Por Ernesto Pérez Castillo
El hábito no hace al monje, y mucho menos el color de su piel. Eso se sabe, pero se olvida. Al menos lo han olvidado aquellos que ven en el nuevo presidente del Imperio una señal de cambio, movidos solo por la ilusión de que Obama es negro.
El solo hecho de que un negro llegara a la Casa Blanca –no a fregar los platos o hacer los chistes– sino a gobernar, ha inspirado en muchos la peregrina idea de que está ocurriendo un cambio trascendental en los Estados Unidos.
Incluso lo comparan con el arribo al poder de un mestizo –Chávez– en Venezuela, o un indio –Evo– en Bolivia. Pero esa comparación es muy traída por los pelos y carente de fondo por completo. Porque las transformaciones en Venezuela no las lidera el mestizo Chávez, sino el hombre con un ideario bolivariano que lleva en sí una profunda fé en el socialismo y una tremenda conciencia del sinsentido del injusto modelo capitalista. Y Evo no es solo el indio, sino el indio arraigado y fortalecido en sus tradiciones ancestrales, es el líder sindical de muchos años de lucha por una Bolivia mejor.
¿Quién ha entrado entonces a la Casa Blanca?
Ni más ni menos que el graduado de Harvard, el muchacho educado dentro del sistema, y que no ha apostado a cambiar el sistema, sino a revivirlo a como sea, con los millones que sean necesarios. Que cree en el capitalismo, y que cree que hay un capitalismo bueno.
Otro tanto que le han apuntado a su favor es ser hijo de un musulmán. Mas eso tampoco sirve de mucho, pues poco antes de su toma de posesión, mientras Israel empleaba sus aviones para asesinar a mansalva a la población de Gaza, cuestionado por la prensa sobre ese genocidio, uno de sus principales asesores escurrió el bulto tras la pálida excusa de que: “El presidente Bush habla por Estados Unidos hasta el 20 de enero y nosotros respetamos eso”.
O sea, mas o menos dijo: no tenemos nada que ver y no tenemos nada que decir. Pero se equivocó, y la excusa no le alcanza para mucho. Nada resuelven con lavarse las manos, si la sangre les da hasta el cuello. Lo cierto es que después de su toma de posesión, cuando ya no podía eludir el tema, Obama solo supo seguir el guión imperial al declarar que Israel era un importante aliado de Norteamérica.
Entonces queda claro que para nada un negro –el negro con que se ilusionan muchos– ganó las elecciones. Quien ganó esas elecciones es tan blanco como todos los otros inquilinos del Salón Oval.
El negro soy yo. Negros somos los demás, los de acá abajo, los que no miramos el color de la piel para saber si un hombre es bueno.
El solo hecho de que un negro llegara a la Casa Blanca –no a fregar los platos o hacer los chistes– sino a gobernar, ha inspirado en muchos la peregrina idea de que está ocurriendo un cambio trascendental en los Estados Unidos.
Incluso lo comparan con el arribo al poder de un mestizo –Chávez– en Venezuela, o un indio –Evo– en Bolivia. Pero esa comparación es muy traída por los pelos y carente de fondo por completo. Porque las transformaciones en Venezuela no las lidera el mestizo Chávez, sino el hombre con un ideario bolivariano que lleva en sí una profunda fé en el socialismo y una tremenda conciencia del sinsentido del injusto modelo capitalista. Y Evo no es solo el indio, sino el indio arraigado y fortalecido en sus tradiciones ancestrales, es el líder sindical de muchos años de lucha por una Bolivia mejor.
¿Quién ha entrado entonces a la Casa Blanca?
Ni más ni menos que el graduado de Harvard, el muchacho educado dentro del sistema, y que no ha apostado a cambiar el sistema, sino a revivirlo a como sea, con los millones que sean necesarios. Que cree en el capitalismo, y que cree que hay un capitalismo bueno.
Otro tanto que le han apuntado a su favor es ser hijo de un musulmán. Mas eso tampoco sirve de mucho, pues poco antes de su toma de posesión, mientras Israel empleaba sus aviones para asesinar a mansalva a la población de Gaza, cuestionado por la prensa sobre ese genocidio, uno de sus principales asesores escurrió el bulto tras la pálida excusa de que: “El presidente Bush habla por Estados Unidos hasta el 20 de enero y nosotros respetamos eso”.
O sea, mas o menos dijo: no tenemos nada que ver y no tenemos nada que decir. Pero se equivocó, y la excusa no le alcanza para mucho. Nada resuelven con lavarse las manos, si la sangre les da hasta el cuello. Lo cierto es que después de su toma de posesión, cuando ya no podía eludir el tema, Obama solo supo seguir el guión imperial al declarar que Israel era un importante aliado de Norteamérica.
Entonces queda claro que para nada un negro –el negro con que se ilusionan muchos– ganó las elecciones. Quien ganó esas elecciones es tan blanco como todos los otros inquilinos del Salón Oval.
El negro soy yo. Negros somos los demás, los de acá abajo, los que no miramos el color de la piel para saber si un hombre es bueno.
Lagarde estas usando una Marca Capitalista
ResponderEliminarGoogle ...Te estas beneficiando gratuitamente de una empresa Norteamericana al tener tu blog alojado aqui
Has pensado en esto?
Espero respuesta y no censura
Estos radicales son un palo "encochinado" (por no decir otra cosa) por las dos puntas...
ResponderEliminarYo partiría por el principio de "respeta para que te respeten" y me refiero al pueblo estadonidense que sí elige para bien o para mal a sus gobernantes. Finalmente de eso se trata esa posibilidad de discernir, no se garantiza nada mas que tu posibilidad de cambiar, sin miedo, no importa si te equivocas... Que ganas de escribir gamelote...
Al que escribió el comentario anterior te recomiendo que esperes sentado la respuesta, esta gente detesta el capitalismo pero lo goza, muchacho...
Gran diferencia con otro blog... no necesitas aprobación.... gameloteros del gamelotal
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