jueves, 7 de octubre de 2010

Dwight tenía razón

Por Michael Moore

Así que... resulta que el presidente Eisenhower no estaba inventando todo eso acerca del complejo militar-industrial.
A esa conclusión llegarán ustedes si leen el nuevo libro de Bob Woodward, La guerra de Obama. (Se pueden leer resúmenes del libro (en inglés) aquí, aquí y aquí.) ¿Ustedes creyeron que habían votado a favor del cambio cuando eligieron a Obama? Hmm, no cuando se trata de que Estados Unidos ocupe a países que no comienzan con “E” y con “U”.
Es más, después de que lean el libro de Woodward, se morirán de risa cada vez que oigan a un político o a un profesor de gobierno hablar acerca del “control civil sobre los militares”. Las únicas personas que realmente toman las decisiones acerca de las guerras de Estados Unidos están frente a Washington, al otro lado del río, en el Pentágono. Y usan uniforme. Tienen muchas armas que compraron a las corporaciones para las que trabajarán cuando se retiren.
Para todos los que apoyaron a Obama en 2008, es reconfortante descubrir que él sabe que debemos marcharnos de Afganistán. Pero para todos los que están preocupados por Obama en 2010, es atemorizante descubrir que lo que él piensa que debe hacerse realmente no importa. Y eso es porque él no está dispuesto a enfrentarse a los que realmente dirigen este país.
Y aquí viene la parte que ni siquiera deseo escribir –y que ninguno de ustedes realmente quiere considerar. No importa a quién elijamos. El Pentágono y los contratistas militares son los que deciden. El título de “Comandante en Jefe” es ceremonial, como el de “Empleado del Mes” en el Burger King más cercano.
Todo lo que necesitan saber puede encontrarse en solo dos párrafos de La guerra de Obama. Esta es la situación: Obama está reunido con el personal de su Consejo de Seguridad Nacional, el sábado después del Día de Acción de Gracias del año pasado. Está preparándose para pronunciar un gran discurso anunciando su nueva estrategia para Afganistán. Excepto que… la estrategia no está lista aún. Los militares le han presentado solo una opción: escalada. Pero a último momento, Obama dice a todos, esperen –la puerta de un plan para la retirada aún no se ha cerrado.
Los altos oficiales no lo aceptan:
"Señor presidente”, dice el coronel John Tien, del Ejército, “no veo cómo puede usted desafiar a su cadena militar en esto. Estamos más o menos donde estamos. Porque si usted le dice al general McChrystal: ‘recibí su evaluación, recibí su teoría de los recursos, pero he decidido hacer otra cosa’, probablemente va a tener que sustituirlo. Usted no puede decirle: Haga lo que le digo, gracias por su trabajo”. ¿Y hasta dónde va a llegar eso?”
El coronel no tuvo que dar muchas explicaciones. Su implicación era que no solo McChrystal, sino el alto mando militar completo tendría un estremecimiento sin precedente –Gates: el almirante Mike Mullen, jefe del Estado Mayor Conjunto; y el general David H. Petraeus, por entonces jefe del Comando Central de EE.UU. Quizás ningún presidente pueda enfrentar eso, especialmente uno de 48 años con 4 años en el Senado y 10 meses como Comandante en Jefe. Y, bueno, el resto es historia. Tres días más tarde, Obama anunció en West Point la escalada. Y se convirtió en nuestro más reciente presidente de guerra.
Pero he aquí la pregunta que Woodward no responde: ¿exactamente por qué un presidente no puede enfrentarse a terminar una guerra, incluso si tiene que despedir a todos sus generales para hacerlo? Está ahí mismo en el Articulo II, Sección de la Constitución: el ejército no puede marchar hacia el Departamento del Tesoro y robarse el dinero para las guerras. El Artículo I, Sección 9 dice que el Congreso tiene que asignarlo.
Sin embargo, en el mundo real, la Constitución es solo un trozo de papel. En el mundo real, un presidente que despidiera a sus más altos oficiales para terminar una guerra quedaría arruinado antes de que ustedes puedan decir “golpe de estado incruento”. The Washington Post (lleno de anuncios desde Boeing a Northrop Grumman) formaría un escándalo y lo calificaría de reencarnación de Neville Chamberlain. Fox y CNN (llenos de “expertos” que trabajan para tanques pensantes financiados por Raytheon y General Dynamics) dirían que él es un debilucho que debiera ser destituido. Y el Congreso (que ha experimentado su propia escalada de cabildeo por parte de los contratistas de defensa, justo mientras se estaba decidiendo la escalada en Afganistán) muy bien podría hacerlo. (Por cierto, si ustedes desean escuchar a Lyndon Johnson hablar en 1964 de cómo pudiera ser destituido si no seguía las órdenes del complejo militar-industrial y escalaba la guerra en Viet Nam, vaya aquí.)
Así que esta es la tarea de esta noche: vean el famoso discurso de despedida de Eisenhower. Y luego empiecen a pensar cómo podemos domesticar a esta bestia. La Unión Soviética tenía su propio complejo militar-industrial, que es una de las razones por la que se metieron en Afganistán… que es una de las razones por la que ya no existe la Unión Soviética. Les sucedió a ellos.
¿No creen que nos pueda suceder a nosotros?

2 comentarios:

  1. La verdad es que yo no le puse mucha fé a Obama ya que para mi todos los presidentes norteamericanos están cortados por la misma tijera, y como dijo alguien por ahí un día no hay nada mas parecido a un demócrata que un republicano, o es al revés no recuerdo muy bien, pero el kid de la cosa es que todo seguirá igual no digo que no pueda cambiar algunas cosas pero la esencia imperialista y de apoderarse de todo lo que signifique poder seguirá siendo el lema fundamental de todas las administraciones yanquis.

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  2. Seríamos un poco ingenuos si creyéramos que al Obahama tomar el cargo, algo iba a cambiar, ni quisiera echarle una ojeada a ese libro, lleno de infamias y de mentiras que ya los cubanos estamos cansados de escuchar. Nunca hemos creído en la buena fe, de nadie de los del lado allá, nunca hemos sido prioridad en cuanto a mejoras, al contrario hemos sido objetivo primordial, para intimidaciones y demás.

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