jueves, 1 de julio de 2010

Yoani Sánchez y el arte de la connivencia

Por Ernesto Pérez Castillo

La seriedad de los concursos literarios es de viejo sabido que fluctúa con las mareas –casi siempre de mal a peor. Mil y una vez han sido cuestionados sus resultados, y mil y una vez más lo serán, con o sin razón: ese es su sino, o para decirlo en cubano, la manera que a Yoani le encantará: ese es su maletín.
Pero a veces los organizadores de concursos se pasan de la raya, y es el caso del concurso de la pinareña revista Convivencia, que acaba de premiar su certamen de cuento, ensayo, poesía, audiovisuales y fotografía, y como jurado convocó –¡de jurado de todo eso a la vez, vale aclarar!– a doña Yoani Sánchez y a su esposo Reinaldo Escobar, con quien vive desde los nueve años, según afirma ella misma y nunca ha desmentido en su blog.
Es cierto que el jurado contó con la participación, además, de tres escritores, pero eso no cuenta ahora. El punto es preguntarse: ¿Qué rayos hacen Yoani y Reinaldo de jurados de nada? ¿Es que de algún tema tienen algo que decir?
Concentrémonos en la blodeguera. Para comenzar, sería bueno recordar sus propias palabras en su blog donde asevera en el perfil: “Al terminar la Universidad había comprendido dos cosas: la primera, que el mundo de la intelectualidad y la alta cultura me repugnaba y la más dolorosa, que ya no quería ser filóloga”.
Entonces: ¿Qué puede esperarse de una persona que goebbelianamente afirma que le repugnan la intelectualidad y la cultura? ¿Qué sentido tiene su participación en jurado de concurso alguno que pretenda legitimarse?
Pero además: ¿Es Yoani Sánchez escritora? No. Y que nadie venga a decirme que ha publicado un libro. Que hasta donde se sabe, lo que han hecho por ella es editarle, una y otra y otra vez, la misma compilación de lo posteado en su blog.
Y tantas reimpresiones se deben no a que alcanzara la categoría de best seller –que ninguna editorial hasta el sol de hoy lo ha dicho, ni se ha atrevido apenas a hacer publicas las cifras de venta del mamotreto en cuestión, quizá tendientes a cero–, sino que todo apunta a que el esfuerzo por poner sus parrafadas en papel son solo una de las tantas operaciones encubiertas para el lavado del dinero de los pagos que recibe por su labor contra Cuba, junto a los premios que le llueven, incluso sin que ella siquiera se entere.
El que la blodeguera sea filóloga no es más que un chiste, teniendo en cuenta que Yoani confunde el significado de “inmune” con “impune”, y su pobreza y cortedad a la hora de redactar no le alcanzan más que para volver una y otra vez a usar metáforas de burda y lata connotación erótica, baste para confirmarlo una lectura de su más reciente post, que tituló “El arte de la Convivencia” y versa precisamente sobre su participación como jurado del mentado concurso.
Allí a la Yoani –que además presume de una escritura poética– se le escapan frases como: “El viento colándose por la ventanilla y haciendo mi pelo una maraña, el estremecimiento en la nuca”, y a la hora de describir una larga carretera no se le ocurre más que decir que es: “oscura y mojada”, o ese “patio de Karina abarrotado por los miembros” y luego, para calificar el diálogo posterior, aventura que las frases “tenían carácter de cincel, de barrena que traspasa”.
¿Soy solo yo, o cualquiera puede notar que esta muchacha padece de una elaboración primaria y elemental, y por ello acude y abusa de las connotaciones sexuales, las de más fácil elaboración?
Nótese las referencias fálicas en el “cincel” y en la “barrena que traspasa”, la torpe obviedad de lo erótico en lo “oscuro” –el cliché simplón de lo negro como objeto sexual–, y qué decir de su nuca estremecida, y la colocación nunca tan desafortunada del adjetivo “mojada”.
Todo lo anterior para no comentar sobre aquel patio “abarrotado por los miembros”, una construcción típica del peor periodismo del Juventud Rebelde de los ochenta, al estilo de su esposo Escobar –otra vez la oreja peludísima de Reynaldo pensado en demasía sobre cada cuartilla de Yoani.
Ella, que además se las da de editora, olvida poner un ojo crítico –porque no lo tiene– sobre sus letras, pues nada peor que usar ese “abarrotada”, que se refiere a muchos barrotes –los que conforman una celda–, todo lo contrario a un patio, y con “miembros” vuelve a las resonancias fálicas pues esa palabra entre nosotros las más de las veces se refiere al miembro viril.
Pero encima, la blodeguera tiene algo que decir en un jurado de audiovisuales… cuando hasta ahora, su mejor audiovisual carecía de video… Para ponerle la tapa al pomo, además Yoani es jurado de ensayo –ya dije arriba que todo eso lo hizo a la vez–, pero, y este es un pero enorme: ¿cuándo demonios Yoani Sánchez ha escrito un ensayo?
¿Cómo puede –si no fuera por una egolatría extrema– asumir que es serio, creíble, o cuando menos decente, posar de escritora, de ensayista, de poeta y de realizadora de audiovisuales alguien –ella misma–, cuando su autoridad en todos esos temas equivale a 32 grados Fahrenheit?
Lo demás queda en manos de los organizadores, que quiéranlo o no, créanlo o no, asumen un compromiso ético y moral al convocar su concurso. Y en este caso, al contarse entre sus jurado la blodeguera y su esposo, no han hecho otra cosa que burlarse con ensañamiento de los incautos concursantes.

› Yoani Sánchez y la blogosfera color camuflaje

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