Por M. H. Lagarde
La congresista Ileana Ros-Lehtinen, más conocida como la Loba Feroz, troca sus aullidos por los balidos de falsa cordera y asume la posición de víctima ante unas declaraciones hechas sobre su persona por el presidente de Venezuela, Hugo Chávez.
"Considero un honor ser atacada por líderes represivos como Hugo Chávez'', afirmó Ros-Lehtinen, quien fue calificada de "fascista'' y "forajida'' por el mandatario venezolano el martes por la noche en una cadena de radio y de televisión.
Las declaraciones de Chávez que, por supuesto, deben constituir un verdadero honor para la congresista por lo acertadas que resultan, fueron hechas después que Ileana Ros-Lehtinen, en una reciente reunión realizada en el Congreso, incentivara a la agresión por parte del gobierno Estados Unidos a los países que conforman el ALBA.
Lo ridículo del asunto destaca cuando la Loba Feroz, que se ganó dicho mote por su complicidad durante el secuestro del niño cubano Elián González, se echa sobre los hombros el manto de lana y con cara de cordero “degollao” afirma que las declaraciones del mandatario: “No podrán silenciarme, ni tampoco intimidarme”.
Una pobre y desvalida chivita quiere ser ahora la congresista que durante varias décadas ha incentivado el terrorismo y el bloqueo contra el que llama su pueblo (no se puede pertenecer a un pueblo cuando se pertenece al gobierno de una potencia enemiga de ese pueblo) o que no hace mucho, con la mayor desfachatez, alentó y apoyó el golpe de estado en Honduras.
Si alguien ha intimidado durante varias décadas al mismísimo gobierno norteamericano ha sido ese frankenstein fascista, más conocido como la mafia de Miami, que la congresista encabeza, que ya sea mediante la garantía del fraude electoral en la Florida o el vulgar soborno disfrazado de lobby, le sigue imponiendo su política a la plutocracia gobernante estadounidense.
Pero el asunto es aún peor. La mafia terrorista a la que la congresista pertenece –su padre Enrique Ros acaba de hacerle un homenaje público al asesino de Barbados Orlando Bosch- no solo intimida al gobierno de EE. UU. sino también a los gobiernos de países aliados.
El aullido de la Loba fascista sonó bien alto y claro cuando al primer ministro de Israel Benjamin Netanyahu se le ocurrió elogiar unas declaraciones de Fidel Castro aceptando la existencia del holocausto judío. Ya se sabe que en Estados Unidos no se puede criticar a Israel, pregúntenle a la periodista Helen Thomas, pero por lo visto en Israel no se puede ni mencionar a Cuba. Cuando eso ocurre, congresistas como la Ros, a la que nadie intimida –ella, evidentemente, es la que intimida a los demás-, enseguida enseña las orejas peludas, la cola y los dientes afilados.
Su reacción sin dudas fue de susto porque un hombre como Netanyahu, que no es por cierto ningún pobre infeliz, se vio obligado a llamar a la Loba al Congreso para pedirle disculpas y explicarle por qué elogió hace poco a Fidel.
La forajida congresista anda disfrazada de cordera justo en vísperas de presidir el influyente Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes.
Y mientras la loba aúlla balidos de cordero la gente se pregunta. ¿Y dónde andará Hillary? ¿Navegando rumbo al mar amarillo en el portavión George Washington o la habrá secuestrado, como a Elián, la mafia de Miami? ¿Tras la debacle demócrata en las elecciones legislativas, la actual Secretaria de Estado se habrá quedado disponible?
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