Santander, 21 ago (EFE).- El escritor cubano Leonardo Padura no se ha ido de la isla ni piensa abandonarla porque a la vuelta de la esquina, en su barrio de La Habana, está la realidad que "alimenta" su literatura. "Pertenezco a Cuba, para escribir necesito estar en mi casa", dice.
Y es que al autor de "El hombre que amaba los perros" no le interesa lo más mínimo sentarse a escribir historias "que no sean cubanas" y por eso todos sus caminos narrativos llevan a Cuba, incluso si arrancan en la Holanda de Rembrant, como en su próxima novela.
Padura dice, en una entrevista con Efe, que ha trabajado "mucho" para tener una posición en su país "lo más independiente posible". No pertenece al Partido Comunista ni milita en organizaciones políticas pero se considera, "un participante, una persona que vive esa sociedad y que trata de entenderla y de comentarla en la medida de lo posible", porque cree que esa es su "responsabilidad".
Siempre, dice, ha tenido "el sueño" de poder vivir y trabajar, unos meses al año, en otro sitio, quizá en París o en Sitges, uno de los lugares de España que más le gustan, pero acaba desechando la idea.
"Necesito oír hablar a la gente en cubano, saber cómo piensa, tener nociones de sus esperanzas, de su desesperación, de sus frustraciones, de sus deseos y eso en Cuba es muy fácil saberlo, porque la gente es muy extrovertida", argumenta el escritor y periodista, que sigue en el mismo barrio donde nació y donde antes vivieron su padre, su abuelo y su bisabuelo.
Admite, sin embargo, que llegó a pensar en marcharse en los noventa, los años difíciles del periodo especial. "En esos momentos de carencia, de apagones, creo que hasta los gorriones pensaban en irse de Cuba. Era una situación terrible" recuerda y dice que nunca estuvo tan en forma como cuando tenía que recorrer 30 kilómetros en bicicleta para ir a trabajar, con el estómago casi vacío.
Padura está convencido de que lo más difícil que se le puede preguntar a un cubano es qué va a pasar en la isla, aunque tiene claro que ahora se vive "una etapa de cambio", una palabra que hace cinco años "era anatema, era el demonio" pero que ya ha entrado "en el diccionario político y cotidiano".
No puede imaginar qué proporciones tendrán unos cambios que, a su juicio, son "indudablemente" necesarios, sobre todo en la economía, en la que está "la clave del problema cubano".
"Hay que mover estructuras, conceptos, formas de producción para que el país funcione de alguna manera", defiende el escritor, que ve "alarmante" que un país con unas posibilidades "enormes" de producir alimentos importe el 80 por ciento de los que consume o que el 90 por ciento de los trabajadores sean empleados del Estado y ganen sueldos que no alcanzan para vivir.
Su próximo libro, que aún no tiene título, será también el regreso del detective Mario Conde, que nació para protagonizar una tetralogía y ya ha aparecido en seis de sus novelas. "Va a seguir evolucionando en el tiempo, va a seguir envejeciendo conmigo y va a seguir siendo una de mis maneras de ver, interpretar y representar la realidad cubana", explica.
Leonardo Padura está orgulloso de que en Cuba le pregunten qué tal le va a Mario, si ya se casó o en qué anda trabajando, como si fuera su compadre. "Ha sido uno de los aciertos de estas novelas, lograr dar al personaje un grado de humanidad que se confundan los límites entre ficción y realidad".
En su nueva historia será, junto a Rembrant y a un judío sefardí que se salta las reglas de su religión, uno de los personajes que le ayudarán a reflexionar sobre el problema de "la responsabilidad individual ante la libertad".
Por ahora ignora por qué otros caminos le llevará el relato y de hecho reconoce que cuando comienza una novela policiaca ni él mismo sabe quién es el asesino. Despejar esa incógnita, apunta, no es lo que más le preocupa porque las suyas son "falsas novelas policíacas".
Para el escritor habanero, la novela negra siempre ha tenido el favor del público porque el lector quiere historias con un principio, un desarrollo y un desenlace.
Y como lector se queda con las de sus colegas latinoamericanos y mediterráneos, antes que con los escandinavos. "Leí una de (Stieg) Larsson y creo que con haber leído una, ya las leí todas", apostilla.
Cuando Padura bautizó al personaje sabía que en España había un banquero "más famoso que el Rey" con el mismo nombre, pero no le dio importancia porque entonces nunca imaginó que sus libros iban a viajar más allá de Cuba.
Y es que al autor de "El hombre que amaba los perros" no le interesa lo más mínimo sentarse a escribir historias "que no sean cubanas" y por eso todos sus caminos narrativos llevan a Cuba, incluso si arrancan en la Holanda de Rembrant, como en su próxima novela.
Padura dice, en una entrevista con Efe, que ha trabajado "mucho" para tener una posición en su país "lo más independiente posible". No pertenece al Partido Comunista ni milita en organizaciones políticas pero se considera, "un participante, una persona que vive esa sociedad y que trata de entenderla y de comentarla en la medida de lo posible", porque cree que esa es su "responsabilidad".
Siempre, dice, ha tenido "el sueño" de poder vivir y trabajar, unos meses al año, en otro sitio, quizá en París o en Sitges, uno de los lugares de España que más le gustan, pero acaba desechando la idea.
"Necesito oír hablar a la gente en cubano, saber cómo piensa, tener nociones de sus esperanzas, de su desesperación, de sus frustraciones, de sus deseos y eso en Cuba es muy fácil saberlo, porque la gente es muy extrovertida", argumenta el escritor y periodista, que sigue en el mismo barrio donde nació y donde antes vivieron su padre, su abuelo y su bisabuelo.
Admite, sin embargo, que llegó a pensar en marcharse en los noventa, los años difíciles del periodo especial. "En esos momentos de carencia, de apagones, creo que hasta los gorriones pensaban en irse de Cuba. Era una situación terrible" recuerda y dice que nunca estuvo tan en forma como cuando tenía que recorrer 30 kilómetros en bicicleta para ir a trabajar, con el estómago casi vacío.
Padura está convencido de que lo más difícil que se le puede preguntar a un cubano es qué va a pasar en la isla, aunque tiene claro que ahora se vive "una etapa de cambio", una palabra que hace cinco años "era anatema, era el demonio" pero que ya ha entrado "en el diccionario político y cotidiano".
No puede imaginar qué proporciones tendrán unos cambios que, a su juicio, son "indudablemente" necesarios, sobre todo en la economía, en la que está "la clave del problema cubano".
"Hay que mover estructuras, conceptos, formas de producción para que el país funcione de alguna manera", defiende el escritor, que ve "alarmante" que un país con unas posibilidades "enormes" de producir alimentos importe el 80 por ciento de los que consume o que el 90 por ciento de los trabajadores sean empleados del Estado y ganen sueldos que no alcanzan para vivir.
Su próximo libro, que aún no tiene título, será también el regreso del detective Mario Conde, que nació para protagonizar una tetralogía y ya ha aparecido en seis de sus novelas. "Va a seguir evolucionando en el tiempo, va a seguir envejeciendo conmigo y va a seguir siendo una de mis maneras de ver, interpretar y representar la realidad cubana", explica.
Leonardo Padura está orgulloso de que en Cuba le pregunten qué tal le va a Mario, si ya se casó o en qué anda trabajando, como si fuera su compadre. "Ha sido uno de los aciertos de estas novelas, lograr dar al personaje un grado de humanidad que se confundan los límites entre ficción y realidad".
En su nueva historia será, junto a Rembrant y a un judío sefardí que se salta las reglas de su religión, uno de los personajes que le ayudarán a reflexionar sobre el problema de "la responsabilidad individual ante la libertad".
Por ahora ignora por qué otros caminos le llevará el relato y de hecho reconoce que cuando comienza una novela policiaca ni él mismo sabe quién es el asesino. Despejar esa incógnita, apunta, no es lo que más le preocupa porque las suyas son "falsas novelas policíacas".
Para el escritor habanero, la novela negra siempre ha tenido el favor del público porque el lector quiere historias con un principio, un desarrollo y un desenlace.
Y como lector se queda con las de sus colegas latinoamericanos y mediterráneos, antes que con los escandinavos. "Leí una de (Stieg) Larsson y creo que con haber leído una, ya las leí todas", apostilla.
Cuando Padura bautizó al personaje sabía que en España había un banquero "más famoso que el Rey" con el mismo nombre, pero no le dio importancia porque entonces nunca imaginó que sus libros iban a viajar más allá de Cuba.
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