M. H. Lagarde
¿Necedad o negocio? Es la única pregunta lógica para explicar las declaraciones de los representantes de la mafia miamense a propósito de las insignificantes medidas tomadas por Obama respecto a Cuba.
En un trabajo de opinión titulado “Insulto y disparate”, publicado por El Nuevo Herald dice el comentarista Alejandro Armengol:“La frustración y enojo ante el rumbo que está tomando la política norteamericana hacia el gobierno cubano alcanza alturas demenciales entre algunos republicanos que forman parte de la llamada ''línea dura'' del exilio. Algunos de los legisladores, que se supone representan al conjunto de electores norteamericanos, están tan alterados, que cabe preguntarse si ese enojo no les impide ejercer a plenitud y de una forma racional la labor para la que fueron electos, que no es precisamente la ''lucha'' por la democracia en Cuba. Un ejemplo de ello es el representante republicano por la Florida Mario Díaz-Balart, quien llamó colaboradores con el nazismo a quienes viajan a Cuba a ver a sus familiares, algunos de los cuales son votantes de su distrito”.
Y agrega Armengol: “Es bueno hacer un paréntesis y recordar que, a la hora de buscar colaboradores con el nacional-socialismo alemán, Díaz-Balart está mirando hacia el lugar equivocado. Fue Prescott Bush --el abuelo del ex mandatario George W. Bush-- quien hizo negocios con los nazis, en su calidad de vicepresidente de la Union Banking Corporation, una firma que vendió más de $50 millones de bonos alemanes a inversionistas norteamericanos. El abuelo del ex presidente Bush prosiguió con estos negocios hasta octubre de 1942. Si bien nunca fue encausado, el gobierno norteamericano confiscó sus acciones”.
Sin dudas Armengol tiene toda la razón al decir: “Asumen la intransigencia no como un principio moral, un recurso emotivo y una justificación personal, sino como un valor político. Se amparan en ella para intentar cubrir de gloria diversos fracasos políticos y bélicos. Repiten que son intransigentes, cuando en realidad lo que son es ignorantes, sin preocuparse por el efecto negativo que este alarde de irracionalidad ejerce sobre la imagen del exilio. En su afán, no sólo se han apoyado en la historia de Cuba sino han torcido ejemplos a su conveniencia”.
¿Pero se trata sólo de ignorancia o de simples razones políticas? O los Díaz Balart and Company, como el abuelo de Bush, le ven un filón al negocio de mantener hasta la eternidad la enemistad entre Cuba y Estados Unidos. Ya se sabe que el diferendo entre ambas naciones ha movido y sigue moviendo mucha plata en algunos sectores de la comunidad cubana de Miami. Y los legisladores y representantes no son los únicos que le sacan la tajada al asunto. No por gusto los “disidentes” pagados por el gobierno de Estados Unidos andan también alterados. La alteración llega al punto de que los llamados “opositores”, que hasta ahora han basado su “lucha” en la liberación de los “presos políticos”, ya no parece importarles tanto dicho problema.En lado mercenario (¿económico?) de la guerra ha salido a luz recientemente con la carta enviada por varias organizaciones “opositoras” al presidente Obama donde se exige que el gobierno vele porque el dinero que se emplea para pagar la subversión contra Cuba no se quede en Miami y llegue a los “opositores” de la Isla.
Según Ángel de Fana, el Director de Plantados, en una respuesta a la carta enviada a Obama el pasado 9 de abril, el dinero que el gobierno de Estados Unidos envía a la Isla sirve para “que se apoye la divulgación de denuncias e informaciones que envían los periodistas independientes, que se lleven a Ginebra y a otros foros internacionales las violaciones de derechos humanos del pueblo cubano, que se organicen eventos internacionales para apoyar a la oposición interna, que se editen libros y otros documentos (entre ellos algunos de presos políticos y opositores que residen en Cuba) que luego se utilizan en las bibliotecas independientes, que se envíen medicamentos y algunos alimentos a compatriotas dentro de la isla; que se envíen radios y otros medios de comunicación y de apoyo a la labor de los activistas, entre otras muchas cosas, que benefician la lucha por la libertad de Cuba, y, en nuestro caso particular, permite la estructura logística”.
Pero el negocio no para ahí. De acuerdo con de Fana, los contribuyentes norteamericanos no son los únicos estafados por los mercaderes de la confrontación. Los opositores implicados en la guerra contra Cuba obtienen “unos 300 000 dólares al año de contribuciones privadas, de empresarios y trabajadores exiliados cubanos, algunos de los cuales son personas retiradas que envían cinco o diez dólares, para que lo hagamos llegar a los familiares de los presos políticos y a algunos opositores democráticos”.
Vaya, que con crisis financiera y todo, los insultos y los disparates se siguen cotizando a buen precio.
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