jueves, 2 de julio de 2009

La soberbia de Goriletti

Por M. H. Lagarde

En entrevista para la AFP, el golpista Roberto Micheletti aseguró que su país no va a "negociar nada" con la Organización de Estados Americanos (OEA) para restituir al depuesto presidente Manuel Zelaya, porque éste "nunca va a retornar al poder" en Honduras.
"Nosotros no podemos negociar nada", dijo tajante tras el ultimátum de 72 horas que le ha dado la OEA para que restituya a Zelaya en la presidencia del país so pena de ser expulsado del club americano de naciones democráticas.
A Goriletti le importa poco la condena unánime de la comunidad internacional y la decisión de algunos organismos financieros de suspender la entrega de fondos a Honduras. Según afirma cínicamente: "Nosotros tenemos compromisos con nuestro país, no tenemos que hacer arreglos con nadie".
¿Desde cuándo Honduras es un país independiente?
Para nadie es un secreto la tradicional dependencia económica del pobre país latinoamericano de los Estados Unidos. En una reunión sostenida a principios de este año entre los empresarios hondureños y el embajador estadounidense en Tegucigalpa, los primeros dejaron claro que su país puede conducirse 'a un mayor desarrollo' con el 'acompañamiento solidario' de los Estados Unidos, el primer socio comercial de Honduras. Por su parte, el embajador yanqui Hugo Llorens aprovechó el encuentro, celebrado en un hotel de la capital hondureña, para recordar que de las exportaciones de Honduras, Estados Unidos compra las dos terceras partes, y que el Tratado de Libre Comercio entre su país, Centroamérica y República Dominicana, está dejando buenos resultados en la región. Dijo también que su país, al margen del nuevo Gobierno, ahora demócrata, seguirá velando por los intereses de Estados Unidos y los demás países del continente americano.
Por otra parte, Honduras no solo depende económicamente de Estados Unidos. Algunos comentaristas han visto entre las razones del golpe el mantenimiento en territorio hondureño de la base militar de Soto Cano, ubicada a 97 kilómetros de la capital y que en la que existen actualmente alrededor de 600 efectivos norteamericanos.
Pero en realidad Soto Cano solo tiene un valor simbólico si se tiene en cuenta que las actuales fuerzas armadas hondureñas han sido históricamente entrenadas y mantenidas, desde el punto de vista logístico, por los Estados Unidos.
Para nadie tampoco es secreto que en los años 80 el país entero fungió como base de la contrarrevolución en la región. Bajo la dirección de Negroponte, durante la administración Reagan, 1981-1989, y contando como asesores de la talla del terrorista de origen cubano Posada Carriles, desde ese país se enfrentó a la invasión “roja” que amenazaba los intereses de Estados Unidos desde Nicaragua y El Salvador. Probablemente, ningún otro ejército en Latinoamérica haya sido tan bien domesticado por el Pentágono como el hondureño.
Desde el punto de vista político sucede otro tanto. Hasta ahora Honduras ha sido súbdita fiel de la OEA, la misma organización cuyos mandamientos ahora Goriletti, soberbiamente, desobedece. Será acaso que el usurpador del poder en Honduras sabe que una cosa es lo que dicen los países miembros y otra la real voluntad de quienes realmente dirigen el ministerio de colonias.
Hasta ahora, aunque Estados Unidos ha reconocido, en voz de su presidente, que lo ocurrido el pasado domingo en Honduras fue un ilegal golpe militar y no una sucesión de poderes, como insiste en repetir el golpista, su condena al hecho ha sido bastante titubeante.
Es cierto que la poderosa nación del Norte acaba de retirarle el apoyo militar al gobierno golpista, pero tal gesto muy poco significa. A la policía y los militares les sobran efectivos y recursos (escudos, chalecos, porras y fusiles) para reprimir en las calles al secuestrado y desarmado pueblo hondureño.
Por ahora, al parecer, habrá que esperar por gestos más contundentes de parte del amo norteño para ver cómo reacciona el gorila “independiente”. Si estos no ocurren, y las “negociaciones” se vuelven interminables, entonces no quedará duda de quién inspira la soberbia de Goriletti.

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