En dónde meterán la cara los propagadores de rumores sobre la presunta muerte de Fidel Castro. Cuánta gente volverá a sacar la ropa de las maletas o devolverá los pasajes a las agencias de viaje.
Me pregunto si la policia de Miami Dade -después de conocer las declaraciones de la presidenta de argentina sobre su encuentro con Fidel- habrá convocado a una reunión de urgencia para ponerse de acuerdo en qué hacer con la expuesta vergüenza de los frustrados agoreros.
Los principales dirigentes de las organizaciones contrarrevolucionarias de la Florida, que hace solo unos días se rompían sus limitados meollos para ponerse de acuerdo sobre qué decir cuando se anunciara oficialmente la muerte de Fidel Castro, serán acogidos, para protegerlos de los disturbios que podría generar su ridiculez, en el programa de protección de testigos.
Por lo menos, ahora ya sabrán qué decir.
Como convocar a una conferencia de prensa equivaldría a un papelazo mayúsculo, a los cabecillas de la gusanera aún le queda la opción de usar la comunidad de blogs que tanto se regodearon en antologar citas mortuorias a costa de su ya disminuida credibilidad. El único mensaje posible en tal circunstancia sería, por supuesto, el siguiente: "Una vez más, hicimos el ridículo".
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