(SPANISH.CHINA.ORG.CN) – Sucesivos intentos de suicidio, tres de ellos consumados, fueron llevados a cabo en 2006 por una treintena de reos con problemas psiquiátricos en la prisión estadounidense de la Base Naval de Guantánamo (este de Cuba), según los documentos del Departamento de Estado de Estados Unidos filtrados por la web WikiLeaks a varios medios de comunicación, entre ellos el diario español El País.
La información hecha pública, indica el rotativo en su edición de este martes, muestra a unos interrogadores obsesionados por dar con el paradero de Osama Bin Laden y refleja la violencia que marcaba las relaciones entre guardianes y prisioneros, pero la Casa Blanca dijo la víspera que los datos revelados no estaban actualizados.
De los casi 780 presos que Estados Unidos llevó a Guantánamo desde que en 2001 invadió Afganistán, 30 padecían enfermedades psiquiátricas, depresiones profundas y graves trastornos de personalidad y varios de ellos protagonizaron reiterados intentos de suicidio, apuntan las evaluaciones médicas a las que se les sometió en el campo Rayos X al ingresar en el centro carcelario.
Pese al cuadro clínico de esos reclusos, la mayoría pasaron años encerrados antes de ser trasladados a sus países de origen. La búsqueda de información primó por encima de la salud, señala el diario y pone como ejemplo el caso de Modulá Abdul Raziq, retornado a Afganistán cuando se comprobó que su lamentable estado impedía obtener información de inteligencia fiable sobre Al Qaeda y sus grupos asociados.
Abdul Raziq, de 40 años, consumía sus propias heces, bebía champú y embadurnaba con excrementos su cuerpo desnudo en una celda de Guantánamo. No obstante, permaneció ocho meses en Guantánamo antes de que se le devolviese a su país, en septiembre de 2002.
El afgano logró la libertad no porque los norteamericanos reconocieran su equivocación, sino porque su lamentable estado psiquiátrico “dificulta o imposibilita obtener información durante los interrogatorios”, precisa un informe secreto en el que el general de brigada Michael R. Lehnert, del cuerpo de Marines de Estados Unidos, pide su repatriación.
El equipo de psiquiatras, señaló el general, “asegura que el detenido número 356 es incapaz de facilitar un testimonio veraz. Los interrogatorios en Guantánamo han determinado que no es miembro de Al Qaeda” y debido a su estado mental, “es incapaz de facilitar información real o de cualquier naturaleza”, por lo que recomendó su retorno a Afganistán.
Hasta una docena de “serios” intentos de suicidio llevó a cabo Juma Muhamed Abd al Latif al Dosari, de 38 años, natural de Bahréin, expresó en su momento el contraalmirante Harry B. Harris, “tiene un importante desorden depresivo, personalidad limitada con trato pasivo y agresivo...”, pese a lo cual afirma que “goza de buena salud”. Ser considerado un preso de alto riesgo y alto valor de inteligencia por haber reclutado supuestamente a una célula de yihadistas en Búfalo (EE.UU.), le mantuvo un lustro en prisión, antes de ser transferido a Arabia Saudí.De ese mismo país procedía Mishal Awad Sayaf Alhabiri, de 31 años, que intentó quitarse la vida colgándose en su celda y sufrió “significativos daños cerebrales por la pérdida de oxígeno” que lo obligaron a permanecer en silla de ruedas. No obstante reconocerse que su valor de inteligencia era bajo, permaneció tres años en Guantánamo.
En cambio, Sahakruj Hamiduya, uzbeko de 31 años que según el Departamento de Defensa no era miembro de Al Qaeda ni representaba una amenaza, por lo que en 2004 recomendó su entrega a otro país, purgó siete años en su celda hasta que fue transferido a Irlanda en 2009. Este estudiante de taekwondo, que confesó haber ido a Afganistán a participar en la yihad contra los infieles para vengar la muerte de un familiar, se intentó suicidar en dos ocasiones con un trozo de sábana.
Peor suerte corrió Yasser al Zahrani, de 21 años, que se ahorcó con una sábana en su celda de Guantánamo el 10 de junio de 2006, el mismo día que otros dos presos, en una acción coordinada de protesta. Había entrado al campo con 17 años y en su ficha se aseguraba que su nivel de riesgo era medio y el de inteligencia bajo.
Entre los casos que revela El País aparece también el de Ayman Said Abdulá Batarfi, de 41 años, médico yemení de Osama Bin Laden en las cuevas de Tora Bora (Afganistán), del que los interrogadores estadounidenses afirmaron que “tiene buena salud, pero pobre estado mental... paranoia y esquizofrenia. No es dócil con el tratamiento a consecuencia de su psicosis”.
Su cercanía al jefe de Al Qaeda, a su escudero egipcio Ayman al Zawahiri y a los combatientes yihadistas a los que asistió durante la invasión norteamericana de Afganistán fue el argumento principal para mantenerlo preso durante siete años hasta su entrega a Yemen, en 2009.
“El detenido es extremadamente inteligente y ha facilitado mucha información sobre sí mismo y otros asociados a la ONG Wafa Humanitarian Organization (para la que trabajaba)”, dice la evaluación del contraalmirante Buzby. La lista de la potencial información que podía facilitar en los interrogatorios es interminable. Un recluso que luchó en Tora Bora le acusó de hacerse el loco.
Por último está el caso del Mohamed Sadiq, de 89 años, que entró en el penal el 4 de mayo de 2002 y fue sometido a la prueba del polígrafo, donde se demostró que no sabía manejar el teléfono satélite Thuraya que encontraron en un registro en su casa. Tampoco conocía la identidad de una lista de teléfonos sospechosos de estar relacionados con el movimiento talibán.
Sadiq pasó cuatro meses encerrado en su celda hasta que un informe del general de división Michael E. Dunlavey recomendó su entrega a las autoridades afganas por su demencia senil y depresión y porque no tenía “ningún valor de inteligencia para EE.UU
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