domingo, 20 de septiembre de 2009

¿Concierto de Juanes o paz sin fronteras?


Por Arleen Rodríguez Derivet

Es lo mismo, pero no se dice igual. Fuera del circuito periodístico, nadie se refiere al suceso de esta semana en Cuba con el título que su creador le dio.
Paz sin fronteras se llamará en los diarios, pero en la memoria de los cubanos se guardará como “el concierto de Juanes”, aunque posiblemente el colombiano sea el de menos kilometraje artístico entre todos los que su proyecto convocó para La Habana.
Hasta la legendaria Plaza de la Revolución, donde este domingo reverberarán los calores de la única estación de la isla, puede dar fe de multitudinarios conciertos con Silvio, Amaury y Los Van Van, por solo citar a los primeros convocados cubanos y contra los que se desató la impotente furia de los dinosaurios de la política anticubana.
Especialmente ladró la jauría contra ellos –que lo pusieron todo, desde el entusiasmo hasta la pelea, para un concierto que no los hará más amados de lo que ya son en Cuba y en el extranjero–, pero también contra el escenario, por ser sólido conjunto –artistas y plaza– de un patrimonio intangible, no ya de la cultura, sino del alma misma de la nación en los pasados 50 años.
Pero vuelvo a la pregunta que motiva el comentario: ¿Paz sin fronteras o Concierto de Juanes? En una isla, cuya soberanía no conoce otra frontera que el perímetro de la base militar yanqui en Guantánamo; donde hace más de 40 años estudian decenas de miles de jóvenes del tercer mundo, y médicos y maestros locales salen a salvar y enseñar por todo el mundo, convencidos de que su patria es la humanidad, el “sin fronteras” es relativamente común.
En cuanto a la paz, difícilmente haya otra tierra, de norte a sur y de este a oeste del planeta, donde la alegría tenga tanto que ver con la ausencia de violencia.
Considerando, por sus antecedentes y por su nombre, que el proyecto de Juanes está destinado a aliviar zonas de conflicto y que ya se ha anunciado que el próximo será en la dramática frontera México- Estados Unidos (¿será detrás o sobre el muro de la ignominia?), lo más cercano en el caso de Cuba, habría sido el Estrecho de Florida, por donde tantas veces, sobre lanchas artilladas, viajó la muerte hasta la isla y donde se perdieron y aun se pierden cientos de soñadores del sueño americano a los que Estados Unidos niega visas para hacer que se lancen al mar, antes en balsas rústicas y más recientemente en las rápidas lanchas del tráfico humano, porque deben tener los pies secos para clasificar.
Con perdón del aliento apolítico del concierto, hablo, por supuesto, de la Ley de Ajuste Cubano, razón actual de la conflictividad del Estrecho de Florida. Pero, claro, Juanes no es Cristo que caminó sobre las aguas. Es sólo un ser humano, nacido y crecido en el país de las fronteras y las violencias, y que a pesar de eso, aún cree en el poder de la amistad, del canto y en los hombres, valores que lo convierten en un revolucionario, según el más revolucionario de los hombres y aunque el propio Juanes no lo sepa.
Por eso Cuba le abrió las puertas. Y aunque los periódicos le llamen de otro modo, para todo el cubano que tenga memoria, este será el histórico concierto de Juanes en La Habana. El canto que derritió los odios de este lado –el que siempre ha puesto las víctimas– al sur del conflictivo estrecho.

Tomado de La Jornada

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