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miércoles, 15 de julio de 2009

Las urnas o las armas

Por Rodolfo Pastor Fasquelle*

El golpe no nos dividió a los hondureños, ni menos Mel, si no el proceso decrecimiento concentrador y excluyente, que nos ha polarizado por medio siglo. Y la propuesta del Presidente Zelaya de enfrentar las contradicciones estructurales de ese modelo y de tomar conciencia y partido para el remedio eficaz de la miseria puso al descubierto una gran falla, entre las placas de la población que se han beneficiado y se han alienado en ese proceso (la burguesía vario pinta) y, de otro lado las mayorías marginadas, cada vez más frustradas, junto con los profesionales con compromiso ético y social y los obreros organizados que pueden vislumbrar un orden más justo. En las noticias que me llegan de allá prevalecen dos notas: confusión en todos los campos e indignación.
La confusión profunda, en primer lugar de la pequeña burguesía, que ha caído en la trampa de la manipulación mediática, convencida de que apoya una gesta"contra el comunismo y la dictadura". Pobrecita. No sé si es redimible. Que ya era supersticiosa y ahora se ha vuelto rezandera compulsiva, como reflejo de su mala conciencia y del susto -supongo- porque no pueden dejar de intuir los insondables peligros que sacaron con los chafarotes y los geniecillos del mal de la Contracuarta. Invocando, contra el mundo entero, el liderazgo universal de Micheletti, la probidad y heroicidad de Vásquez Velásquez, la sana intención de sus empleadores, la bendición del Cardenal contra la condena fulminante del Papado y las incongruencias de esos falsos apóstoles contra la razón misma, contra el sentido común, la ficción oficial y mediática de que Honduras está unida con el golpe contra la manifestación cotidiana de lo contrario.
Confusión también entre los nuestros que, para nada, previmos lo que otros llaman "un golpe anunciado", aunque sabíamos de la conspiración. Que no tomamos ninguna precaución. Y que andamos, dentro y fuera, como alelados, hablando babosadas acerca de cómo la comunidad internacional nos va a sacar de problemas, invocando argumentos legales en un país en que está totalmente colapsado el aparato de justicia desde antes, que vamos a una huelga general, descoordinados entre nosotros, viviendo del poema del día, y de las "mejores canciones" mientras ellos nos llevan presos, nos acosan, reprimen alas manifestaciones cuando les dan miedo. Los perversos se sienten seguros, los buenos cada vez más expuestos.
Pasan las horas, se acumulan las condenas internacionales y se prolongan las marchas y la movilización, pero ellos siguen ahí, sólo ligeramente nerviosos y por la noche los nuestros regresan a los escondites o buscan uno nuevo.(Afortunados los que hemos escapado apenas). Por las calles rondan libremente Billy Joya y Carmona. En los despachos, se persigue inclementemente a nuestra gente. Se los acosa y despide. (Sin comprensión técnica de la materia, la peligrosa rubia Castro ha despedido, sin embargo, a casi todos los cuadros técnicos del ministerio). Está claro que estamos en desventaja. Y que la lucha tiene una fricción desgastante y en la medida en que demuestre ser ineficaz la reacción internacional sin precedentes también se esfuma en el vacío y en el doble juego de "hacer tiempo". La impotencia hay que reconocerla, la frustración y la confusión, pero no para rendirnos.
La indignación hay que cultivarla y sobre todo hay que organizarla, para que se convierta en instrumento eficaz de lucha. Está pendiente todavía y seguirá por muchos días aun siendo urgente la movilización en la calle, aunque debe organizarse mejor. Y la bandera de lucha sigue siendo la inmediata restitución del gobierno legítimo. El Congreso se amnistiará como quiera. Mel debe regresar cómo sea, por dónde sea, a lo que sea.
No se trata de un asunto personal, pero Mel personifica ese anhelo. Nadie más que él puede restaurar las condiciones bajo las cuales podemos volver a ser un país civilizado, debatir nuestras diferencias sin las tonterías prefabricadas de la ideología y el fundamentalismo y volver a recurrir a las urnas para resolver las contradicciones, y no a las armas.


*Rodolfo Pastor Fasquelle es el ministro de cultura de Honduras

domingo, 5 de julio de 2009

Domingo de Insurrección

Por Raúl Verrier

Existen varias versiones que intentan explicar el origen del nombre del hermano país centroamericano de Honduras. Una de las más divulgada, se refiere a las palabras que pronunciara el “Virrey y Almirante de las Indias Cristóbal Colon”, cuando en su cuarto viaje llegó a las costas de Centroamérica, y en lo que es hoy la parte norte del país, sufrió los embates de un poderoso huracán.
La pericia del probado navegante impidió que un embravecido mar engullera en sus entrañas las endebles naves del Almirante. Se cuenta que solo después de sentirse a salvo, Cristóbal Colón sentenció:” Gracias a Dios que salimos de estas honduras”.
Con certeza no se puede afirmar categóricamente que este evento haya propiciado el nombre del hermano país centroamericano, pero a más de 500 años de aquel episodio, el nombre de Honduras vuelve asociarse a los embates de un poderoso huracán, con la salvedad de que ahora no se trata de suceso meteorológico, sino de un huracán protagonizado por un pueblo que se resiste a perder al presidente elegido democráticamente por sus votos.
Fue el papa Silvestre I, quien ejerció su pontificado entre los años 314 y 335, el primero en denominar dominicus al séptimo día de la semana, por ser el "día consagrado al Señor" (Dominus).
El domingo 28 de junio del 2009, no fue precisamente un día consagrado al señor, ese día se produjo un golpe de estado perpetrado por la rancia oligarquia hondureña contra el presidente legítimo Manuel Zelaya.
Han transcurrido siete días del golpe de estado contra el presidente Manuel Zelaya, único presidente legitimo reconocido por amplios sectores de su pueblo y la comunidad internacional. Hoy el pueblo se ha volcado a las calles a esperar el regreso de su mandatario, hoy el pueblo de Honduras, sin miedos, con el poder de la razón y las ideas, protagoniza un Domingo de Insurrección, único tributo posible para la resurrección de la democracia en Honduras.