jueves, 18 de abril de 2019

Estados Unidos, Venezuela y el nuevo mundo de las marionetas

Marionetas en la OEA. El enviado del líder opositor Juan Guaidó, Gustavo Tarre (i), entrega sus cartas credenciales al secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro (d), durante un acto este miércoles en la sede del organismo, en Washington (EE.UU.).

Por M. H. Lagarde

Después del fracaso de la supuesta ayuda humanitaria, de los insistentes llamados a las Fuerzas Armadas para rendirse ante el poder imperial y de los sucesivos sabotajes contra el sistema eléctrico venezolano, Estados Unidos intenta oxigenar la cada vez más desinflada figura de su títere en Venezuela.



El pasado lunes, la Organización de Estados Americanos (OEA), bajo la égida de Washington, aprobó una resolución en la que se acepta a un representante de Juan Guaidó en ese organismo y, al día siguiente, Estados Unidos convocó al Consejo de Seguridad de la ONU para pedir —por boca de su vicepresidente, Mike Pence— que esa organización reconociese a Guaidó como el presidente legítimo de Venezuela.


Si se tiene en cuenta que el gobierno bolivariano hace dos años solicitó salir de la OEA, algo que, de acuerdo a los procedimientos, debería concretarse el próximo 27 de abril, y que en el Consejo de Seguridad tienen derecho a veto dos países que apoyan a Venezuela, como Rusia y China, el intento de relanzar a su títere venezolano solo puede interpretarse como una maniobra mediática para mantener viva la fe de los embaucados en el engendro golpista.


Como bien dijo el embajador de Venezuela en la ONU, son muchos los países del organismo multilateral que no acompañan a Estados Unidos en su postura hostil contra el Gobierno de Caracas, e incluso, algunos de los que dicen respaldar a Washington le han comentado en privado que se lo están pensando otra vez.


«Ellos creyeron el cuento de que Juan Guaidó —el titular de un parlamento en desacato— iba a llegar al poder al día siguiente de proclamarse a sí mismo mandatario interino; pero ese señor no tiene ningún poder efectivo, no controla nada en Venezuela», afirmó Moncada.


El pasado 29 de marzo, el sitio antichavista El Nuevo Herald aseguraba que «el entusiasmo en algunos círculos estadounidenses y diplomáticos sobre el surgimiento de Juan Guaidó y la expectativa de una salida del poder de Nicolás Maduro ha sido reemplazado por la frustración ante la permanencia de Maduro y preocupaciones sobre la interferencia de Rusia y China, según varias fuentes».


Pero mientras el imperio zarandea con fuerza las cuerdas de su marioneta, paradójicamente, la imposición a ultranza del «autoproclamado» deja cada vez más al descubierto, ante la comunidad internacional, las costuras del títere.


Ciego de prepotencia hegemónica, Estados Unidos hará todo lo posible por no querer reconocer su fracaso ante el referendo en que se ha convertido la heroica resistencia del pueblo venezolano, y persistirá en su empeño de convertir el actual orden internacional en un teatro de marionetas.


Por tal motivo, y como dijera durante la proclamación de la Constitución de la República de Cuba el General de Ejército Raúl Castro: «en suelo bolivariano se define hoy si es verdad que las naciones latinoamericanas y caribeñas tienen derecho a la libre determinación, si el poder soberano descansa en el pueblo o en un gobierno extranjero, si resulta aceptable que un país poderoso determine quiénes son los gobernantes de un Estado independiente, si las normas y principios por los que se rige la Organización de las Naciones Unidas tienen valor real o son letra muerta, si los pueblos de la región permanecerán pasivos ante el arrebato del poder soberano en una nación hermana o responderán en repudio al crimen».

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