condenaba a 75 mercenarios de Estados Unidos, lo que suscitó una reprobación mediática internacional. En cualquier otro país del mundo, individuos como Manzano, Bonne, Roque y Roca se encontrarían actualmente entre rejas (9). Ricardo Alarcón, Presidente de la Asamblea Nacional de Cuba, advirtió a los miembros de la “disidencia” que quienes conspiren con Washington y acepten sus emolumentos deberán “pagar las consecuencias (10)”
“ Mientras exista esta política, habrá personas implicadas [...] que conspirarán con los estadounidenses [y] aceptarán el dinero. Esto, según las leyes cubanas, es un delito. No conozco ningún país que no clasifique esta actividad como delito”, señaló Alarcón. “Imaginen que alguien en Estados Unidos recibiera el apoyo, entrenamiento, equipamiento y asesoramiento de un gobierno extranjero. Eso constituye un delito. En Estados Unidos es un delito muy grave que puede costar muchos años de cárcel, muchos más de los previstos aquí en Cuba", añadió (11).
Sucede lo mismo en Francia y así lo establece el artículo 411-4 del código penal. Un caso acaecido en 2004 refleja de forma elocuente esta realidad. El 28 de diciembre de 2004, las autoridades francesas detuvieron a Philippe Brett y Philippe Evanno, dos colaboradores de Didier Julia. Se les consideraba responsables de un intento fallido de liberar a los dos secuestrados en Iraq, Christian Chesnot y Georges Malbrunot, en septiembre de 2004. Estos dos individuos fueron inculpados por “colaboración con una potencia extranjera con el objetivo de atentar contra los intereses fundamentales de la nación”. Fueron presentados ante los jueces antiterroristas Jean-Louis Bruguière y Marie-Antoinette Houyvet, que se ocupan de los asuntos relacionados con la seguridad del Estado. Se les acusó de haber tenido contactos con la resistencia iraquí y de haber recibido asistencia logística de Costa de Marfil. Brett y Evanno podían incurrir en penas de diez años de reclusión criminal y de 150 000 euros de multa. Didier Julia escapó de la justicia gracias a la inmunidad parlamentaria. La gravedad de los cargos que se les imputaron no provocó ninguna agitación en la prensa internacional (12).
El informe de 2006 contempla asimismo una cantidad de 24 millones de dólares adicionales para Radio y TV Martí, destinados a ampliar la transmisión de programas subversivos hacia Cuba, quebrantando así la legislación internacional. Los miembros de la “disidencia” cubana recibirán una parte de esta suma para adquirir y distribuir equipos radiofónicos y televisivos que permitan captar los programas emitidos desde Estados Unidos. Se ha invitado a otros países a emitir programas subversivos hacia Cuba. El informe prevé también “entrenar y equipar a periodistas independientes de la prensa escrita, radiofónica y televisiva en Cuba (13)”.
La prensa occidental, que censuró este hecho, estigmatizó la respuesta de la autoridades cubanas, denunciando las sanciones contra “militantes pacíficos y periodistas independientes”. Según ella, los inculpados habrían sido castigados por haber expresado abiertamente su desacuerdo con la línea oficial y haber publicado artículos difamatorios en la prensa de extrema derecha de Miami (14).
Es preciso detenerse un momento en estas acusaciones. Los dos “disidentes” cubanos con mayor influencia mediática en el plano internacional, que lanzan las invectivas más agrias contra la Revolución cubana y que gozan de gran simpatía entre los extremistas de origen cubano de Miami son Oswaldo Payá y Elizardo Sánchez (15). Frente a ellos, Raúl Rivero es un opositor casi moderado y tímido (16). Sin embargo, fue condenado a una pena de veinte años de reclusión criminal. Payá y Sánchez no tienen ningún problema con la justicia, aunque sus escritos políticos son mucho más virulentos que los de Rivero. La explicación es sencilla. Hasta ahora, Payá y Sánchez han rechazado siempre la financiación generosamente ofrecida por Washington, mientras que Rivero cometió el error de aprovechar la prodigalidad económica de la administración Bush. Eso fue lo que se condenó y no la producción literaria o política supuestamente heterodoxa.
Pertenecer al mundo de la “disidencia” es un lucrativo negocio. Los beneficios económicos de esta profesión son sustanciosos y despiertan la codicia de individuos poco escrupulosos. Las 75 personas condenadas no tenían ningún oficio y vivían de las retribuciones ofrecidas por las autoridades estadounidenses, a cambio de las tareas realizadas. Los sueldos considerables para el nivel de vida de la sociedad cubana propiciaron que ciertos personajes amasaran pequeñas fortunas personales, que alcanzan hasta los 16 000 dólares en efectivo, mientras el salario medio oscila entre quince y veinte dólares al mes (17). De este modo, llevaban un tren de vida muy superior al de los cubanos y aprovechaban al mismo tiempo los incomparables privilegios que ofrece el sistema social cubano.
Para apreciar con exactitud la importancia de semejante suma es conveniente recordar el valor del dólar en Cuba. Por el equivalente a un dólar, un cubano puede optar entre adquirir: ciento cuatro litros de leche, cuarenta y cinco kilos de arroz, veintiséis entradas para el béisbol, entre cinco y veintiséis entradas para el teatro o el cine, 5200 kilovatios de electricidad o cinco cursos de inglés televisados de ciento sesenta horas cada uno. El resto de alimentos de primera necesidad (pan, judías, aceite) se encuentra en el mismo orden de precios. A esto hay que añadir la gratuidad de los servicios educativos y sanitarios. Dado que el 85% de los ciudadanos cubanos son propietarios de su vivienda, no pagan alquiler. Además, en Cuba no existen los impuestos. Otro hecho que es único en el mundo: los medicamentos adquiridos en las farmacias cuestan dos veces menos que lo que valían hace cincuenta años (18). Todo ello es posible gracias a las subvenciones concedidas anualmente por el Estado cubano, tan vilipendiado por los mismos “disidentes” que no dudan en aprovechar las ventajosas condiciones de vida que ofrece la sociedad cubana.
Tras la intervención diplomática de España, varias personas que estaban encarceladas desde marzo de 2003, entre ellas Raúl Rivero, fueron liberadas a finales de noviembre de 2004 por razones humanitarias (19). Es preciso señalar que Rivero se aprovechó de una mediatizacion internacional, solo porque era, con Oscar Elias Biscet, el único condenado de los 75 que realmente había ejercido la labor de periodista. Su caso es interesante en la medida en que ilustra la envergadura de la campaña de desinformación lanzada contra Cuba. En una entrevista concedida a Reporteros sin Fronteras, Blanca Reyes, la mujer de Rivero, afirmaba que este se encontraba en “condiciones de detención infrahumanas e inaceptables”. Y añadía que Raúl había perdido cuarenta libras (19,5 kilos). “Tiene hambre. Quiero que se sepa [que] Raúl Rivero pasa hambre” se lamentaba en un impulso melodramático de circunstancias (20). Esta información fue retomada a bombo y platillo por toda la prensa internacional.
Sin embargo, al salir de la cárcel, Rivero presentaba un excelente estado de salud, con una corpulencia notable, como mostraron las fotos tomadas por la prensa y como lo proclamaron insistentemente las autoridades cubanas (21). Mientras que Washington y sus voceros denunciaban, con una gran repercusión mediática, las “terribles condiciones de vida” de los prisioneros, el mismo Rivero confesó que podía acceder sin restricciones a la lectura y que había devorado con avidez la última novela del escritor colombiano Gabriel García Márquez, Historias de mis putas tristes , obra difícil de encontrar en ese momento en las librerías francesas (22). En efecto, Rivero no vivió en un hotel de cuatro estrellas, pero tampoco en un “gulag tropical” como las gentes decentes suelen llamar a las cárceles cubanas, como si las penitenciarias del resto del mundo fueran lugares de veraneo (23).
Sin duda, las cárceles de Abú Ghraib en Iraq, donde la tortura a los prisioneros de guerra esta institucionalizada por Washington, son más confortables. Y qué decir de la prisión de Guantánamo, tierra sin ley en donde la tortura aplicada a los detenidos es tal que ha habido numerosas tentativas de suicidio entre personas piadosas, para quienes el hecho de acabar con su vida constituye el peor de los pecados (24). En cualquier caso, muy pocos prisioneros pueden presumir de haber leído la última novela de García Márquez antes incluso de que esta llegara a algunas librerías europeas especializadas.
Pero esto tampoco es nuevo. En efecto, la transformación de criminales en “disidentes” no data de hoy en día. La historia de Armando Valladares, el “poeta paralítico condenado por delito de opinión”, según la propaganda de Washington, es muy instructiva. Detenido en 1960 por terrorismo, este ex oficial de la policía de la dictadura de Batista contó con el apoyo de una gran campaña internacional lanzada por la extrema derecha cubana de Florida a principios de los ochenta. Tras las negociaciones efectuadas por el gobierno francés de François Mitterand, bajo los auspicios de Régis Debray, el prisionero fue liberado y perdió, en es mismo instante, sus talentos de poeta y su hemiplejía. En cambio, conservó con esmero sus dotes de actor y, al obtener la nacionalidad estadounidense, entró al servicio del gobierno de Ronald Reagan y se convirtió en embajador ante las Naciones Unidas. Régis Debray, desengañado, escribe en su libro Les Masques: “El hombre no era poeta, el poeta no era paralítico y el cubano es hoy americano (25)”.
Luis Ortega Sierra es un periodista cubano que se exilió en Estados Unidos en 1959, tras el triunfo de la Revolución. Es un feroz adversario del gobierno de La Habana, como muestran sus escritos. Estuvo vinculado al ex dictador cubano Fulgencio Batista que financiaba sus actividades. En una carta fechada el 22 de septiembre de 1961 para el antiguo hombre fuerte de Cuba, Ortega expresaba su “simpatía” y su “admiración” hacia él (26).
Sobre los opositores cubanos, Ortega declara lo siguiente: "los disidentes en Cuba son gente sin importancia política y todo el mundo comparte esta idea, incluso los que viven a su costa. Son marionetas de la mafia de Miami. Están al servicio de la Sección de Intereses de Estados Unidos que los pasea de un sitio a otro [...]. Son gente que recibe un salario y una orientación ideológica del gobierno americano. Esto no es un secreto para nadie. Es el gobierno estadounidense quien proporciona el dinero para financiar las actividades de estos señores en la isla. Pensar que este grupo pueda constituir un movimiento fuerte de oposición al gobierno es una estupidez (27)".
Si Irán o China financiaran a opositores a Estados Unidos, Reino Unido o Francia, estos caerían inmediatamente bajo el peso de la ley. Si los medios de comunicación occidentales fueran intelectualmente libres, solo utilizarían una palabra para referirse a los que se presentan como opositores al gobierno cubano: mercenarios.
› *Extracto del capítulo 4 del libro de Salim Lamrani,Cuba, Lo que los medios de comunicación no dirán nunca:
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