Por Ernesto Pérez Castillo
Ahora que un tribunal militar egipcio ha condenado al bloguero Maikel Nabil a tres años de prisión, el gobierno norteamericano no ha perdido la oportunidad de ejercer otra vez su tremenda capacidad para llorar lágrimas de cocodrilo.
Nabil fue acusado de publicar informaciones falsas sobre el empleo de la fuerza militar contra los manifestantes durante las protestas anti Mubarak, y Mark Toner, portavoz del Departamento de Estado, ha puesto de inmediato cara de ocasión ante las cámaras y bajo las conmovedoras luces de los flashes declaró: “Estamos profundamente preocupados y decepcionados por la sentencia, y pedimos al gobierno egipcio que permita a todos los ciudadanos el derecho a expresar sus derechos universales”.
Esos tres años son una bicoca frente a los cincuenta y dos que como mínimo penden sobre la cabeza del soldado Bradley Manning, justo por creer que esos “derechos universales” que su gobierno reclama para el resto del mundo valían también para los ciudadanos norteamericanos.
Manning lleva más de doscientos días con sus noches en un calabozo de uno por cuatro metros, donde permanece 23 horas al día, prácticamente sin mobiliario alguno, sin artículos personales, sin almohadas y sin una sábana siquiera. Durante una hora, cada jornada, se le permite el lujo de salir y caminar pero tiene terminantemente prohibido correr.
Cada amanecer recibe el de pie a las cinco de la mañana, y debe permanecer desnudo como dios lo trajo al mundo y al infierno que son ahora sus días, a la vista de sus carceleros.
¿Y por qué tamaño ensañamiento?
Pues porque Mannig ha sido acusado de filtrar, entre otras barbaridades, el video donde se ve cómo un helicóptero norteamericano dispara contra personal de la prensa en Irak, y luego también dispara sobre otros civiles que se acercaron a socorrer a las víctimas.
Él ha declarado: “Era información muy vulnerable. Y, bueno, se la mandé a Wikileaks. Dios sabe lo que sucederá a partir de ahora. Espero que haya una gran discusión mundial, debates, reformas. Si no es así, estamos condenados como especie”.
El soldado era analista de inteligencia de la Segunda Brigada de la 10ª División de Montaña, en Fort Drum, Nueva York, de donde fue enviado a la Base Operativa Avanzada Hammer, 60 kilómetros al este de Bagdad, y tuvo la osadía de hacer públicos los desmanes con que las fuerzas de ocupación se entretenían.
La actitud del vocero del Departamento de Estado es espejo de la hipócrita actitud de su presidente, pues si bien Obama se llenó la boca para condenar la represión en Siria y Yemen, amen de exigir un cambio de gobierno en Libia y a las carreras organizar los bombardeos que ya han costado la vida a centenares de civiles, en cambio mantiene silencio absoluto sobre la situación en Bahrein, donde al menos una veintena de personas ha muerto, otras cuatrocientas se encuentras arrestadas o desaparecidas, tres detenidos murieron bajo custodia –uno de los cuales con evidencia de tortura–, mientras la prensa crítica ha sido silenciada, blogueros han sido detenidos, periodistas llevados a juicios y se muchos reporteros extranjeros fueron expulsados. Ni las estrellas de futbol se salvaron, pues por participar en las protestas han sido expulsadas de la selección nacional y puestos tras las rejas.
Y es que el pequeño reino de Bahrein acoge a la base naval sede de la Quinta Flota, razón más que suficiente para que Obama mantenga bien cerrada la boca ante esos sucesos.
Mientras sus fuerzas navales sean bien acogidas allí, Obama será ciego, sordo y mudo. Todo lo que el soldado Mannig no pudo ser.
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