Por Víctor Joaquín Ortega
“Solo hay mujeres en mi tierra, en Cuba y entre todas esas, una sola: la que me quiere, la que yo amo, la que se casó conmigo una mañana azul” escribió Rubén Martínez Villena en una carta a su esposa.
Este ser humano tan ser humano, amó a la mujer con la misma intensidad con que pedía una carga para acabar con los bribones.
Puedes venir desnuda a mi fiesta de amor. Yo te vestiré de caricias. Música, la de mis palabras; perfume, el de mis versos; corona, mis lágrimas sobre tu cabellera. ¿Qué mejor cinturón para tu talle, qué cinturón más tierno, más fuerte y más justo que el que te darán mis brazos..?
Para tus senos, ¿qué mejor ceñidor que mis manos amorosas..? ¿Qué mejor pulsera para tus muñecas que la que formen mis dedos al tomarlas para llevar tus manos a mi boca..?
Una sola mordedura, cálida y suave, a un lado de tu pecho, será un broche único para sujetar a tu cuerpo la clámide ceñida y maravillosa de mis besos…Puedes venir desnuda a mi fiesta de amor. Yo te vestiré de caricias…
(De su Hexaedro Rosa).
Martínez Villena. Combate. Organiza. ¡La huelga, sí! En el acto por el arribo de las ceniza de Mella, la voz que casi no se escucha por la tuberculosis que ataca ya la garganta, todo el cuerpo. Pero ¡está aquí!; siempre estarán aquí los dos: jamás serán vencidos por la muerte. El comunista escritor ha ido entregando los pulmones a la lucha. Y es cada día más corazón de la patria.
Poeta verdadero, lo erótico no escapa de su vivir y su crear. En el siguiente soneto hay arte magnífico de un hecho tan poético como el propio poema que fue respuesta aun reto de otro bardo, su cuñado Tallet:
“Solo hay mujeres en mi tierra, en Cuba y entre todas esas, una sola: la que me quiere, la que yo amo, la que se casó conmigo una mañana azul” escribió Rubén Martínez Villena en una carta a su esposa.
Este ser humano tan ser humano, amó a la mujer con la misma intensidad con que pedía una carga para acabar con los bribones.
Puedes venir desnuda a mi fiesta de amor. Yo te vestiré de caricias. Música, la de mis palabras; perfume, el de mis versos; corona, mis lágrimas sobre tu cabellera. ¿Qué mejor cinturón para tu talle, qué cinturón más tierno, más fuerte y más justo que el que te darán mis brazos..?
Para tus senos, ¿qué mejor ceñidor que mis manos amorosas..? ¿Qué mejor pulsera para tus muñecas que la que formen mis dedos al tomarlas para llevar tus manos a mi boca..?
Una sola mordedura, cálida y suave, a un lado de tu pecho, será un broche único para sujetar a tu cuerpo la clámide ceñida y maravillosa de mis besos…Puedes venir desnuda a mi fiesta de amor. Yo te vestiré de caricias…
(De su Hexaedro Rosa).
Martínez Villena. Combate. Organiza. ¡La huelga, sí! En el acto por el arribo de las ceniza de Mella, la voz que casi no se escucha por la tuberculosis que ataca ya la garganta, todo el cuerpo. Pero ¡está aquí!; siempre estarán aquí los dos: jamás serán vencidos por la muerte. El comunista escritor ha ido entregando los pulmones a la lucha. Y es cada día más corazón de la patria.
Poeta verdadero, lo erótico no escapa de su vivir y su crear. En el siguiente soneto hay arte magnífico de un hecho tan poético como el propio poema que fue respuesta aun reto de otro bardo, su cuñado Tallet:
34 y medio
Te vi de pie, desnuda y orgullosa
y bebiendo en tus labios el aliento,
quise turbar con infantil intento
tu inexorable majestad de diosa.
Me prosternó a tus plantas el desvío
y entre tus piernas de marmórea piedra,
entretejí con besos una hiedra
que fue subiendo al capitel sombrío.
Suspiró tu mutismo brevemente
cuando en la sed del vértigo ascendente
precipité el final de mi delirio:
y del placer al huracán tremendo
se doblegó tu cuerpo como un lirio
y sucumbió tu majestad gimiendo.
Con la misma fuerza que amó, derrotó a Mañach en una polémica más que estética, ética, ideológica. Le dijo al talentoso pero reaccionario crítico: “Yo no soy poeta (aunque he escrito versos); no me tengas por tal y, por ende, no pertenezco al gremio de marras. Yo destrozo mis versos, los desprecio, los regalo, los olvido; me interesan tanto como a la mayor parte de nuestros escritores les interesa la justicia social”. Era poeta superior: escribió con la vida, con la lucha, los mejores versos.
Como expresó Ana Núñez Machín en su biografía de Rubén, premio UNEAC del género en 1970: “…en la naturaleza excepcional de Martínez Villena el amor vibraba puro, sin límites, tuvo el amor honradez sin límites, tuvo el amor la principal muestra: de su ternura, lo mejor; de su lealtad, lo más hondo y entrañable”.
José Antonio Fernández de Castro recordaba: “ Rubén era un hombre socialmente tímido, no comprendía el amor como juego…mientras nosotros nos íbamos a visitar a nuestras amigas, él se dedicaba a escribir cartas amorosas a la que después fue su mujer”.
La quiere, la necesita. Rubén le confiesa:
“… yo soy un hombre honrado, honradamente, yo no puedo ofrecerte mi vida, ni mi tiempo, ni mi persona; ni siquiera mi pensamiento íntegro. Antes que nada, me debo a la causa por la cual no olvido que he jurado morir si es necesario”.
Ana Núñez Machín ha expresado:
“Hijo de familia acomodada, intelectual revolucionario, se hizo a sí mismo para después poder guiar a los demás. Forjado en el amor; autodidacto en la medida de su afán de saber, erudito en cuanto a su carrera; dotado de un estilo sobrio y poderoso, este hombre prefirió las oscuras puertas de la lucha proletaria -luminosas siempre- para llevar con más hidalguía su calificativo de tal, en su total e íntegro concepto. Abrazado por esa llama, dejó en ella, por convicción, la vida.”
Como expresó Ana Núñez Machín en su biografía de Rubén, premio UNEAC del género en 1970: “…en la naturaleza excepcional de Martínez Villena el amor vibraba puro, sin límites, tuvo el amor honradez sin límites, tuvo el amor la principal muestra: de su ternura, lo mejor; de su lealtad, lo más hondo y entrañable”.
José Antonio Fernández de Castro recordaba: “ Rubén era un hombre socialmente tímido, no comprendía el amor como juego…mientras nosotros nos íbamos a visitar a nuestras amigas, él se dedicaba a escribir cartas amorosas a la que después fue su mujer”.
La quiere, la necesita. Rubén le confiesa:
“… yo soy un hombre honrado, honradamente, yo no puedo ofrecerte mi vida, ni mi tiempo, ni mi persona; ni siquiera mi pensamiento íntegro. Antes que nada, me debo a la causa por la cual no olvido que he jurado morir si es necesario”.
Ana Núñez Machín ha expresado:
“Hijo de familia acomodada, intelectual revolucionario, se hizo a sí mismo para después poder guiar a los demás. Forjado en el amor; autodidacto en la medida de su afán de saber, erudito en cuanto a su carrera; dotado de un estilo sobrio y poderoso, este hombre prefirió las oscuras puertas de la lucha proletaria -luminosas siempre- para llevar con más hidalguía su calificativo de tal, en su total e íntegro concepto. Abrazado por esa llama, dejó en ella, por convicción, la vida.”
Rubén sí supo amar: a la madre, al padre, a la esposa, al amigo, al amor… Y con ese mismo amor -y era gran arma- peleó por los humildes. Hombre pleno, hasta las flaquezas las convertía en obra artística:
Celos eternos
Tengo celos del pasado que son celos incurables:
desconfianza de la historia que viviste en el ayer
de los ojos que se vieron en tus ojos adorables,
de los sueños que forjaron tus instintos de mujer.
Y supongo dolorido, los innúmeros probables
cazadores que tuvieron las bellezas de tu ser,
y me asaltan, una a una, las palabras miserables
que engañaron tus oídos con promesas de placer.
Es inútil: nadie podrá borrar ya lo que ha pasado,
y tus besos me recuerdan otros besos que tú has dado
y anticípanse mis celos en el mismo porvenir.
Porque en vez de consolarme, cada vez estoy más triste
presintiendo que los años de placer que tú viviste
son los años de martirio que me quedan por vivir.
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