Por Zulema Armas Mojena
Conozco a Pedro Pablo desde hace más de treinta años. Yo era niña y estudiaba música en la escuela de arte de Pinar del Río. Entre los profesores más cercanos, más especiales, estaba él, siempre atento a todos los alumnos, de todas las manifestaciones, abriendo caminos hacia el conocimiento y la búsqueda espiritual. Un hombre singular, un profundo amigo, un maestro de verdad, ese es el Pedro Pablo Oliva que conocí y al que no renuncio.
Me sentí en el deber de escribir estas notas a partir de las informaciones que han estado circulando sobre él en los últimos días. No hablo a partir del desconocimiento ni de una relación coyuntural o interesada, como han hecho algunos voceros de la contrarrevolución; sino desde el sentimiento más entrañable por las personas que conocemos desde siempre. Desde la admiración y el cariño.
Coyunturas de la vida me pusieron, hace ya una década, ante el deber de dirigir en distintas instituciones del Ministerio de Cultura, y, desde hace dos años, en el Consejo Nacional de las Artes Plásticas. En ese momento, uno de mis primeros pensamientos fue para él, pues en su obra y en su ejemplo sabía que tendría un gran respaldo. Nuestra relación ha sido de respeto, de diálogo y de atención a su condición de excepcional artista y ser humano.
Para nuestras instituciones, especialmente para el Consejo Nacional de las Artes Plásticas, Pedro Pablo ha sido siempre uno de los artistas fundamentales del país. Ha participado en las principales exposiciones colectivas de la plástica cubana que se han organizado en Cuba y en el extranjero, ha expuesto también repetidamente sus propios proyectos y obtuvo el Premio Nacional de las Artes plásticas en el 2006. Ese respeto y reconocimiento le permitió contar con todo el apoyo institucional para abrir su Casa Taller en Pinar del Río. Sorprende que, en las recientes declaraciones de Pedro Pablo y del equipo de la Casa Taller, se recalque la colaboración que les han prestado las embajadas de Polonia y de la República Checa y no se destaque el respaldo de las instituciones nacionales y provinciales para defender, promover y legitimar ese proyecto.
Todas las iniciativas de la Casa Taller han encontrado el máximo apoyo institucional para su realización, como se ha reconocido antes en su propia página Web. Las visitas culturales importantes al territorio, tanto de figuras nacionales como extranjeras, han tenido ese espacio en su programa, como sitio imprescindible. Sé que, por la prioridad que le hemos dado, la Casa Taller ha contado con una doble conexión y un servicio superior de Internet al de muchas instituciones. Al propio tiempo, a causa de las limitaciones objetivas de la red CUBARTE y de todo el país, no hemos podido abrir la sala de navegación del Centro de Desarrollo de las Artes Visuales ni ponerle servicio de Internet al sello editorial Arte Cubano.
Como artista, Oliva nunca ha sido complaciente. Junto a nosotros, con nosotros, ha escudriñado los problemas más agudos de la realidad cubana. Como expresión sintética de esta práctica común, su obra El gran apagón estuvo expuesta a la entrada del Museo Nacional de Bellas Artes en los años 90, los más difíciles de la historia de la Revolución, en la muestra del Primer Salón de Arte Cubano Contemporáneo. Su visión no la vemos como una posición exclusiva, sino como algo habitual en el campo de las artes visuales, respaldado por una política cultural que fomenta la indagación crítica desde la responsabilidad y el compromiso revolucionarios.
Como muchos, me sentí ofendida por la grosera manipulación que ha hecho la contrarrevolución de la obra de Pedro Pablo. Yoani Sánchez, en uno de sus comentarios, daba una interpretación repulsiva de una obra de la serie de retratos de Fidel: “Oliva daba pinceladas a un Fidel Castro en óleo, visto como a través de un aparato de radiografías. Flotaba con su barba rala y entre las manos tenía una doncella casi asfixiada, que se parecía –irrefutablemente– a Cuba. En la parte inferior del cuadro, diminutas personas con las cuencas de los ojos vacías presenciaban el forzado estrujón que el Máximo Líder le infligía a la patria”.
Leer ese “análisis” tan vulgar y tendencioso, me hizo recordar un encuentro que sostuvimos con Pedro Pablo el pasado año. Invitado por la Asociación Hermanos Saíz, quien lo ha reconocido con el título de “Maestro de Juventudes”, Pedro Pablo se refirió con emoción a la figura de Fidel en su obra. Habló de su interés por acercar a Fidel a nosotros, por mostrarlo en la vida cotidiana. Contó que veía a Fidel como alguien muy cercano, como un hombre sensible y soñador que, agobiado por los problemas, sentía la necesidad de sentarse en el muro del malecón y admirar el amor y la belleza.
Me indignó constatar cómo se puede manipular la obra de un gran artista y construir, desde la más profunda ignorancia, un argumento que sólo sirve a los contrahechos intereses de la subversión contra Cuba. Ciertamente esperé que Pedro Pablo rebatiera esa lectura banal que distorsionaba y reducía el significado de su obra, pero lamentablemente eso no sucedió. Sería consecuente con el hombre que conozco. Me gustaría que, con esa misma actitud que hoy lo impulsa a defender sus criterios, se distanciara de la manipulación que se hace de su obra.
Respeto lo que expresó recientemente sobre cómo escoger amigos, pero es un hecho que la contrarrevolución asalariada del gobierno de los Estados Unidos no está interesada en lo absoluto en tratarlo de manera amistosa. Sobran las evidencias de que sólo buscan alinearle a los intereses proyanquis y anticubanos. Las intenciones de estos individuos, nada tienen que ver con “los sueños de un país mejor” de nuestro artista. Algo que Pedro Pablo no admite, quizá por exceso de generosidad. Cuando nadie conocía de la discusión en la Asamblea Provincial del Poder Popular de Pinar del Río, ya la contrarrevolución propalaba infundios sin base alguna sobre la expulsión de Pedro Pablo de la UNEAC y el cierre por el gobierno de la Casa Taller. Como las propias agencias de prensa han difundido, la discusión en la Asamblea y la revocación de Pedro Pablo, aceptada por él mismo, no tienen nada que ver con las mentiras que circulan.
El Pedro Pablo Oliva que admiro, el artista, es un hombre de nuestra cultura, de nosotros, de la Revolución Cubana. Ojalá se distancie del intento, siempre fracasado, de los enemigos de la nación, de manipular en beneficio de sus intereses la auténtica libertad creadora que defendemos.
Zulema Armas Mojena (1965)
Graduada de la Escuela Nacional de Instructores de Arte y de Letras de la Universidad de la Habana. Ha sido Directora de Creación Artística del Consejo de Casas de Cultura y Directora de Programas Culturales del Ministerio de Cultura. Actualmente es Vicepresidenta del Consejo Nacional de las Artes Plásticas.
› Tomado del blog Cubaensolfa
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