Por DEISY FRANCIS MEXIDOR
Moisés Rodríguez Quesada le sabe a la historia de los grupúsculos contrarrevolucionarios en Cuba. Vivió entre ellos. Por eso cuando le piden despojarse del velo de la memoria alude a un año: 1980.
"Sé que en este minuto otros cubanos pudieran estar haciendo lo mismo. Mi país jamás estará desprotegido".
Fue en esa época que conoció a Elizardo Sánchez Santa Cruz Pacheco, El Camaján. "Ahí iniciamos una relación" que también se extendió a "otros vinculados con él, en el propósito de crear un movimiento de ‘derechos humanos’ en el país", en correspondencia con el añejo interés del gobierno de Estados Unidos de acabar con todo aquello que huela a Revolución en la Isla.
La punta de lanza era esa, pero "ya después Washington ordena que no solamente se crearan esos grupos sino también de artistas, de profesionales de diferentes ramas…, en fin, los de corte político", rememora Moisés, quien fuera primer vicepresidente del llamado Comité Cubano Pro-derechos Humanos surgido por aquel entonces.
Aunque le organizaron una visita a Costa Rica, el destino real fue EE.UU., donde lo contactaron varios mercenarios.
"Estuvimos un tiempo tratando de acordar cómo haríamos y además escuchando las órdenes de los amos: me refiero a la Sección de Intereses de Estados Unidos, que ya funcionaba aquí en La Habana como centro de diseño y dirección de la contrarrevolución", asegura este hombre de hablar sereno.
El contexto era propicio. Los acontecimientos en Europa en las décadas de 1980 y 1990 fueron caldo de cultivo para esos grupúsculos tras colapsar el campo socialista. "Se intenta fabricar un cierto paralelismo en Cuba", expresa. › Leer Más
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