Se esperaba con interés el discurso del Presidente sobre el tema, después de sus palabras el 12 de enero en la Universidad de Tucson, Arizona, sobre la matanza que había tenido lugar en aquella ciudad cuatro días antes. Seis personas murieron y 14 fueron heridas, entre ellas, la joven congresista demócrata Gabrielle Giffords, electa por tercera vez al Congreso de Estados Unidos, la cual se oponía a la Ley antiinmigrante de aquel Estado, que fue parte del territorio arrebatado a México en la injusta guerra de 1848.
El Tea Party, la derecha fascista del Partido Republicano, había obtenido un notable éxito entre los electores que se toman la molestia de ejercer el derecho a votar en las elecciones de ese país.
La población de Arizona, como la del resto de Estados Unidos, reaccionó con indignación. Su conducta fue sin duda correcta, y así lo expresé.
Nunca he dudado de los factores éticos que suelen ser características de los pueblos, con independencia de la política de los gobiernos.
Si aquel discurso de Obama fue omiso, en cuanto a la increíble muestra de primitivismo que refleja el uso generalizado y prácticamente irrestricto de mortíferas armas de fuego, el mensaje sobre el Estado de la Unión merece un análisis político y ético, ya que Estados Unidos es una superpotencia de la que, con independencia del Presidente y el Congreso, depende, entre otros importantes factores, el destino de la especie humana.
Ningún país aislado tiene ni puede tener respuesta a los problemas que hoy enfrenta el mundo.› Leer Más
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