Por M. H. Lagarde
Los que le dispararon en la Higuera, cercenaron sus manos y luego ocultaron su cadáver aquel lejano octubre de 1967, lo que menos imaginaron eran que convertirían al Che en un ser imperecedero, en alguien que pasaría los próximos 40 años resucitando, una y otra vez, en cada injusticia y gesto heroico.
Hace poco, otros brutos, propusieron desterrar su efigie del parque Central de New York, cual si temieran que la estatua echase a andar, llegara al edificio de la ONU y pronunciase allí otro memorable discurso.
El declarar a su estatua persona non grata solo sirvió entonces para recordar que el hombre, a quien creyeron desparecer para siempre en la Higuera, no solo seguía vivo sino que además su existencia, incluso en forma de objeto artístico, resultaba, para algunos, molesta.
Hace poco, los cavernícolas de Miami usaron como argumento, para impedir que se realizara en Cuba el Concierto por la Paz, el hecho de que, en unos de los costados de la Plaza de la Revolución de La Habana, se alzaba, delineado en gruesas vigas de acero, el rostro inmortalizado por una foto de Korda.
Dolió a quien le dolió… el concierto se hizo allí, con el grandioso rostro del Che como testigo…
Como si fuera poco, el artista francés Manu Chao acaba de dedicarle dos sendos conciertos en la Isla, uno en la Universidad de La Habana y otro, ayer mismo, en los alrededores del estadio Sandino en Santa Clara, ciudad del Centro de Cuba, donde descasan los restos de quien es uno de los hombres más grandes del pasado siglo.
Pero sus asesinos, o mejor, sus resucitadores, parecen no darse por vencidos. Ahora mismo, cuando por estos días se celebran en todo el mundo los 42 años de su primera muerte, un cable de EFE consigna que “Unos desconocidos dañaron la estatua de bronce en homenaje a Ernesto "Che" Guevara”, que se levanta en Rosario, la ciudad natal del guerrillero argentino-cubano.
De acuerdo con las autoridades de la región, el acto vandálico fue cometido este fin de semana por "alguien que no simpatiza con esta figura o tuvo la intención de robar o hacer daño porque sí".
La estatua, de cuatro metros de alto y tres toneladas de peso, fue erigida el 14 de junio de 2008, con ocasión de los 80 años del nacimiento del Che. Antes de llegar a Rosario, una larga caravana siguió por buena parte del suelo argentino a la obra, creada por el escultor Andrés Zerneri, que lo muestra de cuerpo entero, caminando y con boina, cabello largo y la mirada clavada en el horizonte.
Ante el intento de seccionar las piernas de la efigie del "Che", los rosarinos se han pronunciado por “ restaurar y seguir protegiendo" la estatua que ya forma parte del paisaje urbano y simbólico de la ciudad..
El gigante del Rosario nació no hace mucho de la fundición de unas 75.000 llaves y objetos de bronce donadas por miles de personas.
El material para su restauración podría provenir de la misma fuente: la fe de millones de seguidores en todo el mundo convencidos que el Che, pese a la persistencia de los sicarios que no cejan en seguirle los pasos, es inmortal.
› El fantasma del Che
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